jueves, 13 de junio de 2019

JESÚS OFICIÓ EL SACRIFICIO DE SU ENTREGA


"Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa. Él les dijo:
– ¡Cuánto he deseado celebrar con vosotros esta cena de Pascua antes de mi muerte! Porque os digo que no volveré a celebrarla hasta que se cumpla en el reino de Dios. 
Entonces tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios dijo:
– Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
Después tomó el pan en sus manos, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
– Esto es mi cuerpo, entregado a muerte en favor vuestro. Haced esto en memoria de mí.
Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo:
– Esta copa es el nuevo pacto confirmado con mi sangre, la cual es derramada en favor vuestro." 


Jesucristo es sacerdote porque ofreció el sacrificio de su vida, su cuerpo y su sangre. Nosotros participamos todos de su sacerdocio entregándonos a todos como Él hizo. 
"La fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote es una fiesta diríamos que fuera del «relato» histórico de Jesús, que no se refiere a ningún hecho concreto de su historia, ni a ningún episodio evangélico en particular. Tiene sus problemas, porque histórica o sociológicamente hablando, Jesús no sólo no fue sacerdote –mucho menos Sumo Sacerdote–, sino que fue un simple laico toda su vida. No deja de ser una paradoja: este título que damos al Cristo de nuestra fe, está en contradicción con lo que él fue históricamente. Como cuando hablamos de Cristo Rey... pero sabemos bien que Jesús no sólo nunca fue rey, sino que fue un ciudadano normal, y concretamente un pobre. Lo cual debe llamar nuestra atención a no olvidar que lo que decimos desde la fe, debe siempre ser juzgado por lo que sabemos desde la historia. Así, el sacerdocio de Jesús, nada tiene que ver con el sacerdocio de los sumos sacerdotes de aquel tiempo. La realeza de Jesús nada tendrá que ver con una realeza política o monárquica... Los títulos que damos a Cristo, no deben separarse nunca de lo que sabemos históricamente de Jesús, y este criterio histórico tiene prioridad sobre la construcción teológica de los títulos del Cristo de la fe, que deben siempre ser juzgados y quedar sometidos al criterio de veracidad histórica." (Koinonía) 


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