lunes, 11 de septiembre de 2017

MÁS SOBRE LA LEY Y LA PERSONA


"Sucedió que otro sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había en ella un hombre que tenía la mano derecha tullida;  y los maestros de la ley y los fariseos espiaban a Jesús, por ver si lo sanaría en sábado y tener así algún pretexto para acusarle. Pero él, sabiendo lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano tullida:
– Levántate y ponte ahí en medio.
El hombre se levantó y se puso de pie, y Jesús dijo a los demás:
– Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?
Luego miróh a todos los que le rodeaban y dijo a aquel hombre:
– Extiende la mano.
El hombre la extendió y su mano quedó sana. Pero los demás se llenaron de ira y comenzaron a discutir lo que podrían hacer contra Jesús."

Otra vez nos encontramos, como en el evangelio del sábado pasado, ante el dilema de la ley o la persona. Pero hoy es Jesús quien se adelanta a los fariseos y les hace la pregunta si en sábado está permitido hacer el bien o el mal. No responden porque la respuesta es obvia y, además, rompe sus esquemas. Para ellos lo supremo era la ley. Para Jesús lo supremo es la persona, es el amor, es hacer el bien.
Nosotros debemos reflexionar si el amor al prójimo es lo más importante, o buscamos excusas "religiosas" para dejarlo abandonado. Cuando la religión nos aparta del otro, no es religión; es ideología. La finalidad de la religión, del latín re-ligare, es unirnos a Dios. Y no olvidemos, que a Dios, en este mundo, lo encontramos en el prójimo.

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