En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿Quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."
Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: "Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta."
"Siempre hablamos del escándalo de la pobreza: nos alertamos de los índices crecientes de desnutrición, desocupación, marginación, denunciamos la muerte y persecución de migrantes que buscan posibilidades de vida huyendo del hambre y de la guerra. Los medios de comunicación permanentemente nos llenan de estas noticias. Sin embargo, nadie parece escandalizarse de la acumulación de riqueza, de los paraísos fiscales, de la especulación financiera internacional ni de los magnates y sus mansiones glamorosas que muestran obscenamente en revistas y redes. Mucho menos, hablamos de la relación entre estas dos caras de una misma moneda. O ¿acaso la acumulación de riqueza no es la raíz de aquella creciente pobreza en el mundo? El Evangelio nos viene acompañando en estos días para sacudir nuestra mirada y reconocer los avances del siglo, así como las profundas desigualdades que constituyen el gran desafío de un ejercicio profético de nuestra fe y cómo frecuentemente, ambas son dos dimensiones de una misma realidad." (Koinonía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario