jueves, 1 de marzo de 2018

NO HACEMOS NADA


"Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba brillantes fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.
El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él. Entonces gritó: ‘¡Padre Abraham, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.’ Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.’
El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ Abraham respondió: ‘Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘No se lo harán, padre Abraham. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite.’"

Jesús nos presenta en esta parábola a un rico sin nombre y a un pobre llamado Lázaro. En nuestra sociedad los ricos tienen nombre, salen en la prensa. Nadie sabe el nombre del que duerme en el cajero que hay bajo nuestra casa o del inmigrante que se ahoga en el Mediterráneo. Sabemos el nombre de la gente con poder, de los políticos y desconocemos a los que están en un centro de internamiento.
Con esta parábola, Jesús nos indica que para Él, los que tienen nombre, los importantes, son los que nuestra sociedad ignora; los que nosotros ignoramos.
Jesús nos enseña que podemos llevar una vida legal, sin hacer daño a nadie y sin embargo ser como aquel rico. Su pecado es de omisión. Vemos al pobre dormir en la calle y no hacemos nada. Vemos a los refugiados tratados como presos y no hacemos nada. Vemos a nuestros gobiernos cerrando fronteras y no hacemos nada. Vemos a los emigrantes ahogándose en el mar y no hacemos nada. Vemos a ciudades y pueblos que son bombardeados y no hacemos nada.
El pecado de omisión, en una sociedad informada, comunicada, que se entera de todo, es el que cometemos todos. Esta es la lección de esta parábola. 




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