Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja solamente por el salario, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor ni son suyas las ovejas. Entonces el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es el salario, no las ovejas.
Yo soy el buen pastor. Como mi Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, así conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traer. Ellas me obedecerán, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volverla a recibir. Esto es lo que me ordenó mi Padre.
Jesús se presenta a sí mismo como el buen pastor. Un buen pastor es aquel que cuida las ovejas porque las ama, no porque le pagan. Un pastor que une, no que divide. Un pastor que se preocupa por cada una y que presentará la cara frente al lobo para salvar sus ovejas. Un pastor que da vida.
En el evangelio de Juan, el concepto Vida es muy importante. Es mucho más que existir. El que realmente vive es aquel que ama. A lo largo de la jornada hacemos muchas cosas, pero sólo vivimos aquellas que hacemos con amor. Nuestro trabajo, por ejemplo, es vida, cuando es vocacional. Cuando lo hacemos porque lo amamos y porque sabemos que con él hacemos un bien a los demás. Nuestra vida es realmente Vida cuando es entrega y amor. Si lo que buscamos son beneficios, poder, fama, en lo que hacemos, somos simples asalariados.
Jesús dio su vida por nosotros, por darnos la Vida.
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