miércoles, 19 de junio de 2024

SER AUTÉNTICOS

 

No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.
Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.

Jesús nos quiere auténticos. Debemos actuar desde el fondo de nuestro corazón, con convencimiento. No para que nos vean, para quedar bien, para que nos consideren... Dios nos conoce y ve nuestro interior. A Él no lo engañaremos. No importa lo que los demás digan de nosotros. Lo importante es, lo que realmente somos.
 
"El evangelio de hoy comienza diciendo: “Cuidad de no practicar”. Jesús nos da una llamada de atención para que comprendamos bien la enseñanza que nos va a hacer. Se trata de la auténtica manera de vivir la fe y para ello parte de la observación del comportamiento de sus compatriotas, quienes tenían una forma muy peculiar de relacionarse con Dios.
La limosna, la oración y el ayuno eran tres obras de piedad de los judíos que las cumplían escrupulosamente. Pero las hacían para ser vistos por los demás y así ganar prestigio entre la gente. Podríamos decir que eran medios de autopromoción personal ante Dios y la comunidad.
Jesús invita a sus discípulos a hacer el bien no para ser vistos, alabados, aplaudidos y condecorados por los demás, sino por Dios, que es el que nos juzga y recompensa. En nuestra relación con Dios hay dos formas de piedad: la auténtica (nos movemos por el amor y la entrega a Dios como razones profundas de nuestra piedad) y la falsa (obramos por hipocresía y usando la máscara de la apariencia). En la primera es un acto de agradecimiento a Dios de quien lo recibimos todo gratuitamente y siempre; en la segunda nos buscamos a nosotros mismos fomentando nuestro ego y sus apetencias.
Somos conscientes de que cuando hacemos algo bueno nace casi instintivamente en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esa buena acción  para tener una satisfacción personal. Por eso Jesús nos invita a hacer las cosas sin ninguna ostentación y confiar únicamente en la recompensa del Padre “que ve en los secreto”.
Jesús nos propone el camino del obrar siempre con gratuidad y del servicio escondido y humilde, convencidos de que la mejor recompensa no es el triunfo y el reconocimiento humano,  sino que la recompensa es la alegría interior, la paz de la conciencia y la satisfacción del obrar correcto. Ciertamente es un camino, pues no se pasa fácilmente de la satisfacción del ego a la alegría interior y al hacer las cosas solo para la gloria de Dios y el bien de su Reino.
La piedad, que es la relación filial con el Padre Dios, tiene que ser auténtica y verdadera; tiene que nacer de un corazón noble y bueno que ha descubierto que ser hijo de Dios es la mayor grandeza y dignidad y que vivir como hijo es dar toda la gloria, honor y alabanza al Padre de quien todo procede. De ahí la insistencia de Jesús en que descubramos que Dios es Padre y que nosotros somos sus hijos amados y elegidos. Este descubrimiento nos hará libres y auténticos, sinceros y transparentes, agradecidos y espontáneos en nuestra relación con Dios Padre. Jesús lo expresa así: “vivir en la verdad”. No podemos usar las cosas de Dios para nuestra satisfacción egoísta y mundana.
Una vez más la invitación de Jesús “cuidad de no practicar” es una llamada al corazón para mirar cuáles son los móviles en nuestro comportamiento como cristianos y ver si nos dejamos seducir por los criterios del mundo (“la mundanidad” de que nos habla el Papa Francisco). La tentación es muy sutil y engañosa."
(José Luís Latorre cmf, Ciudad Redonda)

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