domingo, 24 de septiembre de 2017

AMOR INFINITO


"El reino de los cielos se puede comparar al dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viña. Acordó con ellos pagarles el salario de un día y los mandó a trabajar a su viña. Volvió a salir sobre las nueve de la mañana y vio a otros que estaban en la plaza, desocupados. Les dijo:
- Id también vosotros a trabajar a mi viña. Os daré lo que sea justo.
Y ellos fueron. El dueño salió de nuevo hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Alrededor de las cinco de la tardee volvió a la plaza y encontró a otros desocupados. Les preguntó:
- ¿Por qué estáis aquí todo el día, sin trabajar?
Le contestaron:
- Porque nadie nos ha contratado.
Entonces les dijo:
-Id también vosotros a trabajar a mi viña. 
Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo:
- Llama a los trabajadores, y págales empezando por los últimos y terminando por los primeros. Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día. Cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que recibirían más; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día. Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño. Decían:
- A estos, que llegaron al final y trabajaron solamente una hora, les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el trabajo y el calor de todo el día.
Pero el dueño contestó a uno de ellos:
- Amigo, no te estoy tratando injustamente. ¿Acaso no acordaste conmigo recibir el salario de un día? Pues toma tu paga y vete. Si a mí me parece bien dar a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O quizá te da envidiag el que yo sea bondadoso? 
De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos."

Queda claro que la justicia de Dios no es nuestra justicia. Nosotros seguimos pensando en el ojo por ojo y diente por diente; en quien la hace la paga. Pero para Dios no hay primeros ni últimos y todos merecen perdón.
Dios paga a todos con la misma moneda: su amor. Y su amor no se puede fraccionar. No se puede dar mucho amor a los primeros y un poco de amor a los últimos. El amor de Dios es infinito y lo entrega a todos. Sus seguidores de siempre y los que le siguen en la última hora.
Nosotros creemos que merecemos con nuestros actos el amor de Dios. Por eso pensamos que los primeros lo merecen más que los otros. Pero el amor de Dios es gratuito. Y con eso nos enseña que nuestro amor también debería serlo. Por eso nos pidió que amáramos a nuestros "enemigos", a aquellos que creemos que no merecen nuestro amor. 



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