miércoles, 6 de febrero de 2019

RECONOCER A JESÚS


"Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos le acompañaron. Cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oir a Jesús, se preguntaba admirada:
– ¿Dónde ha aprendido este tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros? 
Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo:
– En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra,e entre sus parientes y en su propia casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de sanar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él. Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando.

 "El domingo leíamos esta escena en el evangelio de Lucas. Hoy en el de Marcos.
"Cómo le cuesta al corazón humano aceptar que Dios pueda revelarse por medio de una persona sencilla, sin títulos, ni dignidades superfluas. Cómo cuesta aceptar y contemplar la presencia de Dios en el rostro del empobrecido. Aunque la palabra de Jesús es contundente, profética, autentica y sus signos son humanizadores, las autoridades religiosas judías no logran reconocerlo como el ungido y enviado de Dios para liberar a su pueblo. La ausencia de fe es obstáculo para que Jesús pueda mostrar la misericordia de Dios. Pues la fe no es solamente doctrina, códigos, tradiciones, ritos y ceremonias vacíos. La auténtica fe es la adhesión incondicional a la persona de Jesús, es decir, a su proyecto de vida, libertad y esperanza para todos, particularmente para los más pobres y excluidos de los sistemas religiosos y sociales de ayer y de hoy. Detente un momento a examinar la autenticidad y profundidad de tu fe. ¿Eres capaz de reconocer la presencia del Señor y seguirle en el humilde, el pobre, el oprimido?" (Koinonía) 

1 comentario:

  1. ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?
    Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo:
    – En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra,e entre sus parientes y en su propia casa.
    No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de sanar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él. Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando.

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