sábado, 7 de octubre de 2017

LA ALEGRÍA DE SEGUIRLO


"Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo:
– ¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!
Jesús les dijo:
– Sí, pues yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Os he dado poder para que pisoteéis serpientes y alacranes, y para que triunféis sobre toda la fuerza del enemigo sin sufrir ningún daño. Pero no os alegréis de que los espíritus os obedezcan, sino de que vuestros nombres ya estén escritos en el cielo. 
En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo:
- Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido. 
Mi Padre me ha entregado todas las cosas.  Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Volviéndose a los discípulos les dijo aparte:
- Dichosos quienes vean lo que estáis viendo vosotros, porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron."

Aquellos setenta y dos discípulos que Jesús mandó de dos en dos, sin alforja, sin nada, ahora regresan alegres de su misión. Vuelven contentos, porque han visto cómo el mal era vencido. Jesús les dice que deben alegrarse de que, por ser sus seguidores, tienen sus nombres escritos en el cielo.
Jesús nos desvela otro motivo de alegría. Quien ha comprendido la Verdad son los sencillos. Para llegar a Dios, es necesario ser humildes. Son los sencillos los que vencen el mal y los que pueden llegar a conocer al Padre. Porque a Dios sólo podemos conocerlo a través de Jesús. Por eso la verdadera alegría está en su seguimiento.  

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