domingo, 4 de septiembre de 2022

ENTREGA TOTAL

 


En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío."


Jesús no nos pide despreciar a nuestros padres, a la esposa y a los hijos...Jesús nos dice que para seguirle hay que entregarse totalmente. Se ha de estar dispuesto a prescindir de todo aquello que nos impide seguirle, de darlo todo. Se trata de estar dispuestos a todo lo que Él nos pida. Seguir el camino del Amor, nos pide nuestra entrega total.

"Para ser considerado cristiano, en realidad, la Iglesia, habitualmente, exige muy poco. Se bautiza a los niños recién nacidos y apenas se exige nada a sus padres; todo lo más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del bautismo y un vago compromiso de educar en cristiano al niño según la ley de Dios y los mandamientos de la Iglesia. Sin embargo, esto no era así al principio. Para ser discípulo, Jesús ponía unas duras condiciones, que llevaban a quien quería serlo a pensárselo seriamente. Pocos seríamos cristianos, si para ello tuviéramos que cumplir las tres condiciones que, llegado el caso, Jesús exige a sus discípulos. Y decimos "llegado el caso", porque estas tres formulaciones del evangelio de hoy que vamos a comentar son “formulaciones extremas”; representan la meta utópica que no debemos perder de vista, y debemos estar dispuestos a alcanzar en el seguimiento de Jesús.
Por la primera ("si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío"), el discípulo debe estar dispuesto a subordinarlo todo a la adhesión al maestro. Si en el propósito de instaurar el reinado de Dios, evangelio y familia entran en conflicto, de modo que ésta impida la implantación de aquél, la adhesión a Jesús tiene la preferencia. Jesús y su plan de crear una sociedad alternativa al sistema mundano están por encima de los lazos de familia.
Por la segunda ("quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío"), no se trata de hacer sacrificios o mortificarse, como se decía antes, sino de aceptar y asumir que la adhesión a Jesús conlleva frecuentemente la persecución por parte de la sociedad, persecución que hay que aceptar y sobrellevar conscientemente como consecuencia del seguimiento. Por eso es necesario no precipitarse, no sea que prometamos hacer más de lo que podemos cumplir. El ejemplo de la construcción de la torre que exige hacer una buena planificación para calcular los materiales de que disponemos, o del rey que planea la batalla precipitadamente, sin sentarse a estudiar sus posibilidades frente al enemigo, es suficientemente ilustrativo.
La tercera condición ("todo aquel de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío") nos parece excesiva. Por si fuera poco dar la preferencia absoluta al plan de Jesús y estar dispuesto a sufrir persecución por ello, Jesús exige algo que parece esta por encima de nuestras fuerzas: renunciar a todo lo que se tiene. Se trata, sin duda, de una formulación extrema, paradigmática, que hay que entender. El discípulo debe estar dispuesto incluso a renunciar a todo lo que tiene, si esto es obstáculo para poner fin a una sociedad injusta en la que unos acaparan en sus manos los bienes de la tierra que otros necesitan para sobrevivir. El otro tiene siempre la preferencia. Lo propio deja de ser de uno, cuando alguien lo necesita para vivir. Sólo desde el desprendimiento se puede hablar de justicia, sólo desde la pobreza se puede luchar contra ella. Sólo desde ahí se puede construir la nueva sociedad, el Reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra.
Para quienes quitamos con frecuencia aguijón al evangelio y nos gustaría que las palabras y actitudes de Jesús fuesen menos radicales, leer este texto resulta duro, pues el Maestro nazareno es tremendamente exigente." (Koinonía)

No hay comentarios:

Publicar un comentario