jueves, 20 de junio de 2019

NUESTRA ORACIÓN


"Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así: 
‘Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre. 
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
así como se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos. 
Perdónanos nuestras ofensas 
como también nosotros perdonamos
a quienes nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación, 
sino líbranos del maligno.’ 
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis." 

Debemos hacer que toda nuestra vida sea oración. Hay momentos concretos a los que siempre hemos llamado oración. Quizá hemos olvidado, que vivir todos nuestros actos conscientes de que estamos en la presencia de Dios, transforma todo lo que hacemos en oración. La espiritualidad debe impregnarnos y no hacer distinción entre momentos religiosos y momentos laicos. Todo es espiritualidad, todo es oración, si vivimos en presencia de Dios.
"La oración es una actividad constante y espontánea en muchas personas aunque no vayamos al templo ni a misa dominical. Sin duda, también oran las personas que profesan una religión distinta a la nuestra. Ordinariamente no rezamos para informar a Dios de un problema que estamos sufriendo. Dios conoce todas nuestras necesidades y angustias. No rezamos para hacer a Dios más bondadoso gracias a nuestro rezo. Él es amor. Es bondadoso siempre y sin límites. ¿Para qué rezamos entonces?: rezamos para dejarnos invadir del proyecto de Dios en el mundo. Para dejarle actuar en nosotros su proyecto de vida. Para hacer su voluntad en este planeta amenazado, como hacía Jesús cuando rezaba por las noches. Ese proyecto está incluido en la plegaria que Él nos enseñó. Primero cambiar el nombre de Dios. Llamarle Papá-Mamá y con la vida proclamar que ese nombre es santo. Luego abrirnos a su proyecto: ese reino de vida, ese pan compartido, ese perdón sin reservas y quedar libres de los ídolos del mundo." (Koinonía) 

1 comentario:

  1. ‘Padre nuestro que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre.
    Venga tu reino.
    Hágase tu voluntad en la tierra
    así como se hace en el cielo.
    Danos hoy el pan que necesitamos.
    Perdónanos nuestras ofensas
    como también nosotros perdonamos
    a quienes nos han ofendido.
    Y no nos expongas a la tentación,
    sino líbranos del maligno.’

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