martes, 22 de marzo de 2022

PERDONAR PORQUE ÉL NOS PERDONA SIEMPRE

 



En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano."

Perdonar es muy difícil. Llevamos dentro el espíritu de venganza; hasta el punto de que, a lo que llamamos justicia, no es, muchas veces, sino venganza encubierta. 
Jesús nos muestra a Dios como un Padre que siempre perdona. Si Él nos perdona mucho, no tiene sentido que no perdonemos lo poco que nos hacen los otros. El perdón del Padre nos debe llevar a perdonar siempre.

"La Buena Noticia que anuncia Jesús propone la misericordia y el perdón como fundamento para combatir y erradicar los abusos de poder cometidos por grupos sociales, políticos, económicos y religiosos. Eran personas con aires de superioridad, amparadas en su privilegiada posición y por los mecanismos legales que ellas mismas habían establecido, siempre con la justicia de su lado. Habían llevado a la sociedad a una situación grave de deshumanización, generando permanente confrontación social y una interminable cadena de condenas, venganzas y revanchas. Cuando el poder no está al servicio de los pueblos, sino que busca servirse y aprovecharse de ellos (casi es la norma de las élites y gobiernos en América Latina) se generan incontables injusticias preñadas de violencia inmisericorde, en total impunidad. Nuestros sistemas de justicia siempre buscan un chivo expiatorio (comúnmente gente empobrecida e indefensa) que pague por grandes atrocidades perpetradas. Se juzga parcial y descaradamente, pues conocemos políticos corruptos intocables. Oremos para perdonar de corazón, pero, ante todo, para que haya verdadera justicia. ¡No más impunidad!" (Koinonía)

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