sábado, 22 de febrero de 2025

NUESTRA IDEA DE JESÚS

 


Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
Entonces Jesús le dijo:
– Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
(Mt 16, 13-19)

Hoy es la festividad de la Cátedra de San Pedro apóstol. Por eso repetimos el pasaje, aunque de otro evangelio, en el que Pedro declara que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Acerquémonos a Jesús, como hizo Pedro, a través de la Fe. Sólo así podremos imitarlo y seguirlo. Con Él seremos Hijos de Dios.

"«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Es la pregunta que Jesús nos dirige hoy. Necesita saber si le hemos entendido, si le reconocemos tal y como es. Veintiún siglos de cristianismo, pero ¿el mundo le conoce? Porque de Jesús se dicen muchas cosas, se escriben muchos libros y se le interpreta de múltiples maneras, como ya le ocurrió entonces. Posiblemente hoy, a pesar de la mayor distancia cronológica, tenemos más conocimiento e información que sus contemporáneos. Pero ¿tenemos la misma adhesión y fe que sus discípulos? No basta la información, el conocimiento exhaustivo del Jesús histórico, para creer en Él, aunque dicha información pueda ayudar y ser útil, pero no basta.
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Mt 16, 15. Jesús, a quien nunca conoceremos plenamente hasta que nos encontremos con Él cara a cara; a quien descubrimos y en quien nos descubrimos más y mejor a nosotros mismos siempre que nos dejemos amar más por Él; quien siempre puede sorprendernos, enseñarnos cosas nuevas, el Maestro… ¿Quién es para ti? Nunca lo abarcaremos por completo.
Ojalá podamos decir con el corazón, como dijo Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Es decir, Señor Jesús, tú eres mi vida, mi hermano, mi amado…, mi Señor… yo creo en ti, en tus Palabras de vida eterna… Por eso la fiesta de hoy. La Cátedra de San Pedro es el reconocimiento de que Jesús quiere hacer una nueva comunidad, es el “nuevo templo”, donde Pedro será la piedra fundamental. De nada vale el asiento, la cátedra, si no hay comunidad viva. De nada vale el templo, por muy bello que se adorne, si no hay hombres y mujeres que lleven a Jesús a la calle, a la vida.
Oremos hoy por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, para que reciba la fuerza y la inspiración del Espíritu Santo en todo momento y siga guiando la barca que el pescador de Galilea recibió como encargo del propio Cristo. Que la celebración de esta fiesta sirva para unir a toda la comunidad católica y renovar nuestra misión de llevar a Jesús a toda la humanidad para por todos sea conocido, amado y servido."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 21 de febrero de 2025

CÓMO SEGUIR A JESÚS



Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida? Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con sus santos ángeles.
También les decía Jesús:
– Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto el reino de Dios llegar con poder.

Seguir a Jesús no es fácil. Olvidarnos de nosotros y pensar antes en los demás no es fácil. Pero si queremos seguirlo, debemos cargar con nuestra cruz, con las dificultades, con la entrega total. Es creer que entregándonos, amando, olvidándonos de nosotros, conseguimos la verdadera Vida. 

 (...) Vivir en modo pentecostés siguiendo a Cristo, no es un camino de rosas. En muchas ocasiones requiere ciertas acciones, como tomar la cruz y seguir sus pasos. Después de que Jesús corrigiera a Pedro por no comprender el plan mesiánico que incluye dolor y muerte, hoy aclara que aquel que quiera seguirle debe renunciar a sí mismo, cargar con su cruz, estar dispuesto a perder su vida y no sentirse avergonzado de él ante este mundo.
Parece un jarro de agua fría en medio de la ilusión de ser creyentes, pero hemos sido informados por el propio Jesús y además ya lo hemos experimentado en diversas ocasiones de nuestra vida de fe. Seguir las enseñanzas de Jesús puede ser gratificante y es para nosotros lo más grande, sin embargo, implica ciertos compromisos y desafíos. Merece la pena."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 20 de febrero de 2025

¿QUIÉN ES ÉL?

 


Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías.
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.
Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
– ¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.

En las entrevistes, a los periodistas les ha dado por preguntar cuáles son las creencias del entrevistados. Como en el evangelio de hoy, las vemos de todos los colores. Nosotros, como Pedro, probablemente contestaríamos hablando de Dios de Jesús. Pero, ¿no nos ocurre como a Pedro, que no acabamos de tener claro quién es Jesús? ¿Vemos las cosas como las ve Dios, o las vemos como a nosotros nos gusta? Ayer, en la curación del ciego veíamos que la Fe se adquiere progresivamente. Es gradualmente que vamos viendo las cosas como las ve Dios. Se trata de dejarse conducir, de meditar la Palabra, de ser sinceros en nuestra actuación.



miércoles, 19 de febrero de 2025

RECUPERAR LA VISTA

 


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«Ves algo?».
Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
(Mc 8,14-21)

Ver a Dios no es algo inmediato. Convertirnos requiere un proceso. Como el ciego, ver a Dios en el prójimo lo conseguiremos poco a poco. Necesitamos ser constantes. Debemos meditar para poder ver. No se trata de una reflexión intelectual, sino de "contemplar", mirar las cosas con otros ojos.

"(...) Le ocurre al ciego del Evangelio de hoy. Su recobrar la vista es algo progresivo, lento, y se desarrolla poco a poco. En la vida espiritual, la toma de conciencia lúcida, ver con claridad nuestra existencia como Dios la ve, es un proceso gradual, no inmediato. Jesús le impone al ciego dos veces las manos para que vea bien.
Las reformas en nuestra vida y en la de los demás son progresivas, lentas pero constantes; avanzan poco a poco hasta alcanzar nitidez y concreción, como la vista del ciego curado por Jesús. Por ello, hay que tener paciencia con nosotros mismos y con los demás, saber esperar los tiempos del Espíritu y confiar en su acción curativa y regeneradora. En ocasiones, esta paciencia puede parecer una carga, pero es en esa espera donde encontramos las lecciones más valiosas y el crecimiento más auténtico.
Hoy es un buen día para pedirle al Señor que imponga sus manos sobre nuestra alma para ver mejor y más lejos, déjate tocar por Él. Esta imposición de manos no solo nos otorga visión, sino que también nos brinda fortaleza para enfrentar nuestras propias sombras y transformarlas en luz. A través de la oración y la contemplación, podemos pedir a Dios que nos guíe en este viaje de autoconocimiento y sanación.
Además, debemos recordar que este proceso de sanación no es solo para nosotros, sino también para nuestra comunidad. Al recibir la gracia y la claridad de Dios, nos convertimos en faros de esperanza y amor para aquellos que nos rodean. Nuestra transformación personal tiene el poder de influir y cambiar positivamente las vidas de otros, creando un círculo virtuoso de bondad y fe.
Recuerda que la paciencia y la confianza en Dios nos enseñan a vivir con gratitud, apreciando cada pequeño avance y celebrando cada paso hacia una vida más plena y en sintonía con el plan divino. Dejemos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, permitiéndonos ver no solo con los ojos físicos, sino también con los ojos del corazón, abiertos a la belleza y la verdad de la creación divina."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

martes, 18 de febrero de 2025

LA VERDADERA LEVADURA

  


Se habían olvidado de llevar algo de comer y solamente tenían un pan en la barca. Jesús les advirtió:
–Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
Los discípulos comentaban entre sí que no tenían pan. Jesús se dio cuenta de ello y les dijo:
– ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis nada? ¿Tan embotada tenéis la mente? ¿Tenéis ojos y no veis, y oídos y no oís? ¿Ya no recordáis, cuando repartí los cinco panes entre cinco mil hombres, cuántas canastas llenas de trozos recogisteis?
Ellos contestaron:
– Doce.
– Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos recogisteis?
Contestaron:
– Siete.
Entonces les dijo:
– ¿Todavía no entendéis?
(Mc 8,14-21)

La levadura de los fariseos es el mal. El mal produce el aumento del mal. Por eso debemos librarnos de esa levadura, que es el orgulla, el ansia de poder, la prepotencia, el egoísmo...
En cambio el bien produce mucho más bien. Compartir cinco panes o siete panes produjeron cestos de restos de ese pan. El bien que se hace, produce con creces. Los discípulos no lo entendían. ¿Lo entendemos nosotros hoy? 

"Jesús nos advierte del mal camuflado que también crece y se extiende peligrosamente, y lo hace a través del ejemplo de la levadura, el ingrediente de cocina que hace que la masa fermente; ejemplo que ha utilizado otras veces de manera positiva, pero no en esta ocasión: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes”. Hoy tendríamos que sustituir fariseos y Herodes por otros personajes, corrientes de pensamiento, posverdades que fermentan y hacen crecer el mal. ¿Cuáles crees que son? ¿Cuáles adviertes cómo destructivas? ¿Cuáles minan tu fe y tu esperanza?
Jesús les recuerda a sus discípulos y a nosotros hoy, que Él es el Pan de Vida, el alimento que nos ayuda a combatir el mal y a generar bien y bondad. En la eucaristía lo recibimos. Eres lo que comes, cuerpo de Cristo. Pan que nos fortalece y nos hace tomar conciencia de la identidad a la que estamos llamados a ser: que todos seamos uno. Y en esa unidad debemos cuidarnos y cuidar nuestra casa común, la creación de la que Dios nos ha hecho garantes, cuidadores. Parece una aspiración muy exigente, pue a veces no somos capaces ni de cuidarnos a nosotros mismos, pero a eso aspiramos y para ello necesitamos el Pan que Jesús es para nosotros, el alimento, no otros panes que nos llenan, pero sin nutrirnos, cuando no intoxicándonos.
La secuencia del Evangelio de hoy termina con pregunta que Jesús nos dirige: “¿no acabáis de entender? Es un buen día para orar con esta pregunta. Ilumina Señor nuestro entendimiento para que podamos comprender, asimilar y llevar a la vida aquella palabra de vida que nos cuesta y para librarnos de las levaduras tóxicas que contaminan nuestro corazón."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 17 de febrero de 2025

LA SEÑAL DE JESÚS



 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios. Jesús suspiró profundamente y dijo:
– ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Os aseguro que no se les dará ninguna señal.
Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue a la otra orilla del lago.

La señal de Jesús es el Amor. Seguimos sin entenderlo. Buscamos prodigios, apariciones, cosas sorprendentes...¿Qué hay de más prodigioso que el Amor? La gente que se entrega a los demás, que sufre en silencio para ayudar a los otros, que piensa en el prójimo antes que en sí mismo...Ese es el Signo.

" (...) En el evangelio de hoy, le piden un signo a Jesús. Quieren ver su poder, pero no entienden que su poder no es el de la “dynamis”, fuerza o violencia, sino el de la “exousía”, el de la liberación y sanación, que utiliza no para dominar, sino para curar. Por eso el texto del evangelio nos explica muy bien la reacción de Jesús ante esta petición de fuerza: “dio un profundo suspiro y se marchó”. No hay signo, no habéis entendido nada.
El signo que Jesús quiere es el que hace con nosotros: entregarse hasta el final. Por eso, estante atento para ver dónde está tu hermano, qué necesita de ti, cómo lo puedes ayudar. Será un buen tiempo de crecimiento personal que te llevará más cerca de Dios."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 16 de febrero de 2025

LA VERDADERA FELICIDAD

 


Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades.
Jesús miró a sus discípulos y les dijo:
Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos.
Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis.
Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría!
¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza!
¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!

Nosotros ciframos la felicidad en el tener, en el poder, en el dominio...Jesús nos indica que está en el ser, en el amar; aunque esto comporte no tener nada, llorar, pasar hambre, ser perseguidos...La verdadera felicidad está en nuestro interior. Todo lo externo lo podemos perder, nos lo pueden quitar. Lo que llevamos en el corazón no nos lo podrán arrebatar.

"Quien más, quien menos, conoce bien las Bienaventuranzas. A lo largo del año litúrgico, acaban apareciendo. Podríamos decir que son como instantáneas del propio Jesús. Se estaba retratando a sí mismo. Porque él, «siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos a todos», como declaraba san Pablo; y «renunció al gozo inmediato que se le proponía, y cargó con la cruz, sin miedo a la ignominia». Su apertura a Dios no le permitió vivir autosatisfecho («¿por qué me llamas bueno?», le preguntó al magistrado), ni conten­tar­se con una obediencia de mínimos. Vivió una forma nueva de justicia: la que da Dios y la que pide Dios. Ahora es «santo y feliz, Jesu­cristo», hijo de la resurrección, vencedor de su muerte y de la mía.
Desde luego, aunque sean conocidas, no siempre entendemos el mensaje de las Bienaventuranzas. O no del todo. Las dos versiones que tenemos, la del Evangelio de Mateo y la de Lucas, que leemos este domingo, han llevado a muchos a pensar que Dios es un poco sádico, cuando para ser feliz hay que sufrir, para reír hay que llorar, etc. Claro está que no es ese el significado profundo. Más bien, quizá convenga fijarse en la experiencia de todos los humanos. Si no has sufrido la tristeza, no es posible que no puedas conocer el consuelo que Dios da. Si no has llorado, como lloró Pedro su traición, por ejemplo, es complicado conocer el consuelo que recibió de Dios.
Parece que también algo del espíritu de las Bienaventuranzas, en esta línea, podemos encontrar en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. El que lloró en la tierra encontró consuelo en el cielo, y el que vivía feliz, acabo llorando por no haber sabido aprovechar su vida. Eso era lo que Cristo tenía en mente, al proclamar las bienaventuranzas a los discípulos y las imprecaciones (o maldiciones) a los satisfechos.
“Vuestra recompensa será grande en el cielo.” Eso dice Jesús, pero ya aquí, en la tierra, se puede sentir algo de esa alegría. San Pablo conoce las tribulaciones de ser seguidor de Cristo – cuántas veces estuvo al borde de la muerte – pero conoce mejor el consuelo y ánimo que, gracias a Cristo, rebosa sobre él, en proporción al sufrimiento que le toca soportar. Es que el Reino de Dios no es como la línea del horizonte, que se aleja a medida que nosotros avanzamos. Es sobre todo un don cercano, está dentro de nosotros, o al lado. Y, si abrimos el corazón, podemos percibirlo. (...)"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)