viernes, 26 de enero de 2024

LAS SEMILLAS

 

Jesús dijo también: Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.
También dijo Jesús: ¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.

Ayer Jesús enviaba a sus discípulos a proclamar su Palabra por todo el mundo. Hoy nos narra dos parábolas en que compara su Palabra con las semillas.
Nosotros, si somos sus discípulos, también debemos repartir esas semillas a nuestro alrededor.
La primera parábola nos dice que nosotros no somos los que hacemos crecer la semilla, los que hacemos que su Palabra de fruto. Es Él quien la hace fructificar. Nosotros no sabemos como. Nuestra labor es sembrar. Dios hará que fructifique.
La segunda parábola nos quita la idea de creer que debemos hacer grandes cosas. La semilla es como un grano de mostaza. La Palabra no se siembra con grandes acontecimientos, sino con nuestro ejemplo del día a día, con nuestra entrega callada. Eso es lo que producirá una gran planta. 

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