domingo, 9 de febrero de 2025

CONFIAR EN JESÚS

 

En una ocasión se encontraba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y se sentía apretujado por la multitud que quería oir el mensaje de Dios. Vio Jesús dos barcas en la playa. Estaban vacías, porque los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca y comenzó a enseñar a la gente. Cuando terminó de hablar dijo a Simón:
– Lleva la barca lago adentro, y echad allí vuestras redes, para pescar.
Simón le contestó:
– Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, puesto que tú lo mandas, echaré las redes.
Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse. Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo:
– ¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!
Porque Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
– No tengas miedo. Desde ahora vas a pescar hombres.
Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.

Pedro, aunque la lógica le dice que no pescarán nada, confía en Jesús y tira las redes. El resultado es impresionante. Si nosotros confiáramos de verdad en Jesús...Las situaciones pueden parecernos difíciles, complicadas, inútiles..., pero debemos confiar en Él. Porque es Él quien hace fructificar, no nosotros.

"(...) Jesús que, en el Evangelio, sale de Nazaret, donde había estado en la sinagoga, y vuelve al lago de Genesaret. Está buscando, nos damos cuenta, compañeros de camino para su misión, con Él al principio, y luego, por supuesto, continuar con este proyecto cuando ya no esté físicamente presente en este mundo.
Antes de llamar a los que consideró adecuados, no puede evitar predicar a aquellos que están en la orilla del lago. Porque su misión le pedía permanentemente hablar de su Padre, a tiempo y a destiempo. Como hoy, cuando Jesús se acerca a nosotros, mientras estamos en las cosas de cada día, en la vida cotidiana, allá donde nos encontremos.
Es curioso ver cómo Cristo se dirige a Pedro y a sus compañeros. Dicen los que entienden de esto que, para lograr una buena pesca, hay que salir de noche. Si no habían recogido nada, podemos suponer que no estarían de muy buen humor. Y encima un carpintero se acerca a decirles lo que tienen que hacer. Podría Pedro haberle dicho eso de “zapatero, a tus zapatos”, o mejor, “carpintero, a tus muebles”. Pero algo vería en Cristo, le habría escuchado hablando a la gente, y ya empezaría a sentir que en ese hombre había algo especial. Así que le hace caso. Y mereció la pena.
La reacción de Pedro ante la pesca milagrosa no deja lugar a dudas. Simón reconoce que no es digno de estar cerca de Aquél que puede realizar ese milagro. Como el profeta de la primera lectura. Ahora ya no hay un ángel que purifique, es el mismo Jesús el que le dice “No temas”. El encuentro con Cristo ha cambiado su vida y, desde ese momento, será pescador de hombres. Junto con su hermano Andrés, con Santiago y con Juan. Comienza a formarse el grupo de los Discípulos, que irán con Cristo a todas partes, para hacer lo que Él hacía y continuar con su obra.
Es bonito saber que siempre hay una cita de cada uno de nosotros con Dios. No todos nos hemos llevado el susto, o hemos tenido la suerte de disfrutar de una manifestación tan clara de Dios. Pero también somos capaces, en la sencillez de la oración, en el recogimiento de la plegaria, de encontrarnos con Dios. ¡Qué hermoso es pensar que a la hora que yo quiera tengo audiencia con Dios! Que en cualquier momento que yo quiera recogerme en oración, Dios me está esperando y me está escuchando. Esto también nos lo quieren revelar estas lecturas, que todo hombre tiene esa revelación íntima de Dios en su propio corazón.
A veces, podemos pensar como Isaías, como Pablo, como Pedro: – “¡Señor soy un pecador!” No importa. Dios no se complace en humillarnos por nuestros pecados, sino que Dios sabe que el hombre por sí no puede pretender la amistad con Él, ni mucho menos la colaboración con su obra. Y entonces despierta este sentimiento de humildad para llamarlo el mismo Dios: – “No temas: desde ahora, serás pescador de hombres.”
Y si piensas que no puedes predicar el Evangelio, porque no es para todos, sí puedes hacer alguna otra cosa. Pedro puso su barca a disposición del Maestro; tú quizá puedas poner tus dones, tu coche, tu tiempo, como signo de que quieres vivir de otra manera, olvidándote de ti mismo, interesándote por los demás, ayudando a los necesitados, no solo materialmente. Porque la fe en Jesús significa escuchar su voz, y no las voces que, a tu alrededor, te invitan a centrarte sólo en ti mismo, a ser egoísta, a no mirar más allá de tus muros.
Se trata de demostrar qué o quién rige tu vida, la sabiduría del mundo o la sabiduría del Evangelio. No se trata de cambiar de vida radicalmente, como hicieron los Discípulos – a no ser que seas un asesino a sueldo, o un atracador de bancos, entonces sí – sino de vivir para una misión, la misión de Jesús. Desde luego, da vértigo. Pero, repito, tenemos las palabras de la Escritura. “No temas” –le dice a Isaías– tú que te sientes con labios impuros, se te purifican, y se te perdona todo. Y a Pablo también, siempre reconociéndose pecador, lo ha hecho el gran colaborador de su obra. Y a cada de uno de nosotros, a ti, también. “Rema mar adentro”. Intenta vivir así, solamente por amor, pensando en dar alegría y vida a todos nuestros hermanos. Como Jesús."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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