martes, 13 de agosto de 2024

ASEMEJARNOS A LOS NIÑOS

 

 En aquella misma ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:

– ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo:

– Os aseguro que si no cambiáis y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se humilla y se vuelve como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

No despreciéis a ninguno de estos pequeños. Pues os digo que sus ángeles en el cielo contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.

Hacernos como niños. El niño es totalmente dependiente de sus padres. Nosotros debemos hacernos totalmente dependientes de Dios. Todo lo contrario de nuestra sociedad, que nos incita a conseguir poder, a ser más que los demás, a dominar...
Como el niño debemos estar pendientes de lo que el Padre quiere de nosotros. Como el niño debemos confiar siempre en nuestro Padre. 
Debemos respetar a las personas más débiles, porque ellas estan más cerca de Dios; porque respetarlas a ellas, es respetar a Dios.

"Jesucristo nos invita a asemejarnos a los niños. En distintos escritos, Chesterton subraya dos características infantiles que deberíamos recuperar para hacernos como niños: el asombro y la confianza. Los niños pequeños se asombran delante de cualquier realidad, por el mero hecho de que “sea” y se sorprenden delante de cada una de las modalidades del “ser” o de las leyes naturales de nuestro mundo: una persona, un niño, una niña, una abuela, un señor que pasa en la calle, un bebe, una flor, un insecto, una piedra, la luna, una sombra, la gravedad, la luz, un sueño… Además un bebé es confiado: no tiene otra opción que depender de sus padres o de los adultos y crece en esa confianza básica, esperando que papá, mamá o cualquier mayor solucione los problemas y lo arregle todo.
Hacernos como niños significa mantener el asombro y la admiración por lo que existe… reconociendo al Creador de todo. Siguiendo a Chesterton: “Los sabios más profundos no han alcanzado nunca la gravedad que habita en los ojos de un bebé de tres meses. Es la gravedad de su asombro ante el Universo”. Significa también caer en la cuenta de que nada podemos sino confiar en Dios que nos ha traído a la vida. En todo dependemos de Él.
Confiar sin límites en fin, en el Buen Pastor que no quiere que se pierda ninguna de sus ovejas."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

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