martes, 15 de mayo de 2018

LA VIDA ETERNA


"Habiendo dicho estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo:
- Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti. Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todos los hombres, para que dé vida eterna a los que le confiaste. Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste.
Yo te he glorificado aquí en el mundo, pues he terminado lo que me encargaste que hiciera. Ahora pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía contigo desde antes que existiera el mundo. 
A los que del mundo escogiste para confiármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los confiaste y han hecho caso a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me confiaste viene de ti, pues les he dado el mensaje que me diste y lo han aceptado. Han comprendido que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste.
Te ruego por ellos. No ruego por los que son del mundo, sino por los que me confiaste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en ellos.
Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo, mientras que yo voy para estar contigo."

Esta oración de Jesús es todo un tratado teológico del evangelio de Juan. Nos indica en consiste la vida eterna:
"Hemos hablado de la vida eterna en términos difíciles de comprender. Poco asequibles y con palabras que terminan cargando a los cristianos en una conciencia de miedo y de pánico frente a esta realidad clave para la vida cristiana. Jesús da una definición sencilla de vida eterna. No es un tratado más, sino una experiencia. Jesús nos transmite la experiencia de la vida que Dios quiere para que el hombre y la mujer lleguen a la plenitud. La vida eterna que Jesús propone es: conocer al Padre como al único Dios verdadero y a su enviado, Jesús el Mesías. Pero en esta simplicidad está la clave. La experiencia de Dios y de Jesús es una realidad existencial, relacional. Jesús lo que nos está dejando es su misma herencia relacional con el Padre. Sus palabras, salidas de lo más íntimo de su ser, son una verdadera oración. No son fórmulas frías. No son rezos organizados para responder a un acto religioso. El Hijo nos regala su propia relacionalidad con el Padre. Es la que quiere que experimentemos a fin de vivir en plenitud." (koinonía)


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