domingo, 14 de agosto de 2022

EL FUEGO DEL AMOR



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.


Los comentarios que hemos ido leyendo durante el año, poniendo el amor como centro de todo, pueden hacernos creer, que seguir a Jesús es algo sencillo, lleno de paz y de buenos momentos. Sin embargo, el seguir a Jesús, nos pide nuestra entrega total. Y eso nos traerá, con toda certeza, problemas y dificultades. Amar no es algo edulcorado y de color de rosa. No olvidemos, que jesús nos pide amar a nuestros enemigos y perdonar siempre. ¿Es eso fácil? Lo que no debemos perder, es la esperanza de que Él está junto a nosotros. Que su mano no nos faltará nunca. Que en sus brazos, aunque nuestra vida sea complicada, encontraremos la paz. No olvidemos, que el fuego que trae a la tierra, es el fuego del Amor.
 
"Parece que Jesús cambia aquí radicalmente su mensaje. La Buena Nueva nos parece tan hermosa, tan atenta a los débiles y pequeños, tan llena de amor y solicitud hasta por los pecadores y enemigos, que su mensaje no puede ser otro que el de una gran paz y armonía entre todos los hombres. Eso es lo que proclamaban ya los ángeles en el momento del Nacimiento (Lc 2, 24) y lo que vuelve a proclamar el Resucitado apenas se deja ver por los discípulos atemorizados (Lc 24,20-21). Aquí, sin embargo, Jesús parece decir todo lo contrario. Su mensaje no viene a producir paz y concordia entre todos, sino que lleva a la división incluso entre los miembros más allegados de la familia, padres e hijos, nueras y suegras. Pero no se trata de cualquier mensaje, de cualquier propuesta, sino de la presencia misma del Reino de Dios en sus palabras y sus gestos, en sus milagros y sus actuaciones. No cabe oír esa Buena Nueva del Reino y permanecer neutral o indiferente; no cabe entusiasmarse con Jesús y seguir en lo mismo de siempre. Por eso hay que optar con pasión, hay que tomar decisiones y actuaciones que implican cambios muy radicales en la vida. Por eso nos van a afectar a todos profundamente, más allá incluso de los vínculos familiares, por muy respetables que estos sean. El que no pone por delante a Jesús, incluso sobre su propia familia, no puede ser su discípulo (Lc 14, 26)." (Koinonía)

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