lunes, 1 de noviembre de 2021

"TODOS" LOS SANTOS




 En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."

Hoy celebramos la festividad de Todos los Santos; pero de una manera especial, debemos pensar en todos aquellos que no tienen un día específico, que la Iglesia no los canonizó, pero que dedicaron su vida a amar a Dios a través del Amor al Prójimo, de su entrega a los demás. Todos aquellos que Jesús declara Bienaventurados, Felices, en el evangelio: los pobres, los hambrientos, los perseguidos, los que han luchado por la justicia....

"Se celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que los «santos» en ella celebrados, no se redujeran sólo a los del “mundo católico”, los santos de «nuestro pequeño mundo», de la Iglesia Católica, o del mundo cristiano, sino a «todos los santos del mundo», a los santos de un mundo verdaderamente «cat–hólico» (etimológicamente, según el todo, referido al todo), o sea, «universal». ¿No queremos celebrar en este día a todos los santos que están ya ante el Misterio inefable? ¿Pues cómo vamos a limitarnos a pensar en el «catálogo romano de los santos», de los «canonizados» por la Iglesia católica romana, según esa práctica llevada a cabo sólo desde el siglo XI, de «inscribir» oficialmente a los santos particulares de nuestra Iglesia, en ese libro? ¿Será que quienes figuran oficialmente inscritos durante 9 siglos en esta sola Iglesia pudieran ser «todos los santos»... o tal vez serán sólo una insignificante minoría entre todos ellos?
Es decir: pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas», para hacer honor a su nombre: la «festividad de todos los santos». Por tanto, hemos de hacer un esfuerzo por entenderla con una real universalidad.
Las bienaventuranzas comparten esta misma visión «macro-ecuménica»: valen para todos los seres humanos. El Dios que en ellas aparece no es «confesional», de una religión, no es «religiosamente tribal». No exige ningún ritual, de ninguna religión. Sino el «rito» de la simple religión humana: el amor, la opción por los pobres, la transparencia de corazón, el hambre y sed de justicia, el luchar por la paz, la persecución como efecto de la lucha por la Causa del Reino... Esa «religión humana básica fundamental» es la que Jesús proclama como «código de santidad universal», para todos los santos, los de casa y los de fuera, los del mundo «cat-ólico»...
Si a propósito de la festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad universal (y supra-religional, profunda y simplemente humana); en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación para nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr, en el día a día, el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.
En la homilía, en la oración, en la conversación que tengamos sobre el tema, no dejemos de nombrar hoy a Gandhi, que tiene que ir de la mano con Francisco de Asís; a Martin Luther King acompañado por el recién canonizado Oscar Arnulfo Romero –finalmente reconocido como «mártir» por Roma–; a la mística santa Teresa con el incomparable Ibn Arabí, el murciano místico sufí; al inefable Juan de la Cruz con el místico Nisagardatta («¡Yo soy Eso!»)... La manera de cambiar la vieja mentalidad «tribal», que también nos ha afectado en la concepción de la santidad, es practicar, conversar, manifestar la nueva mentalidad macroecuménica." (Koinonía)


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