viernes, 28 de febrero de 2025

EL VERDADERO AMOR

 


Salió Jesús de Cafarnaún y se fue a la región de Judea y a la tierra que está al oriente del Jordán. Allí volvió a reunírsele la gente, y él comenzó de nuevo a enseñar, como tenía por costumbre. Algunos fariseos se acercaron a Jesús, y para tenderle una trampa le preguntaron si al esposo le está permitido separarse de su esposa. Él les contestó:
– ¿Qué os mandó Moisés?
Dijeron:
– Moisés permitió despedir a la esposa entregándole un certificado de separación.
Entonces Jesús les dijo:
– Moisés os dio ese mandato por lo tercos que sois. Pero en el principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre este asunto. Jesús les dijo:
– El que se separa de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro, también comete adulterio.

De entrada, se hace hoy difícil comentar este evangelio. El divorcio está considerado por nuestra sociedad como un derecho. Pero hay algo que debemos tener claro, si el amor es verdadero, es un amor para siempre. El problema es que en nuestro mundo, a todo le llamamos amor. También en este texto, debemos tener en cuenta la mentalidad del tiempo en que vivió Jesús. En Israel, el divorcio no era cosa de dos. Era el marido el que repudiaba a la mujer. Era él quien decidía que la mujer debía volver con sus padres. Jesús está defendiendo a la mujer y diciendo que si se vuelve a casar, el adulterio lo comete por culpa del marido que la ha abandonado.
Sé que esto os parecerá cogido por los pelos, pero es así. De todas formas, lo importante, lo que debemos conseguir, es luchar por el amor verdadero, por el amor que nos une para siempre, por el Amor. Y no condenar a los que se divorcian, como por desgracia ha hecho la Iglesia negándoles la Comunión, sino intentando comprenderlos y ayudarlos.
   
"Durante mucho tiempo en la iglesia se ha aplicado el derecho, la norma fija y estable. Así hemos llegado a tener un Código de Derecho Canónico que tiene 1752 cánones o normas. Y en cada diócesis hay especialistas en derecho (los llamamos “canonistas”) para que todo se haga según la norma. El derecho tiene la ventaja de que lo fundamental consiste en cumplir la norma. Pero el derecho tiene el problema de que se queda en el cumplimiento externo de la norma. Tiene dificultad para llegar al corazón.
A veces, da la impresión de que con tanto derecho, en la iglesia se nos ha olvidado un poco la misericordia. A veces, el derecho recoge con toda radicalidad lo que expresó Jesús e intentó e intenta vivir la iglesia desde su nacimiento. Pero al derecho le resulta difícil expresar y hacer ley y norma de la misericordia. Y a veces, da la impresión de que se nos olvida que el corazón de Dios es corazón de Padre y que en él “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Sant. 2,13).
Hoy se presenta en el evangelio el tema del matrimonio y el divorcio (o repudio, como dice el texto). Jesús hace una llamada al origen. Es una llamada a la radicalidad. El amor entre hombre y mujer, para ser auténtico, no puede ser más que para siempre y para todo, como decía un profesor mío. A esa radicalidad están llamados los matrimonios. Porque si el amor es de verdad no puede ser de otra manera: para siempre y para todo. Sin límites, sin barreras.
Pero la verdad es también que no siempre conseguimos llegar a esa radicalidad. Hombres y mujeres somos limitados, tenemos unas circunstancias concretas. La vida a veces nos mete en pruebas difíciles de donde no nos resulta fácil encontrar la salida. A veces, tantas, con toda la buena voluntad del mundo por parte de los dos, el conflicto estalla y no hay otra solución que romper el acuerdo, que buscar una salida lo más pacífica posible, que siempre será mejor que el conflicto eterno. No siempre podemos alcanzar el ideal pero eso no supone el fin de la vida. Hay que levantarse, volver a intentarlo. Dios Padre, y la Iglesia, nos seguirá abrazando con su misericordia sin dejarse llevar por el juicio que condena y mata."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 27 de febrero de 2025

DESPRENDERSE DEL MAL

  

El que os dé aunque solo sea un vaso de agua por ser vosotros de Cristo, os aseguro que tendrá su recompensa.
Al que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello. Si tu mano te hace caer en pecado, córtala; es mejor para ti entrar manco en la vida. que con las dos manos ir a parar al infierno, donde el fuego no se puede apagar. Y si tu pie te hace caer en pecado, córtalo; es mejor para ti entrar cojo en la vida, que con los dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo; es mejor para ti entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que con los dos ojos ser arrojado al infierno, donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga.
“Porque todos serán salados con fuego. La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿cómo volveréis a hacerla útil? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.”
(Mc 9, 41-50)

Debemos desprendernos de todo lo que hace daño a los demás. La mano que ataca, que roba, que golpea a los otros. El pie que nos conduce a abusar de los demás. El ojo que ve al otro como objeto de posesión, que critica y sólo ve lo negativo. Sólo así podremos ser sal para los demás, dar gusto a la vida, darle su verdadero sentido.

"Leo el texto evangélico de hoy y me doy cuenta de que rara vez, por no decir nunca, he hablado en estos comentarios del pecado. El término “pecar” se repite al menos tres veces en el texto. Y se entiende que el que “escandaliza” a uno de los pequeñuelos, también comete un pecado grave, tanto como para merecer la pena de muerte.
Lo cierto es que del pecado hemos hablado muchísimo en la iglesia. Durante siglos. Hasta es posible que tanto se habló de ello que hoy nos hemos pasado a la otra esquina. Es así como solemos funcionar las personas. Durante muchos años, daba la impresión de que el cristiano vivía en una selva llena de pecados que le amenazaban continuamente. Parecía que hasta “sin darse cuenta” uno podía cometer pecados graves. Así fue, por ejemplo, la obligatoriedad de asistir a la misa dominical bajo pena de cometer pecado mortal. Y tantas otras cosas. Se vivía con la sensación de que los pecados se podían llegar a cometer de forma automática, sin pensarlo, sin desearlo incluso.
El pecado no es automático. Por supuesto que no. En el Reino no es así. El verdadero pecado es ir contra el Reino y lo que él conlleva: la fraternidad, la justicia, la solidaridad, la compasión, la misericordia. Pero ahí mismo está comprendida la gran misericordia de Dios para con nuestra debilidad, con nuestras limitaciones, con nuestro carácter. No es fácil saber siempre lo que debemos de hacer en situaciones que a veces son complejas y hasta difíciles de entender.
Lo fundamental para el cristiano no es tanto estar examinándose todos los días sobre lo que hemos hecho mal. Lo importante es confiar en la misericordia de Dios y cada mañana intentar ser esa sal que da gusto a la vida de nuestros hermanos y hermanas, que es fuente de fraternidad y perdón. No hay que cortarse ni la mano ni el pie, ni hay que sacarse el ojo. Se trata de poner nuestra mano, nuestro pie y nuestro ojo al servicio del Reino. Lo central en la vida del cristiano no puede ser el pecado sino el Reino con todo lo que conlleva. Menos culpabilidad (menos mirarnos al ombligo), más confianza, y más poner manos a la obra para construir fraternidad."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 26 de febrero de 2025

TODOS PUEDEN HACER EL BIEN

  


Juan le dijo:
– Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; pero se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros.
Jesús contestó:
– No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
(Mc 9,38-40)

Tenemos la manía de crear grupúsculos, guetos. Creemos que sólo nosotros podemos obrar bien. Para Jesús todos los que ayudan, curan, luchan contra la injusticia...están con Él, son de los suyos. No tenemos la exclusiva de nada.

"El tema de los monopolios es muy importante en economía y en muchos otros ámbitos. En la economía capitalista se dice que los monopolios son malos porque distorsionan la libertad del mercado. Lo mejor es que haya muchas empresas que compitan entre sí. Eso es mejor para los consumidores. Si hay una sola empresa que produzca, por ejemplo, ladrillos, esta empresa podrá poner los precios que quiera. Los compradores no tienen opciones. Esto es verdad y todo el mundo lo entiende. Pero la verdad es que las empresas aspiran a tener el monopolio porque es una posición muy cómoda, no tienen competencia y se incrementan los beneficios. Lo mismo sucede en política. Donde hay un solo partido, éste siempre gana las elecciones y el poder que llevan consigo, que es a lo que aspira cualquier partido.
Me van a perdonar el párrafo anterior, pero es que me da la impresión de que los apóstoles también deseaban tener el monopolio. Ellos estaban con Jesús. Le habían seguido desde el primero momento y no iban a permitir que llegasen unos advenedizos y fuesen echando demonios en nombre de Jesús. Sobre todo, si esos advenedizos no era de los “suyos”. Ellos deseaban tener el monopolio del mensaje y de poder sanador de Jesús. Si alguno quería la curación/salvación, tenía que ir forzosamente a ellos. Y no a esos “otros”.
Pero Jesús es portador del amor de Dios. Y ese amor es para todos. No hay excepciones. No hay monopolios. Todo el que hace el bien es bien acogido. Aunque no haya pasado por el noviciado ni por la catequesis. Si me apuran, aunque no vaya a misa. Más allá de los dogmas y de las estructuras eclesiales que hemos ido creando a lo largo de la historia, lo que importante es buscar el bien de las personas, su liberación, su sanación. “El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. Aunque maneje una bandera diversa o una ideología diversa o… Lo importante para Jesús no es la ortodoxia sino el bien de las personas, de los hijos e hijas de Dios. Por eso, los cristianos no cerramos la puerta a nadie y estamos abiertos a colaborar con todos, libres de prejuicios. Pues eso, menos críticas a los “otros” y más liberar, sanar, reconciliar, perdonar, curar, colaborar…"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 25 de febrero de 2025

PRIMEROS Y ÚLTIMOS

  

Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas.
Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos.
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí, sino también a aquel que me envió.
(Mc 9, 30-37)

Los apóstoles querían ser importantes, los primeros. Todavía no habían entendido nada de lo que les había dicho Jesús. Posiblemente nosotros tampoco. Seguimos buscando ser los primeros, pasar por encima de los demás. Pero para Jesús, el más importante es el más pequeño. Por eso nos pide que sirvamos a los demás, que nos consideremos por debajo de todos. Que seamos como niños.

"En el texto del evangelio de hoy encontramos un contraste casi brutal, que nos puede ayudar a pensar lo sorprendente y rompedor y revolucionario, en el sentido más profundo del término, que es el Evangelio.
Por una parte está Jesús. Tiene mucho sentido común y se da cuenta de que su futuro es bastante oscuro. En los capítulos anteriores del evangelio de Marcos, se nos han ido planteando una serie de enfrentamientos, cada vez más fuertes, entre Jesús  y los fariseos y doctores de la ley. No hacía falta ser un lince para darse cuenta de que había muchas probabilidades de que ese enfrentamiento terminase mal. Por eso las palabras que Jesús dirige a sus discípulos: El hijo del hombre va a ser entregado… No podía ser de otra manera cuando uno se enfrenta a los que tienen el poder y les rompe los esquemas y habla a la gente de otra manera. El futuro de Jesús no era difícil de adivinar. Pero para Jesús no era una fatalidad. Sabía que era su destino, consecuencia de anunciar el reino.
Mientras tanto, los apóstoles están en otra onda totalmente diferente. Da la impresión de que no se enteran de lo que está sucediendo a su alrededor. Ellos solamente piensan en quién es el más importante entre ellos, quién es el jefe, quien es el que manda. Imagino que se situarían siempre después de Jesús. Pero se ve que ya iban pensando en la herencia. Y en que el que se quedase con la herencia sería el que iba a tener la sartén por el mango.
Es que no se habían enterado de nada. Absolutamente de nada. En el reino no hay primeros. O mejor, sí hay primeros pero, paradójicamente, primeros serán los que se hagan los últimos y servidores de todos. ¡Es un cambio de perspectiva brutal! Es un cambio “revolucionario” porque nuestro mundo no es así. No funciona así. Y nuestras mentes tampoco. Los que quieren ser primeros en nuestro mundo quieren ser servidos. Y punto. Jesús se sitúa en el polo opuesto. Ha venido para servir y dar su vida por los demás (cf Mc 10,45).
Está claro: los cristianos estamos para servir. Hasta dar la vida. Porque la verdad es que un cristiano que no sirve, no sirve para nada."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 24 de febrero de 2025

LIBRAR DEL MAL

 


Cuando regresaron a donde estaban los discípulos, los encontraron rodeados de una gran multitud, y algunos maestros de la ley discutían con ellos. Al ver a Jesús, todos corrieron a saludarle llenos de admiración. Él les preguntó:
– ¿Qué estáis discutiendo con ellos?
Uno de los presentes contestó:
– Maestro, te he traído aquí a mi hijo, porque tiene un espíritu que le ha dejado mudo. Dondequiera que se encuentre, el espíritu se apodera de él y lo arroja al suelo; entonces echa espuma por la boca, le rechinan los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que expulsen ese espíritu, pero no han podido.
Jesús contestó:
– ¡Oh, gente sin fe!, ¿hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traedme aquí al muchacho!
Entonces llevaron al muchacho ante Jesús. Pero en cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo que le diera un ataque al muchacho, que cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca. Jesús preguntó al padre:
– ¿Desde cuándo le pasa esto?
– Desde niño – contestó el padre –. Y muchas veces ese espíritu lo ha arrojado al fuego y al agua, para matarlo. Así que, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
– ¿Cómo que ‘si puedes’? ¡Para el que cree, todo es posible!
Entonces el padre del muchacho gritó:
– Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!
Al ver Jesús que se estaba reuniendo mucha gente, reprendió al espíritu impuro diciéndole:
– Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas de este muchacho y no vuelvas a entrar en él.
El espíritu gritó e hizo que al muchacho le diera otro ataque. Luego salió de él dejándolo como muerto, de modo que muchos decían que, en efecto, estaba muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó; y el muchacho se puso en pie.
Luego Jesús entró en una casa, y sus discípulos le preguntaron aparte:
– ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese espíritu?
Jesús les contestó:
– A esta clase de demonios solamente se la puede expulsar por medio de la oración.
(Mc 9,14-29)

Como Jesús, nosotros también debemos librar del mal a los demás. Con nuestra acción y con nuestra oración.

"En la mentalidad moderna de muchas personas, hoy lo que tiene Jesús delante no es un endemoniado sino un epiléptico. Nosotros, gracias a los dones que Dios mismo nos ha regalado, hemos sido capaces de avanzar en el conocimiento científico lo suficiente para saber que eso no proviene de las fuerzas del mal sino que es una enfermedad que se cura o controla con los medios que hoy tenemos en nuestro mundo. Eso es también una forma de liberar a las personas de las fuerzas que los oprimen. Al final, esto es lo verdaderamente importante. Jesús libera y nosotros usamos los dones que Dios nos ha dado al servicio también del crecimiento y libertad de las personas.
Hoy toca seguir con esa tarea liberadora. Es una tarea inmensa. Sobre todo si tenemos en cuenta las dimensiones del sufrimiento de la humanidad, de las personas concretas. Decía un dictador, del que sería mejor olvidar el nombre, que un muerto es una tragedia pero que un millón de muertos no es más que una estadística. Debía de estar convencido de ello porque durante su gobierno causó millones de muertos sin preocuparse lo más mínimo.
Nosotros los cristianos, seguidores de Jesús, tenemos un especial oído para escuchar y atender los dolores de nuestros hermanos, para sentir compasión y actuar en consecuencia. Para nosotros no existen las estadísticas y el dolor de nuestros hermanos y hermanas es nuestro dolor. Lo nuestro es estar cerca, escuchar, sentir con el otro. Nos da lo mismo su color, su raza, su sexo, su religión o su ideología política o de cualquier clase. Nadie está excluido ni lejos de nuestra compasión. Y si podemos usar cualquier medio que tengamos a mano para aliviar ese dolor, para ayudar a las personas a asumir lo que a veces resulta o parece inasumible, lo haremos. Porque para nosotros el dolor del hermano es nuestro dolor y creemos en un Dios liberador y cercano, un Dios compasivo y misericordioso. Esa es nuestra fe."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 23 de febrero de 2025

AMAR COMO ÉL NOS AMA

 

Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite la capa déjale que se lleve también tu túnica. Al que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los pecadores se portan así! Y si hacéis bien solamente a quienes os hacen bien a vosotros, ¿qué tiene de extraordinario? ¡También los pecadores se portan así! Y si dais prestado sólo a aquellos de quienes pensáis recibir algo, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡También los pecadores se prestan entre sí esperando recibir unos de otros! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo.
No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás.

Jesús nos enseña que no debemos llevarnos por nuestros instintos más primarios, por la violencia. Es cierto que este evangelio nos sorprende. parece que Jesús nos dice que debemos dejarnos hacer; que no hemos de reaccionar ni defendernos ante los ataques...Jesús nos dice que debemos amar como Dios nos ama. Responder con el bien al mal no es una debilidad. se necesita mucha valentía para hacerlo. Pero es cierto que todos recogemos lo que sembramos. Si sembramos Amor, recogeremos Amor. Es lo que Dios nos pide. Él que siempre nos perdona.
 
"Los ejemplos que encontramos en este Evangelio no siempre hay que tomárselos al pie de la letra. Por supuesto que podemos responder, en defensa propia, si nos atacan a nosotros o a los nuestros. No hablamos de eso. Lo que Jesús quiere es que sus discípulos se dejen mover por su Espíritu, por el Espíritu de Dios, que sean testigos del amor incondicional de Dios. Y para que se entienda bien, nos da los ejemplos de la bofetada, de la capa, del pedigüeño. Se trata de ser generosos, como lo es Dios con nosotros. Romper el círculo vicioso del “ojo por ojo y diente por diente” y no rehuir al que nos tiende la mano, pidiendo ayuda.
Podríamos decir que este relato es un “manual de emergencia para tiempos de crisis y para tiempos corrientes”. Es una forma de responder cristianamente a los golpes del día a día; no dejar que las debilidades o las malas jugadas de los otros nos agrien el humor; que no se nos caliente la cabeza (y la sangre) por lo que digan de nosotros, incluso si no es verdad. Esta sabiduría y este valor para vencer al mal a fuerza de bien son don del Resucitado.
¿Por qué? ¿Por qué hemos de comportarnos así? ¿Por qué dirige Jesús esta invitación a los discípulos? Porque eres hijo de Dios, y Dios es así, Dios se comporta así. Hace que salga el sol para buenos y malos, que llueva sobre los campos de los justos y sobre los de los pecadores. La pregunta de hoy es, entonces: ¿quieres ser rostro de Dios en medio de la gente? Hacen falta en nuestra sociedad esos rostros de Dios. Vive la gratuidad, vive la respuesta paradójica. ¿Por qué? Porque eres discípulo de Jesús. Y ya sabes cómo se condujo Jesús: toda su vida estuvo presidida por la gratuidad. Y la suya fue una respuesta paradójica. Conscientes de que nuestra forma de pensar sobre todas estas cosas necesita ser corregida y conscientes también de nuestra debilidad, nos dispo­nemos a confesar la fe (en este clima de paz litúrgica) y a orar."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 22 de febrero de 2025

NUESTRA IDEA DE JESÚS

 


Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
Entonces Jesús le dijo:
– Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
(Mt 16, 13-19)

Hoy es la festividad de la Cátedra de San Pedro apóstol. Por eso repetimos el pasaje, aunque de otro evangelio, en el que Pedro declara que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Acerquémonos a Jesús, como hizo Pedro, a través de la Fe. Sólo así podremos imitarlo y seguirlo. Con Él seremos Hijos de Dios.

"«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Es la pregunta que Jesús nos dirige hoy. Necesita saber si le hemos entendido, si le reconocemos tal y como es. Veintiún siglos de cristianismo, pero ¿el mundo le conoce? Porque de Jesús se dicen muchas cosas, se escriben muchos libros y se le interpreta de múltiples maneras, como ya le ocurrió entonces. Posiblemente hoy, a pesar de la mayor distancia cronológica, tenemos más conocimiento e información que sus contemporáneos. Pero ¿tenemos la misma adhesión y fe que sus discípulos? No basta la información, el conocimiento exhaustivo del Jesús histórico, para creer en Él, aunque dicha información pueda ayudar y ser útil, pero no basta.
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Mt 16, 15. Jesús, a quien nunca conoceremos plenamente hasta que nos encontremos con Él cara a cara; a quien descubrimos y en quien nos descubrimos más y mejor a nosotros mismos siempre que nos dejemos amar más por Él; quien siempre puede sorprendernos, enseñarnos cosas nuevas, el Maestro… ¿Quién es para ti? Nunca lo abarcaremos por completo.
Ojalá podamos decir con el corazón, como dijo Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Es decir, Señor Jesús, tú eres mi vida, mi hermano, mi amado…, mi Señor… yo creo en ti, en tus Palabras de vida eterna… Por eso la fiesta de hoy. La Cátedra de San Pedro es el reconocimiento de que Jesús quiere hacer una nueva comunidad, es el “nuevo templo”, donde Pedro será la piedra fundamental. De nada vale el asiento, la cátedra, si no hay comunidad viva. De nada vale el templo, por muy bello que se adorne, si no hay hombres y mujeres que lleven a Jesús a la calle, a la vida.
Oremos hoy por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que reciba la fuerza y la inspiración del Espíritu Santo en todo momento y siga guiando la barca que el pescador de Galilea recibió como encargo del propio Cristo. Que la celebración de esta fiesta sirva para unir a toda la comunidad católica y renovar nuestra misión de llevar a Jesús a toda la humanidad para por todos sea conocido, amado y servido."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 21 de febrero de 2025

CÓMO SEGUIR A JESÚS



Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida? Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con sus santos ángeles.
También les decía Jesús:
– Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto el reino de Dios llegar con poder.

Seguir a Jesús no es fácil. Olvidarnos de nosotros y pensar antes en los demás no es fácil. Pero si queremos seguirlo, debemos cargar con nuestra cruz, con las dificultades, con la entrega total. Es creer que entregándonos, amando, olvidándonos de nosotros, conseguimos la verdadera Vida. 

 (...) Vivir en modo pentecostés siguiendo a Cristo, no es un camino de rosas. En muchas ocasiones requiere ciertas acciones, como tomar la cruz y seguir sus pasos. Después de que Jesús corrigiera a Pedro por no comprender el plan mesiánico que incluye dolor y muerte, hoy aclara que aquel que quiera seguirle debe renunciar a sí mismo, cargar con su cruz, estar dispuesto a perder su vida y no sentirse avergonzado de él ante este mundo.
Parece un jarro de agua fría en medio de la ilusión de ser creyentes, pero hemos sido informados por el propio Jesús y además ya lo hemos experimentado en diversas ocasiones de nuestra vida de fe. Seguir las enseñanzas de Jesús puede ser gratificante y es para nosotros lo más grande, sin embargo, implica ciertos compromisos y desafíos. Merece la pena."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 20 de febrero de 2025

¿QUIÉN ES ÉL?

 


Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías.
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.
Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
– ¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.

En las entrevistes, a los periodistas les ha dado por preguntar cuáles son las creencias del entrevistados. Como en el evangelio de hoy, las vemos de todos los colores. Nosotros, como Pedro, probablemente contestaríamos hablando de Dios de Jesús. Pero, ¿no nos ocurre como a Pedro, que no acabamos de tener claro quién es Jesús? ¿Vemos las cosas como las ve Dios, o las vemos como a nosotros nos gusta? Ayer, en la curación del ciego veíamos que la Fe se adquiere progresivamente. Es gradualmente que vamos viendo las cosas como las ve Dios. Se trata de dejarse conducir, de meditar la Palabra, de ser sinceros en nuestra actuación.



miércoles, 19 de febrero de 2025

RECUPERAR LA VISTA

 


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«Ves algo?».
Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
(Mc 8,14-21)

Ver a Dios no es algo inmediato. Convertirnos requiere un proceso. Como el ciego, ver a Dios en el prójimo lo conseguiremos poco a poco. Necesitamos ser constantes. Debemos meditar para poder ver. No se trata de una reflexión intelectual, sino de "contemplar", mirar las cosas con otros ojos.

"(...) Le ocurre al ciego del Evangelio de hoy. Su recobrar la vista es algo progresivo, lento, y se desarrolla poco a poco. En la vida espiritual, la toma de conciencia lúcida, ver con claridad nuestra existencia como Dios la ve, es un proceso gradual, no inmediato. Jesús le impone al ciego dos veces las manos para que vea bien.
Las reformas en nuestra vida y en la de los demás son progresivas, lentas pero constantes; avanzan poco a poco hasta alcanzar nitidez y concreción, como la vista del ciego curado por Jesús. Por ello, hay que tener paciencia con nosotros mismos y con los demás, saber esperar los tiempos del Espíritu y confiar en su acción curativa y regeneradora. En ocasiones, esta paciencia puede parecer una carga, pero es en esa espera donde encontramos las lecciones más valiosas y el crecimiento más auténtico.
Hoy es un buen día para pedirle al Señor que imponga sus manos sobre nuestra alma para ver mejor y más lejos, déjate tocar por Él. Esta imposición de manos no solo nos otorga visión, sino que también nos brinda fortaleza para enfrentar nuestras propias sombras y transformarlas en luz. A través de la oración y la contemplación, podemos pedir a Dios que nos guíe en este viaje de autoconocimiento y sanación.
Además, debemos recordar que este proceso de sanación no es solo para nosotros, sino también para nuestra comunidad. Al recibir la gracia y la claridad de Dios, nos convertimos en faros de esperanza y amor para aquellos que nos rodean. Nuestra transformación personal tiene el poder de influir y cambiar positivamente las vidas de otros, creando un círculo virtuoso de bondad y fe.
Recuerda que la paciencia y la confianza en Dios nos enseñan a vivir con gratitud, apreciando cada pequeño avance y celebrando cada paso hacia una vida más plena y en sintonía con el plan divino. Dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, permitiéndonos ver no solo con los ojos físicos, sino también con los ojos del corazón, abiertos a la belleza y la verdad de la creación divina."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

martes, 18 de febrero de 2025

LA VERDADERA LEVADURA

  


Se habían olvidado de llevar algo de comer y solamente tenían un pan en la barca. Jesús les advirtió:
–Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
Los discípulos comentaban entre sí que no tenían pan. Jesús se dio cuenta de ello y les dijo:
– ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis nada? ¿Tan embotada tenéis la mente? ¿Tenéis ojos y no veis, y oídos y no oís? ¿Ya no recordáis, cuando repartí los cinco panes entre cinco mil hombres, cuántas canastas llenas de trozos recogisteis?
Ellos contestaron:
– Doce.
– Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos recogisteis?
Contestaron:
– Siete.
Entonces les dijo:
– ¿Todavía no entendéis?
(Mc 8,14-21)

La levadura de los fariseos es el mal. El mal produce el aumento del mal. Por eso debemos librarnos de esa levadura, que es el orgulla, el ansia de poder, la prepotencia, el egoísmo...
En cambio el bien produce mucho más bien. Compartir cinco panes o siete panes produjeron cestos de restos de ese pan. El bien que se hace, produce con creces. Los discípulos no lo entendían. ¿Lo entendemos nosotros hoy? 

"Jesús nos advierte del mal camuflado que también crece y se extiende peligrosamente, y lo hace a través del ejemplo de la levadura, el ingrediente de cocina que hace que la masa fermente; ejemplo que ha utilizado otras veces de manera positiva, pero no en esta ocasión: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes”. Hoy tendríamos que sustituir fariseos y Herodes por otros personajes, corrientes de pensamiento, posverdades que fermentan y hacen crecer el mal. ¿Cuáles crees que son? ¿Cuáles adviertes cómo destructivas? ¿Cuáles minan tu fe y tu esperanza?
Jesús les recuerda a sus discípulos y a nosotros hoy, que Él es el Pan de Vida, el alimento que nos ayuda a combatir el mal y a generar bien y bondad. En la eucaristía lo recibimos. Eres lo que comes, cuerpo de Cristo. Pan que nos fortalece y nos hace tomar conciencia de la identidad a la que estamos llamados a ser: que todos seamos uno. Y en esa unidad debemos cuidarnos y cuidar nuestra casa común, la creación de la que Dios nos ha hecho garantes, cuidadores. Parece una aspiración muy exigente, pue a veces no somos capaces ni de cuidarnos a nosotros mismos, pero a eso aspiramos y para ello necesitamos el Pan que Jesús es para nosotros, el alimento, no otros panes que nos llenan, pero sin nutrirnos, cuando no intoxicándonos.
La secuencia del Evangelio de hoy termina con pregunta que Jesús nos dirige: “¿no acabáis de entender? Es un buen día para orar con esta pregunta. Ilumina Señor nuestro entendimiento para que podamos comprender, asimilar y llevar a la vida aquella palabra de vida que nos cuesta y para librarnos de las levaduras tóxicas que contaminan nuestro corazón."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 17 de febrero de 2025

LA SEÑAL DE JESÚS



 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios. Jesús suspiró profundamente y dijo:
– ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Os aseguro que no se les dará ninguna señal.
Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue a la otra orilla del lago.

La señal de Jesús es el Amor. Seguimos sin entenderlo. Buscamos prodigios, apariciones, cosas sorprendentes...¿Qué hay de más prodigioso que el Amor? La gente que se entrega a los demás, que sufre en silencio para ayudar a los otros, que piensa en el prójimo antes que en sí mismo...Ese es el Signo.

" (...) En el evangelio de hoy, le piden un signo a Jesús. Quieren ver su poder, pero no entienden que su poder no es el de la “dynamis”, fuerza o violencia, sino el de la “exousía”, el de la liberación y sanación, que utiliza no para dominar, sino para curar. Por eso el texto del evangelio nos explica muy bien la reacción de Jesús ante esta petición de fuerza: “dio un profundo suspiro y se marchó”. No hay signo, no habéis entendido nada.
El signo que Jesús quiere es el que hace con nosotros: entregarse hasta el final. Por eso, estante atento para ver dónde está tu hermano, qué necesita de ti, cómo lo puedes ayudar. Será un buen tiempo de crecimiento personal que te llevará más cerca de Dios."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 16 de febrero de 2025

LA VERDADERA FELICIDAD

 


Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades.
Jesús miró a sus discípulos y les dijo:
Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos.
Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis.
Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría!
¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza!
¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!

Nosotros ciframos la felicidad en el tener, en el poder, en el dominio...Jesús nos indica que está en el ser, en el amar; aunque esto comporte no tener nada, llorar, pasar hambre, ser perseguidos...La verdadera felicidad está en nuestro interior. Todo lo externo lo podemos perder, nos lo pueden quitar. Lo que llevamos en el corazón no nos lo podrán arrebatar.

"Quien más, quien menos, conoce bien las Bienaventuranzas. A lo largo del año litúrgico, acaban apareciendo. Podríamos decir que son como instantáneas del propio Jesús. Se estaba retratando a sí mismo. Porque él, «siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos a todos», como declaraba san Pablo; y «renunció al gozo inmediato que se le proponía, y cargó con la cruz, sin miedo a la ignominia». Su apertura a Dios no le permitió vivir autosatisfecho («¿por qué me llamas bueno?», le preguntó al magistrado), ni conten­tar­se con una obediencia de mínimos. Vivió una forma nueva de justicia: la que da Dios y la que pide Dios. Ahora es «santo y feliz, Jesu­cristo», hijo de la resurrección, vencedor de su muerte y de la mía.
Desde luego, aunque sean conocidas, no siempre entendemos el mensaje de las Bienaventuranzas. O no del todo. Las dos versiones que tenemos, la del Evangelio de Mateo y la de Lucas, que leemos este domingo, han llevado a muchos a pensar que Dios es un poco sádico, cuando para ser feliz hay que sufrir, para reír hay que llorar, etc. Claro está que no es ese el significado profundo. Más bien, quizá convenga fijarse en la experiencia de todos los humanos. Si no has sufrido la tristeza, no es posible que no puedas conocer el consuelo que Dios da. Si no has llorado, como lloró Pedro su traición, por ejemplo, es complicado conocer el consuelo que recibió de Dios.
Parece que también algo del espíritu de las Bienaventuranzas, en esta línea, podemos encontrar en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. El que lloró en la tierra encontró consuelo en el cielo, y el que vivía feliz, acabo llorando por no haber sabido aprovechar su vida. Eso era lo que Cristo tenía en mente, al proclamar las bienaventuranzas a los discípulos y las imprecaciones (o maldiciones) a los satisfechos.
“Vuestra recompensa será grande en el cielo.” Eso dice Jesús, pero ya aquí, en la tierra, se puede sentir algo de esa alegría. San Pablo conoce las tribulaciones de ser seguidor de Cristo – cuántas veces estuvo al borde de la muerte – pero conoce mejor el consuelo y ánimo que, gracias a Cristo, rebosa sobre él, en proporción al sufrimiento que le toca soportar. Es que el Reino de Dios no es como la línea del horizonte, que se aleja a medida que nosotros avanzamos. Es sobre todo un don cercano, está dentro de nosotros, o al lado. Y, si abrimos el corazón, podemos percibirlo. (...)"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)