jueves, 17 de marzo de 2022

EL RICO SIN NOMBRE

 


En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""


El pobre se llamaba Lázaro. Del rico no sabemos su nombre. Porque el rico puede tener cada uno de nuestros nombres. En occidente, todos tenemos más de lo que necesitamos y miramos hacia otro lado cuando vemos un pobre. Leemos en el Evangelio tu ejemplo de entrega y tu predilección por los pobres. Nosotros seguimos ignorándolos. ¿Cuándo comprenderemos que Tu estás presente en ellos? 

"El capítulo 16 de Lucas reflexiona sobre la incompatibilidad entre querer ser parte del Reino que Jesús anuncia y el sometimiento al dinero o a las riquezas. Desde la perspectiva de esta parábola, lo más trágico es el proceso de deshumanización en que cae quien elige el camino del bienestar egoísta; la acumulación desmedida impide la compasión y la misericordia para con los empobrecidos y la madre tierra. Las consecuencias del apego a los bienes desfiguran y despersonalizan a quien toma ese camino (el rico no tiene nombre) y compromete, de manera permanente, su Salvación integral y la de los suyos. En los “Lázaros” de la vida, Dios nos tiende una mano para sacarnos del egoísmo, sin necesidad de «resucitar a un muerto». La Palabra no hace milagros si falta la compasión y la misericordia frente al sufrimiento o ante el drama de los empobrecidos injustamente. Nuestra suerte está ligada a la de ellos y no podemos ser indiferentes. Los Lázaros de hoy ¿te acercan o te alejan de Dios?" (Koinonía)

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