En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?"
Le contestaron: "Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos." Y Jesús les dice: "¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos." Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
"La liturgia de hoy pone en cuestión el proceder injusto de muchas personas, capaces de vender y traicionar a su misma gente. La parábola presenta el contraste entre los cuidados y dedicación de Dios (el hacendado) hacia su viña (es decir, su pueblo) y la malversación y traición que los dirigentes de Israel (los arrendatarios). Pone en evidencia la corrupción de quienes emplean los dones únicamente para beneficiarse egoístamente y no para servir al pueblo; es una dura advertencia de cómo el poder de dominar y someter; echa por la borda los planes de vida plena para toda persona. Somos responsables de que el Reino de Dios se realice o no en nosotros y en quienes nos rodean. Los dones que hemos recibido de Dios (su gracia, el Evangelio, la persona y Espíritu de Jesús) deben producir frutos que nos ayuden a practicar la justicia, el amor solidario, la fraternidad, y la entrega al servicio de la vida, so pena de ser despojados de ellos. ¡Defiende la Vida!" (Koinonía)
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