lunes, 1 de julio de 2024

SEGUIR A JESÚS

 

Jesús, viéndose rodeado por la multitud, ordenó pasar a la otra orilla del lago. Se le acercó entonces un maestro de la ley, que le dijo:
– Maestro, deseo seguirte adondequiera que vayas.
Jesús le contestó:
– Las zorras tienen cuevas, y las aves, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.
Otro, que era uno de sus discípulos, le dijo:
– Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.
Jesús le contestó:
– Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Seguir a Jesús no es fácil. Primero hemos de ir " a la otra orilla", cambiar de mentalidad. Después debemos estar dispuestos a dejarlo todo para seguirle. Seguir a Jesús supone compartir y entregarse totalmente. Seguir a Jesús supone amar totalmente. Verlo en todas partes y olvidarnos de nosotros mismos; pero no debemos asustarnos. Él estará siempre a nuestra lado y se trata de un camino; algo que debemos recorrer progresivamente, pero que debemos recorrerlo sin cesar, cada día.

"El texto evangélico de hoy señala una cuestión que es realmente importante para la vida del cristiano. El letrado, un hombre de estudios, que se acerca a Jesús y le dice: “Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas” da en el clavo y nos dice algo muy importante para nosotros. No dice: “Señor, déjame ir contigo y aprender de tu sabiduría”. Eso era lo que hacían los estudiantes en aquellos tiempos. No había universidades ni escuelas. Los que se querían dedicar al estudio iban a vivir con el maestro y éste de una manera informal les iba enseñando. Cuando llegaban a un cierto nivel, se podían establecer por sí mismos y dedicarse ellos también a la enseñanza. Pero el letrado de hoy quiere “seguir” a Jesús. No es lo mismo que aprender. Quizá había descubierto que lo de ser cristiano no consiste en aprenderse de memoria el catecismo ni hacer estudios universitarios de teología ni leer libros gordos escritos por autores alemanes y llenos de citas a pie de página. Lo nuestro consiste en seguir a Jesús por las sendas del Reino, de la fraternidad y de la justicia, en la conciencia firme de que todos somos hijos de Dios y hermanos unos de otros.
Es posible que ese seguimiento no nos saque de nuestra casa ni de nuestro barrio pero seguro que nos sacará de nuestras casillas, de nuestras inercias, de nuestro siempre se ha hecho así y nos llevará a una forma nueva de ver la realidad y las personas que nos encontremos, marcada por el amor, la compasión y la misericordia.
Lo del discípulo al que Jesús le dice “Deja que los muertos entierren a sus muertos” no quiere decir que no haya que atender a los padres. Más bien, tenemos que entenderlo en la línea de que tenemos que dejar atrás, sin nostalgias, nuestro antiguo estilo de vida (las “casillas”, las “inercias”, los “siempre se ha hecho así” a los que me refería antes) y entrar en la nueva familia del Reino. Tiene que haber un corte en nuestra vida para entrar en la dimensión del Reino. No para amar menos sino para amar más. A nuestros padres y a los que no son de nuestra sangre (¿de verdad que hay alguien que no sea de nuestra “sangre”? es que nos encanta poner barreras y fronteras), a los lejanos y a los cercanos. Porque todos somos hijos de Dios y ciudadanos del Reino."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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