Padre, tú me los confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.”
La muerte no es desaparecer. Es hacernos uno con Jesús. Es reunirnos con Él, para que el Amor que Dios tiene en Jesús, esté también en nosotros.
"La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos en la fiesta de «todos los santos»... Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos, y tal vez sobre todo en cuanto «nuestros difuntos».
En ese sentido, es un día para hacer presente en nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa bien esa limitación humana: con el tiempo, no podemos vivir prendidos constantemente al recuerdo de nuestros difuntos... por más que seamos fieles a su memoria. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir periódicamente con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Orar por los difuntos no deja de ser un acto de solidaridad, al querernos sentir en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne. Un día de recuerdo, de recogimiento, para sentir en nuestro corazón la memoria de los nuestros, y para curar si hiciera falta las heridas que a veces lleva consigo: la muerte empequeñece los errores cometidos, tanto por nosotros como por quienes ya se fueron. Nos debemos reconciliar con nuestros recuerdos, con compasión, con ternura... hasta que ya no nos duelan." (Koinonía)
La canción que os cuelgo siempre me ha gustado. Pero, sobre todo, cuando me enteré de la historia que tiene detrás. Esta canción la compuso Eric Clapton, tras la muerte de su hijo de pocos años que se había precipitado por una ventana en New York. Me recuerda a todas las personas que he querido y ya no están.
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