sábado, 20 de junio de 2020

EL ANACORETA Y EL CAMINO DE LA ORACIÓN


Después de que el Anacoreta quitara importancia a los libros de oraciones, quedaron los discípulos un poco desorientados. Los momentos de oración, salvo el Oficio de las Horas que se hacía con el Lucernario, se les hacían largos e insoportables. El Solitario los observaba, pero no decía nada. Así, que decidieron ellos preguntarle directamente:
- Maestro, ¿cómo podemos saber si avanzamos en la oración?
El Anacoeta les miró algo desilusionado.
- No es esta la primera pregunta. Primeramente deberíais tener muy claro qué es oración. Pero ya que habéis empezado por preguntarme sobre el camino, sobre si avanzamos o no, os daré algunas pistas.
Y se sentó con sus discípulos junto al pequeño hilillo de agua que era su fuente.
- Lo primero que debéis tener claro es que no hay camino. ¿Hay caminos sobre el mar? No. Cada barco ha de buscar el suyo. Encontraréis mil libros que os hablarán de la oración, que os enseñarán las técnicas más sofisticadas...Si vosotros no encontráis vuestro propio camino, no os servirán de nada.
Se miraron los discípulos y el más antiguo preguntó:
- Sí, pero ¿cómo podemos saber que estamos en nuestro camino?
Sonrió el Anacoreta y dijo:
- ¿Cómo sabe el marinero que está en su camino? Las estrellas, mirad las estrellas...Si cada vez necesitáis menos palabras para orar; si os encontráis orando en cualquier momento y circunstancia...es que vais por buen camino. Pero siempre tendréis que fiaros de Él...
Los miró con afecto y concluyó:
- Por hoy quedaos con esto. Seguiremos hablando estos días de la oración...
Y se fue a quitar las malas hierbas de su pequeña huerta... 

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