domingo, 17 de octubre de 2021

DE PRIMEROS Y ÚLTIMOS



En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: "Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir." Les preguntó:- "¿Qué queréis que haga por vosotros?" Contestaron: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda." Jesús replico: "No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" Contestaron /: "Lo somos" "Jesús les dijo: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado." Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos."

Un de las características de nuestra sociedad es la competitividad. Se lucha por destacar, por ser el primero. Las naciones buscan dominar sobre las otras en el panorama internacional. En el trabajo se lucha por conseguir los cargos más altos. Y Jesús, en el evangelio de hoy, nos dice que el que quiera ser primero, se ha de colocar el último; ser esclavo, servidor de todos. ¿De verdad son los poderosos los que transforman la sociedad? ¿No son esas personas, que sin hacer ruido, luchando cada día, sirviendo a los más pobres, las que mejoran realmente nuestro mundo? 

"El evangelio, de Lucas, nos presenta una escena breve, un pasaje simple pero muy importante del mensaje de Jesús. Jesús establece con claridad su diferencia con el espíritu del mundo, el de los jefes de este mundo, que esclavizan a los suyos y se sirven de ellos; Jesús proclama que su actitud es exactamente la contraria: «No he venido a ser servido sino a servir», y «el que quiera ser grande, que sea el servidor de todos». Es un rasgo cristiano central, decisivo. Y sin complicaciones ni alambicamientos teóricos: no se trata de creer doctrinas, sino de centrar la propia vida sobre la base del amor-servicio. No un amor cualquiera (romántico, sentimental, de bellas palabras...), sino un amor que se expresa en el servicio. No insistiremos nunca demás en este principio central del evangelio, que Lucas nos recuerda hoy." (Koinonía)

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