viernes, 25 de julio de 2014

EL ANACORETA Y LAS SOLEDADES


Llegó desesperado. Decía que no soportaba la soledad y que si seguía así acabaría por quitarse la vida. El Anacoreta lo hizo sentar. Le preparó un refresco. Guardaron un rato de silencio hasta que le dijo:
- Hijo mío. La soledad puede ser realmente insoportable. Pero hay diferentes soledades.
Tomó un sorbo de refresco y prosiguió:
- La soledad impuesta, de quien se siente abandonado, incomprendido, solo, aunque esté rodeado de una multitud, es una soledad que hace daño. Existe también la falsa soledad del individualista, que no es sino egoísmo camuflado. Esta también destruye a la persona. Pero existe la soledad que nos une al universo, que nos hace sentir unidos a todos los hombres, de manera especial a los que sufren, a los que todos ignoran...Esta soledad es el hogar de la persona. 
Miró al hombre desesperado y añadió:
- No estás solo, aunque creas que nadie te hace caso. Estás junto a muchas personas que te necesitan. Mira a tu alrededor. Dales aunque sólo sea una sonrisa. Verás como en tu interior notas que no estás solo. Cuando viajes en el autobús, mira a los otros pasajeros. Cada uno de ellos lleva su vida a cuestas, sus penas, sus alegrías. Verás como ya no te sentirás solo. Verás en cada uno de ellos un hermano que está junto a ti. Cuando estés en casa y te sientas solo, piensa otra vez en ellos, y llenarán tu soledad con sus vidas. 
Acabaron el refresco en silencio...y al marchar, el hombre abrazó al Anacoreta, le sonrió y le dijo:
- Gracias.  

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