viernes, 22 de febrero de 2019

LAS LLAVES DE PEDRO


"Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta. 
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. 
Entonces Jesús le dijo:
– Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo." 

Ayer leíamos este pasaje en Marcos. Hoy en Mateo, porque celebramos la festividad de la Cátedra de San Pedro. Por su respuesta revelada por el Padre, Jesús le confiere las llaves del Reino. Esta llaves, al contrario de como muchas veces lo hemos interpretado, no son las llaves del poder. El Reino, es el Reino del Amor. Estas llaves son las llaves para abrir los corazones. Las llaves del servicio a los demás. Las llaves del perdón.
 "En contraste con el evangelio de Marcos, el de Mateo presenta la confesión de Pedro en una clave diferente. Desde luego, el texto menciona que Jesús se encuentra en la región de Cesarea de Filipo, y pregunta: ¿quién dice la gente que es el hijo del hombre? Este último título tiene su relación con el título del siervo de Yahvé del profeta Isaías. Así mismo, Mateo señala que Jesús es reconocido como un profeta, es decir, alguien que viene de parte de Dios. Luego, la pregunta es lanzada a los discípulos y Simón Pedro, como portavoz de ellos, declara a Jesús como el Mesías, el hijo de Dios vivo. Esta confesión es reconocida por el maestro con una bienaventuranza. En efecto, Jesús indica que dicha respuesta ha sido revelada por el Padre, por eso, la asignación del nuevo nombre Pedro, que le confiere una nueva vocación, una nueva misión: comprender y hacer propias las exigencias del Reino de Dios. Ahora bien, si preguntáramos a nuestros paisanos: ¿qué dicen ellos de nuestra vida cristiana? ¿Qué responderían?" (Koinonía) 

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