En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»
El otro día veíamos a Jesús enviando a los apóstoles. Hoy envía a setenta y dos discípulos. Es decir, nos envía a todos. De dos en dos, porque el cristianismo se vive en comunidad. Siendo portadores de paz, aunque vayamos entre lobos, y libres de impedimentos materiales, que nos atan a la tierra y nos impiden entregarnos. Y nos envía a anunciar la cercanía del Reino. Un Reino que ya debemos conseguir en esta tierra. El Reinos de la Paz y el Amor.
"Los cristianos debemos ser portadores de paz. Eso es lo primero que dice Jesús a los discípulos. La segunda instrucción es que deben curar a los enfermos. Y la tercera, ¡solo la tercera!, anunciar la cercanía del reino de Dios.
Jesús no es un ingenuo, que se crea que todo el monte es orégano y que la vida es siempre fácil y primaveral. Es consciente de que manda a sus discípulos como “corderos en medio de lobos”. Todos sabemos lo que les pasa a los corderos que se pierden en una manada de lobos. Terminan despellejados, muertos de forma violenta y abandonados. Pero aún así les pide que salgan a los caminos sin siquiera ningún tipo de equipaje ni reservas.
No hay que llevar “talega, ni alforja, ni sandalias”.
Lo que propone Jesús es todo un programa o estilo de vida para sus discípulos. No lo entendieron mucho. La prueba está en que el mismo Pedro termina sacando la espada en el momento en que van a apresar a Jesús en el huerto de Getsemaní (Jn 18,10-11). Y basta con mirar a la historia de la iglesia católica (y a la historia de las demás iglesias cristianas) para ver que hemos seguido sacando la espada, hemos hecho guerras, hemos matado en nombre de la fe. Siendo realistas y honestos, no hemos sido precisamente hombres y mujeres de paz a lo largo de la historia.
Pero como dice el proverbio “nunca es tarde si la dicha es buena”. Estamos a tiempo de asumir en nuestras vidas estas instrucciones básicas que da Jesús a sus discípulos y convertirnos en hombres y mujeres de paz. Algo hemos adelantado cuando parte de nuestros ejércitos están cumpliendo misiones de paz en diversas partes del mundo bajo el mandato de Naciones Unidas.
Pero no basta con eso. Tenemos que ser hombres y mujeres de paz en nuestro mundo cercano. En nuestras familias, con nuestros amigos y conocidos, en el trabajo. Cuando hablamos de política y de los políticos. A veces me maravillo de las palabras de violencia que pronuncian hermanos nuestros que son de “misa diaria”. Palabras de paz. Gestos de paz. Paciencia de paz. Siempre. Aunque vengan los lobos y nos amanecen."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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