viernes, 13 de octubre de 2017

VIGILANTES CON JESÚS


"En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos dijeron:
– Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos. 
Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín.
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.
 Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, anda por lugares desiertos en busca de descanso; pero, no encontrándolo, piensa: 'Regresaré a mi casa, de donde salí.' Al llegar, encuentra la casa barrida y arreglada. Entonces va y reúne otros siete espíritus peores que él y todos juntos se meten a vivir en aquel hombre, que al final queda peor que al principio."

Jesús acaba de expulsar un demonio y la gente lo calumnia. Dicen que el poder se lo ha dado el mismo diablo. Hoy no está de moda hablar del demonio. Pero la realidad es que el mal está ahí. Pederastia, trata de blancas, corrupción, asesinatos, estafas...Y si seguimos a Jesús debemos luchar contra esto, contra el mal. Y debemos hacerlo con Él, en su nombre. El mal nos encadena. Jesús nos libera. El mal nos divide. Jesús nos une.
Jesús, en este texto, también nos dice que debemos permanecer vigilantes. El mal está ahí. No podemos ignorarlo. Si no lo combatimos, toma cada vez más fuerza, se hace más grande.  De ahí la importancia de la oración, que nos hace estar atentos a lo que ocurre en nuestro corazón. 

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