domingo, 28 de septiembre de 2014

¿QUIÉN SIGUE A JESÚS?


"Jesús les preguntó:
– ¿Qué os parece esto? Un hombre que tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: ‘Hijo, ve hoy a trabajar a la viña.’ El hijo le contestó: ‘¡No quiero ir!’, pero después cambió de parecer y fue. Luego el padre se dirigió al otro y le dijo lo mismo. Este contestó: ‘Sí, señor, yo iré’, pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que el padre quería?
– El primero – contestaron ellos.
Entonces Jesús les dijo:
– Os aseguro que los que cobran los impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que vosotros en el reino de Dios. Porque Juan el Bautista vino a mostraros el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Vosotros, aun después de ver todo eso, no cambiasteis de actitud ni le creísteis."
Hoy nos cuenta Jesús una pequeña parábola. El hijo que dice sí, pero luego no cumple; y el hijo que dice que no, pero luego se lo piensa y cumple.
Seguir a Jesús no es cuestión de palabras. Construir el Reino no es cosa de teorías. Por desgracia, los que nos decimos seguidores de Jesús, hablamos mucho de justicia, analizamos los problemas de nuestra sociedad, señalamos las injusticias del mundo...pero nos quedamos en meras palabras. Luego, no actuamos.
Sin embargo hay mucha gente, que sin hacer teología social, ni dar conferencias, ni escribir libros...saben entregarse y dan su vida por un mundo mejor.
Jesús pone como ejemplo a dos clases de personas despreciadas por los judíos. Los recaudadores de impuestos de los romanos, odiados y despreciados; y las prostitutas, utilizadas, pero despreciadas en todos los tiempos.
Lo que Jesús quiere decirnos es que la bondad no es cuestión de apariencias ni de palabras, sino de acciones, de entrega. El que sabe actuar con generosidad, el que lucha por la justicia, el que sabe entregarse, ese es verdaderamente cristiano aunque no lo sepa, y aunque su pasado sea turbio. Creer no es cuestión de palabras, sino de actos de conversión.
Los cristianos corremos el riesgo de instalarnos, de creer, que porque realizamos unos ritos y recitamos unas oraciones, ya somos seguidores de Jesús.  Y quizá estamos cargando a la gente con unos fardos, que les impiden avanzar hacia Dios. Seguidor es aquél que es capaz de cambiar su vida y de luchar para que la de otros sea mejor. No se trata de declararse cristiano, sino de actuar según el evangelio.

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