domingo, 9 de junio de 2024

LA FAMILIA DE JESÚS

 

Después entró Jesús en una casa, y se juntó de nuevo tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Al saber que estaba allí, los parientes de Jesús acudieron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.
También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: Beelzebú, el propio jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
Jesús los llamó y les puso un ejemplo, diciendo:¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? Un país dividido en bandos enemigos no puede mantenerse, y una casa dividida no puede mantenerse. Pues bien, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse: habrá llegado su fin.
Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus bienes, si antes no lo ata. Solamente así podrá robárselos.
Os aseguro que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan; pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo no tendrá perdón, sino que será culpable para siempre.
Esto lo dijo Jesús porque afirmaban que tenía un espíritu impuro.
 Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron fuera y mandaron llamarle. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le avisó:
– Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.
Él les contestó:
– ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:
– Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Jesús nos dice que no debemos pecar contra el Espíritu. Que no debemos ir contra el Amor. El Espíritu nos hace entrar en lo más interior de nosotros mismos. Allí está el Amor. Allí descubrimos que todos formamos una familia, si cumplimos la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es que nos amemos los unos a los otros. ¿Si realmente lo creyéramos, no sería nuestra sociedad muy diferente? Sería el Reino aquí en la tierra.

Los líderes religiosos del tiempo de Jesús estaban abrumados por todo lo que Jesús hacía. Y, como no podían negar los hechos, le dan la vuelta a lo que hacía Jesús. De alguna manera, “satanizan” a Jesús, llamando malo a lo bueno y bueno a lo malo. Algo que hoy sigue siendo actual, está muy de moda. Llaman “derechos” a acciones objetivamente malas como el aborto o la eutanasia, por ejemplo. Si el mensaje de Jesús sobre el amor del Padre viene del Maligno, al pueblo no le queda otra opción que negarlo y seguir obedeciendo a los letrados y fariseos. Los intereses desviados, personales y también institucionales pueden pervertir la conciencia. Y cuando eso sucede, el poder del mal se multiplica, pudiendo parecer hasta imparable. Cuando los que se pervierten son los que tienen el poder, es el pueblo el que sufre las consecuencias. Desacreditando las obras de Cristo, desacreditaban su doctrina, e incluso tenían un motivo para condenarlo a muerte. Un callejón sin salida, que coartaba la libertad de elección de la gente, y ataba a unos ritos agobiantes.

La familia de Jesús, en medio de esto, no entiende lo que hace, le tachan de loco, no sabe cómo reaccionar y va a buscarlo. Como todos los discípulos, su propia familia debía pasar por un proceso de maduración Ese proceso del discipulado tiene sus momentos de oscuridad y dudas, hasta la cruz y, lógicamente, la resurrección. Entonces se revelará el sentido pleno de la vida de Jesús: hombre y Dios al servicio de la humanidad. Entonces verán claro.
Hasta entonces, Jesús, en presencia de su familia, reacciona como debe, enseñando lo que es lo correcto, colocando la dignidad y la libertad de la persona por encima de todo, y recordando que cumplir la voluntad del Padre es el motor de su vida. Por eso, debe ser el motor de la vida de los creyentes. De esa manera, todos los que nos esforzamos por cumplir la voluntad del Padre nos convertimos en familia de Jesús. El Reino de Dios, el ideal de la vida de Cristo, se convierte en una meta que reúne a muchos hermanos y compañeros, formando una nueva familia, distinta de la de la carne y la sangre.
Si la causa del Reino se convierte en la Causa absoluta de mi vida, entonces formo parte de la familia de Jesús. Puedo sentir a todos los que también creen en ella como “mi madre y mis hermanos”. Empieza una nueva forma de entender la vida, la familia y la misma fe. No es fácil, pero es posible. Lo hicieron María y los Apóstoles. Lo han hecho muchas personas sencillas a lo largo de la historia. Tú, ¿vas a intentarlo? Con la ayuda de Dios, sí se puede.
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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