En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida."
"La gente al igual que la ciudad/Jerusalén debe hacer un discernimiento para aceptar la propuesta de Jesús o aceptar la propuesta del Imperio. Todo imperio, requiere de un evangelio y de una religión idolátrica para mantener a los fieles enajenados en la mentira. El “evangelio” del Imperio Romano, anunciaba paz, prosperidad y seguridad. Resulta irónico que Jerusalén (ciudad de paz), haya sucumbido a la propuesta del imperio y, no reconozca los caminos que conducen a la verdadera paz propuesta de Jesús. Cuando Lucas escribe su evangelio (alrededor de los 80 D.C) la ciudad de Jerusalén ya había sido destruida y arrasada por las tropas Romanas (70 D.C), así que al historiador Lucas no le resulta difícil describir la destrucción de Jerusalén. En el ámbito teológico era difícil de creer: ¿Cómo es que Dios abandonó a la ciudad y al templo? Todo se vino abajo, porque la ciudad se volvió asesina, inhóspita, violenta y no reconoció la visita de Dios. ¿Tu ciudad reconoce la presencia de Dios en medio de ella?" (Koinonía)
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