jueves, 4 de julio de 2024

LEVANTARSE Y ANDAR EN SU NOMBRE

  


Después de esto, Jesús subió a una barca, pasó al otro lado del lago y llegó a su propio pueblo. Allí le llevaron un paralítico acostado en una camilla; y al ver Jesús la fe de aquella gente, dijo al enfermo:
– Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados.
Algunos maestros de la ley pensaron: “Lo que este dice es una ofensa contra Dios.” Pero como Jesús sabía lo que estaban pensando, les preguntó:
– ¿Por qué tenéis tan malos pensamientos? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados.
Entonces dijo al paralítico:
– Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
El paralítico se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente tuvo miedo y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.

Vivimos paralíticos sin seguir a Jesús. Él nos invita a levantarnos, a seguirle, a trabajar por el bien. Por desgracia, muchas veces del pecado nos paraliza. Por eso Jesús nos perdona y luego nos invita a levantarnos. El egoísmo nos ata, nos retiene. El Amor nos hace andar, actuar, luchar por el bien de los demás. Debemos levantarnos y andar en su nombre; andar en el Amor. Levantarse es entregarse y darse a los demás. Si no, seguimos paralíticos aunque nos movamos mucho.

"Debe ser una tendencia natural en las personas lo de buscar explicaciones para lo que a primera vista nos resulta inexplicable. Y generalmente encontramos explicaciones que ponen la causa/culpa en el otro. Los judíos, que no entendían mucho de medicina –como casi nadie en la época–, pensaban que muchas enfermedades venían causadas por la vida pecadora del enfermo. Así unían la enfermedad y el pecado. La enfermedad se convertía en el castigo de Dios, en la consecuencia del pecado.
Jesús separa las dos cosas. Perdona al enfermo y también le cura. Perdona al enfermo porque todos estamos necesitados de perdón, de misericordia. Los letrados, especialistas de la religión, se escandalizaron. Ellos creían que solo Dios tenía el poder de perdonar. No se daban cuenta de que las palabras de perdón, curativas, sanadoras, son el regalo que Dios nos ha hecho a todos. Todos las podemos pronunciar. Todos, en eso, podemos y debemos ser como Dios. Así, con esa argamasa hecha de perdón y misericordia, es como se construye el Reino. Y todos necesitamos esas palabras.
Jesús también cura al paralítico. Pero casi me atrevería a decir que es lo de menos. Sanada el alma, todos somos más capaces de asumir nuestras parálisis, nuestras dolencias físicas. Son parte de la existencia y de nuestras limitaciones. La enfermedad es un hecho físico externo. Casi seguro que todos de una forma u otra pasaremos por ella. Lo importante es tener el alma sana para lidiar con la enfermedad, con la limitación.
Termina el texto diciendo que la gente alababa a Dios por haber dado a los hombres esa potestad. Vieron que Jesús había perdonado y curado. Nosotros no siempre podemos curar pero sí podemos siempre perdonar. No hacen falta grandes estudios para aprender a perdonar. Casi me atrevería a decir que es el gran ministerio del cristiano: perdonar siempre, ser portador del ministerio de la reconciliación. Pues a ver si lo ejercitamos más, hoy y todos los días de nuestra vida."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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