jueves, 6 de junio de 2024

AMAR A DIOS Y A TODOS

 

Uno de los maestros de la ley, que les había oído discutir, se acercó a él y le preguntó:
– ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
Jesús le contestó:
– El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ Y el segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.
El maestro de la ley dijo:
– Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: Dios es uno solo y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y que todos los sacrificios que se queman en el altar.
Al ver Jesús que el maestro de la ley había contestado con buen sentido, le dijo:
– No estás lejos del reino de Dios.
Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Amar a Dios y al prójimo son dos amores inseparables. Hasta el punto que no pueden existir por separado. Si decimos que amamos a Dios pero no amamos al prójimo, estamos mintiendo. Porque la verdadera manera de amar a Dios, es amar al prójimo. La medida de nuestro amor a Dios es nuestro amor al prójimo. Nuestra sociedad está alejándose de Dios, no porque no va a las iglesias, sino porque estamos dejando al prójimo morir de hambre, morir en la guerra, morir ahogado en el mar...El día que realmente nos preocupemos del otro, será la señal de que nos estamos acercando a Dios.
  
"Se le acerca a Jesús uno de un maestro de la ley abierto, sincero, humilde, preguntando qué es lo más importante, cuál es el mandamiento primero. La pregunta que le hace le da a Jesús la oportunidad de proclamar el mandamiento principal de la Alianza.
Jesús resume todo en el amor a Dios y al prójimo. Eso nos libera de muchas complicaciones y nos vuelve a lo esencial, nos devuelve la alegría El maestro de la ley entendió muy bien que más importante que los ritos y sacrificios del templo era el amor a Dios y al prójimo. Jesús, lo felicita, no dice más cosas.
Pero lo que propone Jesús no es un amor pequeño, superficial, “líquido”, débil, pasajero. Pide amar a Dios con todo nuestro ser y a cada hermano como nos amamos a nosotros mismos. Y eso no es cuestión de palabras.
No podremos amar al prójimo sin amar a Dios, ni pretender amar a Dios sin amar al prójimo. Las dos caras de la misma realidad. Hoy lo experimentaremos si presentamos este amor con rostros concretos."
(Salvador León cmf, Ciudad Redonda)

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