jueves, 7 de noviembre de 2019

OVEJAS DESCARRIADAS Y MONEDAS PERDIDAS


"Todos los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos. 
Entonces Jesús les contó esta parábola:
- ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra la pone contento sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos y les dice: ‘¡Felicitadme, porque ya he encontrado la oveja que se me había perdido!’ Os digo que hay también más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘¡Felicitadme, porque ya he encontrado la moneda que había perdido!’ Os digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte."

Las dos parábolas nos dicen que es Dios quien nos busca. Nosotros, como los fariseos y maestros de la ley, creemos que acumulamos méritos y merecemos un premio. La realidad es que somos ovejas descarriadas y monedas perdidas. Dios lo deja todo para salir en nuestra busca. Él es misericordia total.
"Las parábolas revelan la experiencia de Dios que acontece en Jesús. Cada parábola nos señala un rasgo de Dios y su reinado. Hoy leemos las parábolas denominadas “de la misericordia”. Son tres en conjunto: la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo perdido… Podríamos titularlas como la oveja encontrada, la moneda recuperada y el hijo retornado. Los destinatarios son los publicanos y pecadores, es decir, los impuros o excluidos de las estructuras religiosas vigentes. Pero también están los escribas y fariseos representantes del poder religioso, adversarios de Jesús. Las dos primeras parábolas, la oveja y la moneda perdida y hallada, tienen como protagonista a un hombre y una mujer. Los dos han perdido algo muy valioso y, aunque tienen muchas más, no escatiman esfuerzos por buscarlas hasta hallarlas. Y luego se alegran con todos. Así es el corazón de Dios. Se afana y busca a cada uno, porque todos, sin exclusión ninguna, son importantes. Y es una experiencia para vivirla y alegrarse con la comunidad. ¿En nuestra comunidad se acoge a los que están "perdidos”?" (Koinonía)

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