viernes, 3 de enero de 2025

JESÚS

 



Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: “¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.”
Juan también declaró: “He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios.”

"El nombre de la persona, sobre todo en las culturas semíticas, tiene una gran importancia. Concede identidad y es el medio por el que se puede ser reconocido. Cuando éramos pequeños, a veces nuestras madres nos corregían si decíamos “ese” o “esa”… ¡Tiene un nombre! nos decían. Decir el nombre es concederle el respeto debido por ser criatura de Dios, hijo de Dios. En la Escritura, a quienes Dios llama muchas veces reciben un nombre nuevo: Abrán-Abraham; Simón-Pedro; Saulo-Pablo…  Al Hijo de Dios, al Dios con nosotros, se le da el “nombre que está sobre todo nombre”. Es decir, el más alto, el más excelso, el más digno de respeto y honor.
Lo curioso es que, según la primera lectura, ese nombre se le da precisamente a la persona que se vacía, que no se aferra a su condición ni a su honor, que se hace carne humana, que acepta los gozos y los dolores de los hombres, que se hace obediente hasta la muerte. Y ante ese nombre todo, absolutamente todo, en el cielo y en la tierra, ha de doblar la rodilla. Jesucristo, el ungido, el de naturaleza divina, es el que se abaja y se vacía.
Hay personas que se blasonan de sus apellidos ilustres. Y probablemente harán bien en estar orgullosos de su identidad familiar. Pero el verdadero blasón, la verdadera causa de orgullo es el ser hijos… y. a ejemplo de quien lleva el nombre sobre todo nombre, lo mejor que se puede hacer es no aferrarse a nada; caminar con otros en sus dolores y sus alegrías; obedecer (es decir, escuchar a Dios, ponerse debajo de Dios) por muy alto que sea el precio a pagar. Entonces recibiremos el nombre de hijos amados. Hijos en el Hijo cuyo nombre está sobre todo nombre. Una gloriosa identidad."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario