sábado, 22 de junio de 2024

CONFIAR EN DIOS

 

Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.
Dios cuida de sus hijos
Por tanto, os digo: No estéis preocupados por lo que habéis de comer o beber para vivir, ni por la ropa con que habéis de cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves que vuelan por el cielo: ni siembran ni siegan ni almacenan en graneros la cosecha; sin embargo, vuestro Padre que está en el cielo les da de comer. Pues bien, ¿acaso no valéis vosotros más que las aves? Y de todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
¿Y por qué estar preocupados por la ropa? Mirad cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¿no os vestirá con mayor razón a vosotros, gente falta de fe? No estéis, pues, preocupados y preguntándoos: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué nos vamos a vestir?’ Los que no conocen a Dios se preocupan por todas esas cosas, pero vosotros tenéis un Padre celestial que ya sabe que las necesitáis. Por lo tanto, buscad primeramente el reino de los cielos y el hacer lo que es justo delante de Dios, y todas esas cosas se os darán por añadidura. No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas.

Este texto no nos invita a no trabajar, a no hacer nada, a vivir inconscientemente. Lo que Jesús nos pide es que confiemos en el Padre. Que Él vela por nosotros y siempre está a nuestro lado. También nos dice que lo más importante no son la riqueza, el poder, el tener muchas cosas. Hemos de preocuparnos por el Reino. Por conseguir una sociedad hermanada, una sociedad regida por el Amor, una sociedad que escucha y sigue su Palabra. Lo otro se nos dará por añadidura. 

"Jesús sigue hoy dándonos sus enseñanzas como los días anteriores: cómo debemos vivir los seguidores suyos y qué valores deben regir nuestra vida. Dos frases cortas y densas resumen dos actitudes fundamentales: “No podéis servir a dos señores” y “No estéis agobiados por vuestra vida”.
No se puede servir a dos amos a la vez: Dios y las riquezas. Nadie puede entregar el corazón a Dios y luego buscar afanosamente las cosas del mundo. Nadie puede andar dividido por la vida. En un corazón poseído por la riqueza no hay más espacio para la fe, para Dios. Si la riqueza (las cosas del mundo) ocupa tu corazón, tu mente y tus preocupaciones, Dios no tiene lugar en ti, más bien estorba porque su presencia es un aguijón que no te deja vivir en paz. Quien sirve al dinero, vive para el dinero (acumular, tener más y más, invertir, acciones, negocios cada vez más lucrativos…), lo demás no cuenta ni importa. Quien vive para el mundo, se preocupa de las cosas del mundo y vive para ellas (bienestar, disfrutar, gozar, tener buena casa y buen coche, vacaciones, viajes…) e invierte su tiempo en todas esas cosas. Y anda agobiado y preocupado por todo eso.
Por otra parte quien ha decidido servir a Dios vive su vida confiado en la Providencia del Padre del cielo que cuida de los lirios, de las aves, de los pájaros… Sabe que Dios nos sostiene amorosamente y que no nos va a faltar lo necesario para una vida digna, porque Él no se olvida de ninguno de sus hijos ya que nos conoce por nuestro nombre y apellido, y Él nos ama con un amor entrañable como Padre bueno que es.
Esta confianza total en Dios no quiere decir que no debamos trabajar para ganarnos el pan de cada día sino que no nos agobiamos, ya que el Padre del cielo se preocupa por cada ser humano que ha creado. Es decir “Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada; pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada”.
Esta confianza en la Providencia del Padre Dios no quiere decir que no nos debamos preocupar por las cosas de la vida (los hijos, los estudios de los hijos, los padres, las carreras, las finanzas, la salud…). Todo esto es el día a día de nuestra vida y el cristiano debe afrontarlo con responsabilidad y tranquilidad, con sentido de la proporción ya que debemos preocuparnos más por lo más importante y menos por lo menos importante. De ahí que diga Jesús: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”. La preocupación del que ha decidido servir a Dios es hacer su voluntad que se manifiesta en la escucha de la Palabra de Dios y en cada circunstancia de la vida y en los acontecimientos ordinarios y extraordinarios. Esto es lo verdaderamente importante para el discípulo de Jesús, pues así lo enseñó y practicó durante toda su vida."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 21 de junio de 2024

UN CORAZÓN Y UNOS OJOS PUROS

 


No acumuléis riquezas en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Acumulad más bien vuestras riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder, ni los ladrones entran a robar. Porque donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo
Los ojos son como la lámpara del cuerpo. Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo será luminoso; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo será oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra no será la propia oscuridad!


Nuestro corazón simboliza aquello que amamos, que deseamos con todas nuestras fuerzas. Por eso nuestro corazón se encuentra en lo que consideramos un tesoro. Jesús nos pide que este tesoro no sea el dinero, ni el poder, ni las posesiones...Nuestro tesoro ha de ser el Amor. El de Dios y el del prójimo.
Jesús también nos dice que debemos tener la mirada limpia. Es con esos ojos con la que podremos ver a Dios en todo.

"Continuamos con la lectura del Sermón de la Montaña en que Jesús va presentando cuál es su programa para aquellos que quieran seguirle y vivir conforme a sus enseñanzas. Hoy Jesús nos dice: “no atesoréis para vosotros tesoros en la tierra…” Es una llamada de atención sobre el manejo de los bienes materiales y espirituales. Jesús habla mucho sobre tres tesoros que los humanos solemos buscar: el oro, el dinero, las riquezas ; la vanidad, el prestigio, el hacerse ver que fácilmente a todos nos encanta; el orgullo y el poder que nos seduce por ese instinto de ser más que los demás.
Por eso generalmente la mayoría de los mortales se define por lo tiene, por sus títulos académicos, por sus inversiones económicas, su rango nobiliario…
De ahí los dos mensajes de Jesús: no vale la pena atesorar cosas que son pasajeras, efímeras, que hoy valen y mañana no significan nada; lo principal es vivir en la luz y a la luz de Cristo (amontonad tesoros en  el cielo).
Lo cierto es que Dios nos da la capacidad para adquirir los bienes materiales, y también nos ha dado bienes espirituales (inteligencia, habilidades, cualidades, talentos). Y cada uno los debe administrar para el bien personal y de los demás. Ser administrador sin dejarse llevar de la codicia, de la vanidad, de la prepotencia, porque lo que me han dado y tengo debe estar al servicio de los demás. Nada me podré llevar conmigo cuando termine mi vida, solo si trabajé para que todo lo que recibí diera fruto y este abundante. De ahí la invitación de Jesús atesorar tesoros que la polilla no roe y el ladrón no puede robar; tesoros –obras- que produzcan vida eterna y abran las puertas del cielo.
“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”: el corazón es el espacio del encuentro con Dios y de todo lo que de verdad interesa. Corazón es el lugar donde  uno puede encontrarse a sí mismo y acumular tesoros al vivir en comunión con los demás dándose a ellos generosamente y desprendidamente. Si tu tesoro en la vida es el amor, la solidaridad, la ayuda a los demás, el compartir, la justicia, la honestidad, tu corazón sentirá, palpitará y vivirá por esos valores; por el contrario si tu tesoro es el egoísmo, el disfrutar de la vida, el medrar, el ser más que los otros, el triunfo personal… tu corazón deseará todo aquello que te ayude a conseguir esos objetivos."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 20 de junio de 2024

NUESTRA ORACIÓN

 


Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así:
‘Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
así como se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a quienes nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.’
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.

El Padrenuestro es nuestra oración. Nos la enseñó Jesús. No se trata de muchas palabras. Dios ya sabe lo que necesitamos. Se trata de ofrecerle nuestra vida. Se trata de contemplar nuestra vida a la luz del Padre. Se trata de vivir en el Padre.

"Hoy Jesús nos recuerda: “Cuando recéis no uséis muchas palabras…” La oración cristiana no consiste en hablar mucho, decir muchas cosas, hacer grandes explicaciones… porque no tenemos que convencer a Dios pues Él conoce perfectamente nuestras necesidades, problemas, situaciones… Más bien somos nosotros los que debemos descubrir en la oración lo que Dios ya sabe. Oramos a un Dios que es “nuestro Padre”, y como tal nos conoce, nos ama, nos cuida, nos perdona y está a nuestro lado. No oramos a un extraño o a alguien que no se preocupa por nosotros.
La oración es una relación filial de confianza con un Padre que nos conoce y sabe lo que necesitamos en cada momento. El cristiano sabe que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”, es decir, Dios es nuestro compañero de camino, que va a nuestro lado día y noche, con quien siempre podemos hablar y entablar un encuentro de tú a tú.
La oración es más escuchar que hablar; acoger la palabra de quien sé me ama, estar atento a quien quiere decirme algo. La oración es un diálogo con Aquel que me conoce y quiere lo mejor para mí en todo momento y circunstancia, aunque a veces no lo comprenda o me haga sufrir, pues estoy convencido de que Él quiere lo mejor para mí y todo lo que me acontece es para mi bien.
La oración es también una respuesta a quien me habla, como María que escuchó y respondió “he aquí la esclava del Señor”. Responder es fidelidad, es compromiso, es obediencia, es llevar a la práctica la palabra escuchada en la oración. No hay verdadera oración si no hay cambio de vida o comportamiento. La verdadera oración siembra y genera vida, y la prueba es que las personas que oran con constancia y perseverancia son más buenas, más generosas, más serviciales… pues la oración las lleva a querer ser como Dios y a hacer las cosas como Dios. Jesús ya lo dijo: “el sarmiento que está unido a la vida, da fruto; yo soy la vid y vosotros los sarmientos”.
La oración del Padre nuestro tiene dos partes:
  • Primera parte: El deseo de crecer en la intimidad del Padre: de sentir al Padre como nuestro (de todos sin distinción de raza y color, cultura y condición social); de santificar su nombre (respetar, adorar, alabar, bendecir, agradecer, no tomar a Dios en vano…); venga tu Reino (Él es el único Señor a quien debemos obedecer y seguir, no hay otros dioses ni intereses); hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (no nuestra voluntad, no nuestros caprichos, no nuestras ideas; esa voluntad que descubrimos en la oración y el discernimiento comunitario).
  • Segunda parte: nosotros, la comunidad. Nuestro pan, nuestras ofensas, nuestros ofensores, no nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal. La oración cristiana no se puede olvidar que cada bautizado es hermano, hermana y madre de los demás; que Dios es Padre “nuestro”, de todos y cuando reza debe acordarse de todos, y también de quienes le han ofendido o son enemigos. La oración cristiana no excluye a nadie.
Di Nuestro, si no te aíslas con tu egoísmo.
Di que estás en los cielos, cuando seas espiritual y no pienses sólo en lo material.
Di santificado sea tu Nombre, si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.
Di venga a nosotros tu Reino, si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que Él reine en todas partes.
Di hágase Tu voluntad, si la aceptas y no quieres que sólo se haga la tuya.
Di danos hoy nuestro pan, si sabes compartir con los pobres y con los que sufren.
Di perdona nuestras ofensas, si quieres cambiar y perdonar de corazón.
Di no nos dejes caer en tentación, si de verdad estás decidido a alejarte del mal
Di líbranos del mal, si tu compromiso es por el bien.
Y di Amén si tomas en serio las palabras de esta oración.
Rezar es comprometedor, y rezar el Padre nuestro es un examen de conciencia permanente, porque no se trata de repetir palabras sin más, sino que lo que dicen nuestros labios es expresión de lo que cree nuestro corazón.
Di Padre, si cada día te portas como hijo y tratas a los demás como hermanos."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 19 de junio de 2024

SER AUTÉNTICOS

 

No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.
Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.

Jesús nos quiere auténticos. Debemos actuar desde el fondo de nuestro corazón, con convencimiento. No para que nos vean, para quedar bien, para que nos consideren... Dios nos conoce y ve nuestro interior. A Él no lo engañaremos. No importa lo que los demás digan de nosotros. Lo importante es, lo que realmente somos.
 
"El evangelio de hoy comienza diciendo: “Cuidad de no practicar”. Jesús nos da una llamada de atención para que comprendamos bien la enseñanza que nos va a hacer. Se trata de la auténtica manera de vivir la fe y para ello parte de la observación del comportamiento de sus compatriotas, quienes tenían una forma muy peculiar de relacionarse con Dios.
La limosna, la oración y el ayuno eran tres obras de piedad de los judíos que las cumplían escrupulosamente. Pero las hacían para ser vistos por los demás y así ganar prestigio entre la gente. Podríamos decir que eran medios de autopromoción personal ante Dios y la comunidad.
Jesús invita a sus discípulos a hacer el bien no para ser vistos, alabados, aplaudidos y condecorados por los demás, sino por Dios, que es el que nos juzga y recompensa. En nuestra relación con Dios hay dos formas de piedad: la auténtica (nos movemos por el amor y la entrega a Dios como razones profundas de nuestra piedad) y la falsa (obramos por hipocresía y usando la máscara de la apariencia). En la primera es un acto de agradecimiento a Dios de quien lo recibimos todo gratuitamente y siempre; en la segunda nos buscamos a nosotros mismos fomentando nuestro ego y sus apetencias.
Somos conscientes de que cuando hacemos algo bueno nace casi instintivamente en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esa buena acción  para tener una satisfacción personal. Por eso Jesús nos invita a hacer las cosas sin ninguna ostentación y confiar únicamente en la recompensa del Padre “que ve en los secreto”.
Jesús nos propone el camino del obrar siempre con gratuidad y del servicio escondido y humilde, convencidos de que la mejor recompensa no es el triunfo y el reconocimiento humano,  sino que la recompensa es la alegría interior, la paz de la conciencia y la satisfacción del obrar correcto. Ciertamente es un camino, pues no se pasa fácilmente de la satisfacción del ego a la alegría interior y al hacer las cosas solo para la gloria de Dios y el bien de su Reino.
La piedad, que es la relación filial con el Padre Dios, tiene que ser auténtica y verdadera; tiene que nacer de un corazón noble y bueno que ha descubierto que ser hijo de Dios es la mayor grandeza y dignidad y que vivir como hijo es dar toda la gloria, honor y alabanza al Padre de quien todo procede. De ahí la insistencia de Jesús en que descubramos que Dios es Padre y que nosotros somos sus hijos amados y elegidos. Este descubrimiento nos hará libres y auténticos, sinceros y transparentes, agradecidos y espontáneos en nuestra relación con Dios Padre. Jesús lo expresa así: “vivir en la verdad”. No podemos usar las cosas de Dios para nuestra satisfacción egoísta y mundana.
Una vez más la invitación de Jesús “cuidad de no practicar” es una llamada al corazón para mirar cuáles son los móviles en nuestro comportamiento como cristianos y ver si nos dejamos seducir por los criterios del mundo (“la mundanidad” de que nos habla el Papa Francisco). La tentación es muy sutil y engañosa."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

martes, 18 de junio de 2024

AMOR TOTAL

 

También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

Ayer se nos pedía devolver bien por mal. Hoy Jesús nos dice, que amemos a nuestros enemigos. Que es como decir que no debemos tener enemigos. Nuestro Amor debe ser, para ser cristiano, para ser como el Amor de Jesús, a todo el mundo sin excepción.  Sólo así estamos en camino de ser perfectos como el Padre.

"Jesús nos propone hoy algo muy difícil, pero no imposible de conseguir: el amor cristiano debe llegar hasta el perdón a los enemigos como Jesús lo hizo en la Cruz. Todos los días lo decimos en el Padrenuestro “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Son enemigos quienes nos ponen dificultades, nos ponen a prueba, aquellos que no nos quieren, aquellos a quienes no les caemos bien, aquellos que no hablan tal como nosotros lo hacemos, y tanto la gente de dentro como de fuera de nuestra familia y amigos. Incluso Jesús nos pide que recemos por nuestros enemigos, por aquellos que nos quieren destruir, para que Dios los bendiga. Esta es la “lógica difícil” de Jesús que perdonó no solo a los que le mataban “perdónalos, Padre, no saben lo que hacen”, sino que también pidió perdón por ellos.
La verdadera media de nuestro compromiso y nuestra fe se revela en nuestra capacidad para amar a aquellos que se oponen a nosotros, a aquellos que nos desafían. Este amor incondicional no es un sentimiento pasajero, sino una decisión consciente de buscar el bien, incluso cuando enfrentamos hostilidades o indiferencia, pues el verdadero amor no pide nada a cambio, el verdadero amor se da aunque sea pisoteado. Ya decimos que el amor nos asemeja a Dios que ama sin distinciones ni preferencias. Dos llaves abren el corazón de Dios: el amor y el perdón; dos llaves abren el corazón del hombre: el amor y el perdón.
Los cristianos estamos llamados a ser “puentes” de reconciliación y paz, y “fuente” de amor incondicional en la vida diaria con la bondad y la comprensión hacia aquellos con quienes podemos tener diferencias en el trabajo, la familia, la comunidad. Al vivir así nos acercamos más a la perfección a la que estamos llamados, pues reflejamos la bondad y misericordia que se nos ha manifestado a nosotros mismos.
Esta enseñanza de Jesús es revolucionaria y  contracultural, puesto que nos invita a mirar más allá de nuestras propias limitaciones y prejuicios para vivir un amor que no conoce fronteras.
¿Podemos llegar a amar a nuestros enemigos? ¿Cómo? Te indico un camino que tiene esos pasos.
llénate del Espíritu Santo, de su amor, que es de Dios. El amor es un don de Dios que hay que pedir;
-perdona: si no perdonas nunca madurarás como creyente, pues hay que morir para vivir;
controla tus pensamientos, para que no te vuelvan a contaminar y caigas en la amargura y retrocedas en tu camino;
compadécete: la compasión hacia quien te ofendió, porque no sabe lo que hizo;
bendice a quien te maldiga: “bendecid, sí, no maldigáis”, es decir sé amable y amigable;
ora por tus enemigos y adversarios: “haz el bien a los que te aborrecen”.
Son pautas para hacer un buen camino hacia la plena reconciliación y paz interior."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 17 de junio de 2024

DEVOLVER BIEN POR MAL

 

Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa. Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos. Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.

A nosotros nos parece justo lo de ojo por ojo y diente por diente. Nuestra justícia es la de "el que la hace la paga". Leemos este fragmento de hoy, nos parece muy bien, pero, en la práctica, seguimos con el ojo por ojo y diente por diente. Si algo nos cuesta en la vida, es perdonar. Decimos perdonar, pero en nuestro interior queda un resentimiento, que no borramos, contra aquella persona. 
Lo que nos pide Jesús no es fácil. Debemos, sin embargo, esforzarnos por conseguirlo. Si nuestro objetivo es amar, no podemos llegar a él sin saber perdonar. Sin devolver bien por mal, que es lo que nos pide Jesús.

"En estos capítulos del evangelio de San Mateo (5-7) Jesús nos propone una nueva forma de vida, una manera distinta de vivir el amor que nos pide perdonar y olvidar. Ya no sirve el devolver en justicia, sino que Jesús nos pide el perdón total que excluye la venganza y el rencor, el odio y la violencia. Es el amor cristiano que se manifiesta de forma especial en la misericordia, como la expresión sublime de la santidad a la que Dios nos llama: “sed santos como yo soy santo”.
Jesús cambió las cosas y puso el perdón en el centro de la vida cristiana. Jesús enseña a sus discípulos a no devolver mal por mal, sino a responder al mal con la bondad, que se alejen de la mentalidad del “ojo por ojo, diente por diente” y superen el mal con el bien. Es fácil decir esto pero hacerlo… aunque ciertamente no es imposible.
Jesús pide a sus seguidores, a sus discípulos, que deben morir al yo en cada situación del día a día y en nuestras relaciones personales con los demás.  Morir al yo significa:
- morir a los deseos de venganza y autodefensa, y dejar a Dios que juzgue rectamente en toda situación, pues Él lo ve todo y por eso que no se afanen por vengarse y defenderse  a sí mismos, pues a su tiempo verán  lo que Dios hace.
- morir a la soberbia y al orgullo: la tentación de rebelarse  contra la autoridad divina y desobedecer a la Ley de Dios, al sentimiento de superioridad que lleva a menospreciar no solo a los demás, sino a actuar con soberbia menospreciando la autoridad divina.
- morir al egoísmo: sentimiento de poseer y no ceder por ningún motivo a lo que pienso que es mío (ejemplo la viña de Nabot que Ajab se apropia, 1ª lectura). Jesús nos enseña a prestar atención a las necesidades que podamos apoyar en un momento concreto dando generosamente según nuestras posibilidades.
El que sigue preocupado de sí mismo, de su imagen y reputación, de responder inmediatamente a ofensas y agravios, de estar siempre a la defensiva… no puede poner por obra estas enseñanzas de Jesús.  Para avanzar por este camino  hay que estar unido a Jesús y tener experiencia, muchas veces, de haber sido perdonado y limpiado de todos los pecados. Solo quien es perdonado, aprende a perdonar y a comprender los errores y debilidades de los demás."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 16 de junio de 2024

LA GRANDEZA DE LO PEQUEÑO

  
Jesús dijo también: “Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha."
También dijo Jesús: “¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra.”
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.

Despreciamos lo pequeño, sin embargo puede ser muy importante. Pensamos que para lograr cambios debemos hacer grandes acciones. Olvidamos, nos dice Jesús, que de una pequeña semilla puede salir un gran árbol. Olvidamos que no somos nosotros los que la hacemos crecer. Es Dios el que hace que produzca frutos. El dicho, gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, en un lugar pequeño, puede cambiar el mundo. El Reino nacerá de pequeñas acciones hechas con Amor.
 
"Todo tiene su tiempo y su lugar. Recuerdo, cuando era niño, “la fruta de temporada”. Había productos que solo se podían conseguir en determinadas épocas del año. Eran otros tiempos. En esta era de la globalización todo está disponible siempre. Tiene sus cosas buenas, claro, pero… Y además lo queremos todo al instante. Si la entrega de un pedido se dilata más de dos días, ya nos parece mucho. Vivimos demasiado rápido.
En tiempos de Jesús la vida tenía otra cadencia. El ritmo lo marcaba la naturaleza, la jornada comenzaba cuando clareaba el día y se terminaba cuando oscurecía. Era otra cosa. Muy diferente. Aunque las preguntas más básicas ante la vida, seguramente, serían las mismas. Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos… Qué pasará mañana. Cómo nos tratará el destino.
Y, ante el mensaje de Jesús, la Buena Nueva del Reino, también habría dudas, preguntas, estarían muy despistados, ante la novedad de esa realidad misteriosa de la que hablaba Cristo. Alguna intuición tendrían, verían que Jesús creía en lo que decía, pero es posible que se les escaparan muchas cosas. A nosotros, veintiún siglos después, sabiendo lo que pasó realmente, no siempre nos resulta fácil entender todo. Es normal que los coetáneos del Maestro tuvieran toda clase de representaciones del Reino, quizá a cada cual más extraña, porque el Reino era y es algo misterioso. Algo difícil de entender.
Jesús tiene contacto con las dos orillas, la de Dios y la de los hombres, por eso se convierte en puente entre los dos mundos. Sabía lo que era el Reino de Dios, y sabía también lo que pensaban los hombres, lo que podían entender y lo que les resultaba más difícil. Por eso, seguramente, usa los ejemplos que hemos escuchado, para ir de lo que ya conocían, lo mundano, lo del campo, a lo que resultaba más complicado, misterioso, lo del Reino. De las semillas a los árboles. De las plantas a los frutos.
Así, ese milagro a cámara lenta, a tiempo lento, que es el crecimiento de la semilla pasando desde la brizna primera que asoma sobre la tierra, hasta la caña o tallo, y llegando a la espiga y el grano. Sí, es un milagro, pero tiene lugar a cámara lenta. Llevados quizá de la impaciencia querríamos que el fruto apareciera de repente, pero hemos de saber respetar los ritmos de las cosas, su marcha sin prisa y sin pausa. Lo mismo que la semilla grana, así la semilla del Reino granará.
No sabemos cómo, pero Dios llevará a buen término esa frágil promesa que es una semilla. A los impacientes por ver el Reino de Dios instalado inmediatamente en la tierra Jesús les decía: yo siembro y confío; yo siembro y lo demás lo dejo en las manos de Dios, con la absoluta certeza de que habrá cosecha. Esa es la tarea del creyente. Trabajar y confía, obrar como si todo dependiera de nosotros, sabiendo que todo depende de Dios.
Otros, quizá el mismo Pedro, o Simón el Zelota, o alguno de los seguidores a tiempo discontinuo, podían pensar que el pequeño grupo de Jesús era impotente, no tenía medios para cambiar el mundo. No curaba a todos los leprosos, no resucitaba a todos los muertos, no daba de comer a todos los hambrientos… De nuevo Jesús usa un ejemplo que, probablemente, todos conocían en su tiempo. El grano de mostaza, parece, es del tamaño de una cabeza de alfiler, más o menos. En ese estado, es increíble que un pájaro pueda encontrar reposo en él. Y, sin embargo, de ese pequeño grano surge una planta en la que anidan las aves. Si eso pasa en el mundo, cuánto más puede suceder en el orden sobrenatural.
Es verdad que nos cuesta tener la paciencia y la profundidad para poder apreciar todo esto. Vemos lo que queremos ver, los prejuicios y las (malas) experiencias nos limitan la visión. Tenemos que aprender a mirar la vida con otros ojos, para poder ver los “pequeños milagros de la vida diaria”. Lo que sucede en la naturaleza, y lo que pasa en nuestras vidas. Se trata de ver todo como lo veía Jesús, que podía decir: “yo siembro, yo confío”. Que nuestras acciones sean también portadoras de vida, que sepamos llevar la semilla allá donde nos lleve el Espíritu. Y, como dice el salmo, siempre con agradecimiento. Que nos sintamos plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios. Con Él todo irá bien. Si bien no podemos verlo inmediatamente. Aunque lleve su tiempo. El tiempo del Reino de Dios."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 15 de junio de 2024

SER TRANSPARENTES

 

También habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido bajo juramento al Señor.’ Pero yo os digo que no juréis por nada ni por nadie. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni siquiera juréis por vuestra propia cabeza, porque no podéis hacer que os salga blanco o negro ni un solo cabello. Si decís ‘Sí’, que sea sí; y si decís ‘No’, que sea no. Lo que se aparta de esto, es malo.

No siempre somos sinceros; por eso nos vemos obligados a jurar. Debemos ser transparentes. Si todos nos consideran sinceros, porque nunca mentimos, no hará falta jurar. Y menos poniendo por testigo a Dios. Esto es usarlo en nuestro provecho. Si nuestro sí es sí y nuestro no es no, nadie dudará de nosotros. Seremos dignos de confianza.

"Puede ocurrir, y de hecho ocurre que a veces nuestro sí no lo sea del todo. Que juguemos con cierta ambigüedad al afirmar algo o comprometernos. En su comentario a estas palabras del Señor, San Agustín previene: “tú que eres hombre y te engañas en muchas cosas, con frecuencia presentas a la verdad como testigo de tu falsedad”.
Lo que Jesús nos pide es que a nuestras falsedades y engaños, en muchas ocasiones autoengaños, no añadamos la ofensa de poner como testigo el santo nombre de Dios. El nos promete que conoceremos la verdad, que él mismo es la Verdad. Si “andamos en verdad” como pedía Santa Teresa a sus monjas, bastará con el sí y el no.
“No tomarás el nombre de Dios en vano”: en el Decálogo que Dios entregó a Moisés, este mandamiento es el segundo. Y lo cierto es que no se respeta, ni siquiera en ambientes de gente que cree. De gente, como nosotros que recita a diario “santificado sea tu nombre” en el Padrenuestro. Pero si el nombre, en el sentido bíblico es la verdad íntima de las cosas y sobre todo de las personas, tomar el nombre de Dios quiere decir asumir su realidad, entrar en una relación fuerte, en una relación estrecha con Él. El nombre del Señor es santo debe y guardarse en la memoria en un silencio de adoración amorosa. Sólo puede ser dicho para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo. Tomarlo en vano, frívolamente o lo que es peor, con la pretensión de utilizarlo para nuestros fines, incluso los que nos parecen buenos, es necedad y ofensa.
Si al empezar el día o a lo largo de él, hacemos la señal de la cruz y decimos “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” que sea con reverencia y amor, conscientes de lo que decimos y porqué lo decimos."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda) 

viernes, 14 de junio de 2024

DESHACERNOS DEL MAL

 Habéis oído que antes se dijo: ‘No cometas adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira con codicia a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtala y échala lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: ‘Cualquiera que se separe de su esposa deberá darle un certificado de separación.’ Pero yo os digo que todo aquel que se separa de su esposa, a no ser en caso de inmoralidad sexual, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.


El texto de hoy nos dice de una manera dura, que la intención es lo que cuenta. Se deseamos hacer el mal, ya lo estamos haciendo, porque lo cometemos en nuestro corazón. Con imágenes muy duras, nos dice que debemos deshacernos del mal. Luchar por eliminarlo de nuestras vidas.

"Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo. Aquí el discurso de Jesús presenta una dureza inusitada. Claro que él mismo no aprobaría que decidiéramos seguir el mandato literalmente… Es, como muchas expresiones de Jesús que recogen los Evangelios, una “exageración retórica”. Pero el fondo es radical, es decir, va a la raíz, al interior del que brotan los deseos. Al fondo íntimo de la persona que Cristo vino a recrear, a restaurar, venciendo al pecado y a la muerte. En eso consiste llevar a cumplimiento la ley y los profetas hasta la última tilde. En creer que “Todo está cumplido” con Jesús en la cruz y que estamos renacidos desde el bautismo.
Quitad lo sobrenatural, y no os encontraréis con lo natural, sino con lo antinatural… La cita de  Chesterton es, entre otras posibles interpretaciones, una descripción sintética de lo que ocurre en la cultura occidental u occidentalizada, con la sexualidad. Es una consecuencia de la increencia, de esa suerte de ateísmo práctico en el que se mueven incluso muchos que se consideran o nos consideramos creyentes.
Siempre ha habido adulterio, prostitución y desviaciones variadas y siempre doctrina sólida de la Iglesia, quizá también algo excesiva en fijar límites en cuestiones poco sustanciales. Pero aquella doctrina estuvo bien valorada aún por los transgresores. Hoy el ambiente propicia romper todos los límites e incluso admirar y aplaudir a quienes los sobrepasan. En definitiva en creer una conquista de la libertad lo antinatural que nos degrada.
Cuidemos nuestro interior y “arranquemos” todo lo que nos induce a la caída, pidiendo la gracia para creer y ser consecuentes con la fe en Cristo, garantía de la victoria. «Porque lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal, y cuando uno no es un ignorante y sabe lo que se pesca, no tiene derecho a obrar mal», que dice Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

jueves, 13 de junio de 2024

PERDONAR Y PEDIR PERDÓN

 

Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’ Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

De nada sirven nuestras oraciones si no amamos. Si estamos peleados, si nos ofenden y no sabemos perdonar. Si ofendemos y no pedimos perdón...Esas oraciones son palabras, pura hipocresía. No olvidemos nunca: el núcleo del Evangelio es el Amor.

"Sentadas las mayores de la ley, entramos hoy en el detalle. Jesús explica “la última tilde”.porque
si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Y esto va mucho más allá de la literalidad del solemne no matarás del Decálogo. Hay que dominar la ira que nos empuja a la agresión, no sólo a la violencia física, sino a la verbal, al insulto y a la ofensa. También al deseo de venganza, al resentimiento y al rencor.
Al examinar nuestra conciencia, no podemos absolvernos con aquello tan barato de “yo no mato, ni robo”.
Es probable, aunque difícil de verificar, que algunos santos, los de altar y aureola y esos anónimos que son multitud en el cielo y aún en la tierra, en efecto nunca hayan insultado ni ofendido con el desdén, la crítica, el ninguneo y las muy variadas formas de menosprecio de las que somos capaces los humanos. Lo que es seguro es que los santos no permiten que crezca en ellos el odio, no dejan de pedir perdón, ni de perdonar.
Estamos llamados a la santidad. El cumplimiento “hasta la última tilde” de este mandamiento implica no perder el ánimo de hablar, de buscar la forma de volver al diálogo y la reconciliación, o al menos de establecer algún modo de acuerdo con quienes son (o somos para ellos) motivo de tropiezo.
Tan exigente es la propuesta, que, de no actuar así con el prójimo, la oración, la vida sacramental, la participación en el sacrificio eucarístico, los actos de culto y devoción no nos servirán para nada.
Por supuesto, no se trata de sentimentalismo, de fingir una simpatía imposible, de todo el mundo es bueno y que viva la gente.
También, algunas veces en la vida nos toca sufrir la injusticia: alguien nos hiere y no nos pide perdón. En la propuesta de Jesús está perdonar de todo corazón aunque no nos lo pidan y no detenernos en el “recuento de agravios”. Como un poco más adelante se nos dirá en el evangelio de Mateo, pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)