jueves, 14 de diciembre de 2017

NUESTRA VIDA: UN DESIERTO FLORIDO


"Porque yo, el Señor tu Dios,
te he tomado de la mano
y te he dicho: ‘No tengas miedo, yo te ayudo.’ 
El Señor afirma:
Israel, pueblo de Jacob,
por pequeño y débil que seas,
no tengas miedo; yo te ayudo.
Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor. 
Haré de ti un instrumento de trillar,
nuevo y con buenos dientes;
trillarás los montes, los harás polvo,
convertirás en paja las colinas.
Los aventarás y el viento se los llevará;
el huracán los dispersará.
Entonces tú te alegrarás en el Señor;
estarás orgulloso del Dios Santo de Israel. 
La gente pobre y sin recursos busca agua
y no la encuentra.
Tienen la lengua reseca por la sed;
pero yo, el Señor, los atenderé;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré brotar ríos en las colinas desiertas
y manantiales en medio de los valles;
convertiré el desierto en ciénagas
y haré brotar arroyos en la tierra seca. 
En el desierto plantaré cedros,
acacias, arrayanes y olivos;
en la tierra seca haré crecer pinos,
y también abetos y cipreses,
para que todo el mundo vea y sepa,
y ponga atención y entienda
que yo, el Señor, he hecho esto con mi poder;
que yo, el Dios Santo de Israel, lo he creado."

Dios nos sigue prometiendo su protección. No importa nuestra debilidad, es más, es por nuestra debilidad que Él nos tiende su mano. Él será nuestra alegría. No importa que nuestra vida sea un desierto. Él la llenará de flores y plantas. Somos sedientos míseros que buscamos un vaso de agua. Él nos colmará con manantiales y ríos.
Isaías sigue brindándonos un canto de esperanza. Pero, para que se cumpla, debemos considerarnos débiles. Debemos aceptar nuestra realidad y dejarnos, con humildad, acoger entre sus manos. 




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