sábado, 31 de mayo de 2025

MARIA, NUESTRO MODELO




 Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!
María dijo:
“Mi alma alaba la grandeza del Señor.
Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes le honran.
Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
derribó a los reyes de sus tronos
y puso en alto a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia.
Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.”
María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa.

María modelo de aceptación de la voluntad de Dios. María modelo de entrega y de servicio. María modelo de portadora de alegría. María modelo de alabanza a Dios. ¿Alguien nos puede dar más?

"Salta de gozo, dice la lectura de Sofonías hoy. “El niño saltó en mi seno”, dice Isabel. “Mi espíritu se regocija en Dios”, dice María.
Saltar de alegría físicamente quizá sea algo que solamente pueden hacer los más jóvenes. Pero todos hemos sentido ese estremecimiento del corazón, ese “salto” que da cuando siente una profunda alegría. Juan saltó de gozo en el seno de Isabel. Es muy posible que Jesús también saltara de gozo en el seno de María ante un encuentro de una belleza tan intensa. El encuentro es de una mutua hospitalidad de los cuatro personajes. Isabel, bendecida y bienaventurada porque, como dice san Juan de Ávila, “el Señor le visita la casa”. Juan, por primera vez en presencia del “cordero” al que ha de anunciar; María en pleno reconocimiento de la maravillosa acción de salvación del Señor y de la sombra del Espíritu; en anuncio de la salvación de los pobres, los afligidos, los hambrientos. El niño en su seno, en medio de un increíble anuncio de salvación del mundo en el abrazo de dos mujeres. La estéril Isabel da fruto; la imposible madre por su virginidad, María, abre la puerta a la salvación y la deja entrar en el mundo.
En ese abrazo está resumido prácticamente toda la historia de la salvación. Del Dios que elige al improbable y al pequeño, que puede convertir lo imposible en realidad innegable. Del cumplimiento de todas las promesas atravesando el pequeño cuerpo de una joven. El fin del pecado y de la muerte. La increíble, gratuita hospitalidad de Dios que entra en nuestro mundo, quiere ser recibido en él y al mismo tiempo se convierte en nuestra casa. (...)
La escena de la Visitación se convierte así en un programa de práctica de la hospitalidad de Dios, que viene con la salvación y ofrece la posibilidad de vivir en su casa."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)


viernes, 30 de mayo de 2025

UNA ALEGRÍA QUE NO NOS QUITARÁN



Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero cuando ya ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la alegría de que un niño haya venido al mundo. Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar.
Aquel día ya no me preguntaréis nada.
(Jn 16,20-23)

Nadie podrá quitarnos nuestra alegría. La alegría de tener siempre a Jesús junto a nosotros. La alegría de tener la Vida, como la madre a su hijo. Porque el Amor es la verdadera fuente de la alegría.

"Alguien me dijo una vez que, en su vejez, estaba perdiendo la memoria y que podría ser una cosa buena, porque no se acordaba de los dolores y dificultades que le contaban los de su alrededor. De una feliz falta de memoria nos habla Jesús hoy también, pero no es una falta de memoria con ausencia del gozo presente. Cuando una mujer está dando a luz sufre dolores inmensos: pero luego goza al ver a su hijo y la alegría le borra el dolor. Y, así como el dolor se borra, la alegría de la vida y la resurrección no se borra. Porque el fruto de vida siempre está ahí, dentro y fuera de nosotros.
Feliz desmemoria la que olvida lo malo para centrarse en el don infinito de la salvación de Cristo. Feliz desmemoria la que se centra en lo bueno, lo santo, lo justo. Y no es que no vaya a haber nada malo de ahora en adelante. El mundo está lleno de despropósitos, violencia, mentira, traiciones, pérdidas. Hay muchas razones para ver y sentir un mal quizá inolvidable.
Pero hay algo que nada ni nadie puede quitar, y es la fe inquebrantable en esa vida desbordante del Resucitado. Es lo que dice el Señor san Pablo en la primera lectura de Hechos: “No tengas miedo. Yo estoy contigo”. Nada ni nadie puede quitar ese gozo profundo. Como de costumbre, paradójicamente, hoy no se invita a olvidar, sino a recordar que la herida siempre está habitada, aunque siga abierta; a reconocer que habrá muchas más heridas y dolores a lo largo del camino. No se nos invita a olvidar el dolor, sino a reconocerlo como parte de esa alegría imperturbable de la presencia de Cristo que vence incluso a la muerte más terrible. Feliz memoria la que recuerda tal inamovible verdad. Nada ni nadie podrá quitaros vuestra alegría."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

jueves, 29 de mayo de 2025

LA ALEGRÍA DE JESÚS

 


Dentro de poco ya no me veréis, pero un poco más tarde volveréis a verme.
Algunos de los discípulos de Jesús se preguntaban unos a otros:
– ¿Qué quiere decir con eso? Nos dice que dentro de poco no le veremos, y que un poco más tarde le volveremos a ver, y que es porque va al Padre. ¿Qué significa ‘dentro de poco’? No entendemos de qué está hablando.
Jesús, dándose cuenta de que querían hacerle preguntas, les dijo:
– Os he dicho que dentro de poco no me veréis, y que un poco más tarde me volveréis a ver: ¿es eso lo que os estáis preguntando? Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría.
(Jn 16,16-20)

Nos cuesta entender a Jesús. Ahora no lo vemos, nos parece ausente, porque está con el Padre. Esto nos puede producir tristeza. Pero el día que lo encontramos en el otro, en el pequeño, el débil, el pobre, el enfermo...nuestra alegría se hace inmensa. Descubrimos que nuestra entrega al  otro es hacernos uno con Él. La alegría de Amar nadie nos la podrá quitar. 
 
"En expresiones que parecen un trabalenguas, Jesús habla de la alegría y la tristeza. Para muchos de nosotros es fácil alegrarnos por alguna cosa pequeña: un éxito en el trabajo, suerte en la lotería, la adquisición de algo, una visita importancia. Pero muchas de esas cosas son pasajeras. Enseguida se acaban y tenemos que buscar una nueva fuente de placer. No hace falta nada más que mirar los programas de festejos de pueblos y ciudades en España, la proliferación de programas “rosa” o “reality”, las fotos de personas que se empeñan en contarnos lo bien que están comiendo en Facebook, el tiempo que se pasa en redes sociales… Nada de eso, en sí mismo, es malo moralmente. Pero no es duradero, y podría ser una colosal pérdida de tiempo, aunque dé placer momentáneo.
El “dentro de un poco” de Jesús es algo muy distinto, aunque pudiera parecer casi eterno. Estaréis tristes… La tristeza, también, puede ser pasajera y por cosas nimias. He perdido unas llaves, me he dado un golpe, alguien me ha contestado mal… Eso también se pasa. Otra tristeza más comprensible es la del dolor profundo por una pérdida, una separación, un conflicto, una guerra o un daño personal. Esa no parece nunca ser de un ratito, o un poco de tiempo como dice Jesús. Pero en esas palabras, “vuestra tristeza se convertirá en alegría” residen precisamente la esperanza. Solamente es un “ratito” esto que pasa ahora, porque tenemos la profunda convicción de que la presencia del Resucitado lo convertirá en alegría. Y no será una alegría pasajera, de ese placer efímero, sino la alegría más honda posible. El gozo del Espíritu prometido. Una alegría que nada ni nadie puede alterar. Los ratitos de Jesús en realidad son la eternidad; el dolor (que no la tristeza) siempre estará presente de una manera u otra; la alegría verdadera siempre está ahí. Solo hay que reconocerla. No es cuestión de tiempo sino de mirada y de espíritu."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

miércoles, 28 de mayo de 2025

EL ESPÍRITU NOS GUÍA

 


Tengo mucho más que deciros, pero en este momento sería demasiado para vosotros. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder. Él me honrará, porque recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer. Todo lo que tiene el Padre, también es mío; por eso os he dicho que el Espíritu recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer.

(Jn 16,12-15) 


Jesús sigue hablando del Espíritu. Él será nuestro guía, nos enseñará la Verdad. Vemos en este texto reflejada la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu. Es un misterio que nos muestra la relación entre nosotros y con Dios. Nos indica que debemos vivir nuestra espiritualidad con sentido de comunidad, con Dios y con nuestros hermanos.

"En el Evangelio también se habla de eso misterioso, eso que los discípulos aún no podrían aguantar. ¿Por ser totalmente inabarcable, inmenso, inefable? El Dios tan cercano y tan conocido es al mismo tiempo el Dios totalmente inabarcable.
Solamente el Espíritu puede guiar a la Verdad, porque solamente el Espíritu es verdad.
Estamos rodeados de ídolos que muchas veces se consideran como lo más real, pero que, por el propio ambiente de relativismo en el que vivimos, no tienen ninguna sustancia. Pueden ser el placer, el dinero, “mi verdad”, los sentimientos…  ídolos que se esfuman con la misma velocidad con la que llegan. Vivimos en un mundo de grandes contradicciones entre el sentimentalismo y una cultura de muerte que no se detiene ante atentados contra la vida como son el aborto, la guerra o la eutanasia. Todo cohabita en los mismos grupos y a menudo en los mismos corazones. Y a menudo se asegura que no existe una verdad absoluta, porque la realidad es una construcción social… A la larga, a todo eso le falta vida, le falta aliento.
Porque precisamente la Verdad es el Dios desconocido en el que nos movemos, vivimos y somos. Donde tenemos aliento. Y es el Espíritu quien nos tiene que guiar hacia esa verdad."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)


 

martes, 27 de mayo de 2025

ESCUCHAR AL ESPÍRITU



 Pero ahora me voy para estar con el que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta a dónde voy; al contrario, os habéis puesto muy tristes porque os he dicho estas cosas. Pero os digo la verdad: es mejor para vosotros que me vaya. Porque si no me voy, el defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio. La culpa la mostrará en ellos, porque no creen en mí; la inocencia, en mí, porque voy al Padre y ya no me veréis; y el juicio, en el que manda en este mundo, porque ya ha sido condenado.

Jesús se va para que pueda venir el Espíritu. Es el Espíritu de la Verdad. Nos enseña a entender la Palabra. A mirar el mundo con otros ojos y ver dónde está el bien y dónde está el mal. Nos hace ver a Dios en el pequeño, en el que sufre, en el enfermo, en el perseguido...

"Esa misma locura de Dios es la que parece asomarse en el pasaje del Evangelio de hoy: conviene que yo me vaya. Cuando Jesús dice que conviene que se vaya, es para el mayor bien de los discípulos. Aunque les parezca duro, ahora es el momento en que recibirán el gran bien del Espíritu. Decir con Jesús “conviene que yo me vaya” es apartarse, soltar cosas, dar la oportunidad a que el Espíritu inunde el espacio que había ocupado yo injustificadamente. Ceder, desaparecer, permitir que un bien mucho mayor entre en la vida de otros. Significa a veces no aferrarse a puestos o cargos por muy insignificantes que sean; significa permitir que otros hagan lo que yo pensaba que hacía mejor que nadie. Ceda el paso."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

lunes, 26 de mayo de 2025

DAR TESTIMONIO



Pero cuando venga el defensor, el Espíritu de la verdad, que yo enviaré de parte del Padre, él será mi testigo. Y también vosotros seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio.
Os digo estas cosas para que no perdáis vuestra fe en mí. Os expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará el momento en que cualquiera que os mate creerá que le está prestando un servicio a Dios. Eso lo harán porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. Os digo esto para que, cuando llegue el momento, os acordéis de que ya os lo había dicho.

Debemos dar testimonio de Jesús. Esto se consigue llevando a nuestra vida los valores de Jesús: la entrega, el perdón, la ayuda a los más débiles, el Amor...El Espíritu nos iluminará con su Verdad y nos dará fuerzas. Si damos a conocer al Padre y a Jesús al mundo, pasará de ser perseguidores a ser seguidores.

¿Acaso se deberá la persecución a la falta de unidad? ¿Cómo, o en qué puede creer el mundo si quienes dicen profesar la Verdad de Cristo están divididos y enfrentados? ¿Cómo se podría convencer a quienes piensan que persiguiendo están haciendo un bien, si los cristianos mismos se cancelan mutuamente al no pensar lo mismo?
Quizá una buena clave para la unidad, la reconciliación y que el mundo pueda creer nos la dé la lectura de Filipenses en el día de san Felipe Neri: “Aprecien todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio.”  Si miramos a todas esas cosas, es difícil la ira y la división. Si practicamos todas esas cosas, será difícil que quienes se sientan justificados en su persecución encuentren una buena excusa. Y entonces será posible, no solo que se aleje el temor a la persecución, sino que el mundo crea. Alégrense, dice el mismo pasaje de Filipenses. “Que vuestra benevolencia sea conocida de todos.”  Frente a todo lo que desee destruirlo: alegría, bondad, belleza, virtud.
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

domingo, 25 de mayo de 2025

LA AUTÉNTICA PAZ


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
(Jn 14,23-29)

La Paz que nos da Jesús no es la paz del mundo. El mundo obtiene la paz haciendo la guerra, venciendo al contrario. La Paz de Jesús, es la paz que se obtiene con el Amor, con la entrega...
Esto nos lo enseña el Espíritu. Por eso debemos estar atentos a su acción. Escuchar la Palabra orando e interpretar los acontecimientos de la vida  a su luz.

"Decía al principio que Jesús se ha ido, pero eso no significa que el creyente esté sólo; no es un huérfano. Dios no es Alguien lejano, sino que está muy cerca, somo santuario y morada e Dios. No es posible vivir como si todo fuera como antes. Desde Jesús todo ha cambiado. Aunque todavía nos cuesta entender esta novedad.
Pero es que, además, la muerte de Jesús ha sido ocasión para ser llenados por la presencia viva del Espíritu, quien vive en nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en verdad. Por eso, el creyente vive animado por ese Espíritu que hace nacer una tierra y una vida nuevas. Nos ayuda a vivir con esta convicción.
¡Quién sabe si la presencia del Espíritu forma parte o no de nuestro estilo de creyente! Posiblemente, el mejor regalo de Jesús, que es el Espíritu, sea el “Gran Desconocido” en la espiritualidad cristiana. ¡Qué pena! ¡Nos hemos olvidado del gran regalo de Jesús! No lo invocamos tan a menudo como debiéramos.Pero sin ese Espíritu, estamos abocados al fracaso, achicados y encerrados en nuestros “castillos” de seguridad, pero perdiendo nuestra actitud de testigos “locos”, porque nos sentimos empujados por esa fuerza. De ahí que en momentos de crisis y de dificultad, nuestra tentación es aferrarnos a normas, a “defensas de la verdad” a toda costa y así aguantar el temporal. La consecuencia: perder prácticamente la novedad del Espíritu, de Jesús mismo.
Sin embargo, Jesús nos alienta: con la paz viene la calma y el valor para afrontar las dificultades. Que vivamos cada día en la esperanza de su venida y que su paz llene nuestros corazones y disipe todo miedo y ansiedad. Amén."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 24 de mayo de 2025

AMOR Y ODIO



Si el mundo os odia, sabed que a mí me odió primero. Si fuerais del mundo, la gente del mundo os amaría como ama a los suyos. Pero yo os escogí de entre los que son del mundo, y por eso el mundo os odia, porque ya no sois del mundo. Acordaos de lo que os dije: ‘Ningún sirviente es más que su amo.’ Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; y si han hecho caso a mi palabra, también harán caso a la vuestra. Todo esto van a haceros por mi causa, porque no conocen al que me envió.

Ante este evangelio, hoy nos preguntamos qué debemos entender por mundo. Se trata de lo contrario del Reino. El Reino es Amor, entrega. El mundo es odio, egoísmo. Si elegimos el Reino, como Jesús, el mundo nos odiará. Chocaremos contra el egoísmo. Pero Jesús siempre estará a nuestro lado. esta es nuestra esperanza.

"Resulta paradójico que concluyamos una semana dedicada a meditar sobre el amor con una advertencia acerca del odio. Jesús nos avisa de que es más que probable que la respuesta del mundo al amor procedente de Dios que hemos recibido de Él y que debemos practicar como norma de nuestra vida, sea el odio. Es una llamada a mantener la calma, a no responder al odio con odio, sino a perseverar en el amor.
Podemos preguntarnos cómo es posible que el amor cristiano provoque la respuesta del odio. El amor es, en realidad, lo más exigente que hay, más que cualquier ley, porque no impone un determinado comportamiento externo, sino una entrega total, de corazón, que conlleva renuncias y sufrimientos. Y “el mundo”, es decir, ese viejo mundo que “yace bajo el poder del maligno” (cf. 1 Jn 5, 20), del que todos venimos, prefiere vivir para sí, en la calidez de los pequeños egoísmos o las grandes ventajas, con un mínimo de amor (para no ahogarse), siquiera a los más cercanos, aunque se rompa con tanta facilidad y frecuencia. Este mundo rechaza esa llamada exigente a la entrega total, que supone vivir a la intemperie, como Jesús en la cruz. Por eso, dice Jesús, el mundo lo ha odiado a Él y, en la medida en que vivimos como Él vivió (cf. 1 Jn 2, 6) y lo hacemos así presente, también nosotros nos atraemos el odio del mundo.
La advertencia de Jesús está llena de sentido, porque, puesto que ese viejo mundo sigue presente, no solo a nuestro alrededor, sino también en nosotros, tenemos la tentación de responder al odio mundanamente, a la defensiva, con un odio proporcional (o mayor). Y, haciendo así, resbalamos a ese mundo viejo, abdicamos de nuestra vocación de cristianos. Para evitar esa tentación, debemos permanecer en Él, vivir en su nombre, conocer al que lo ha enviado.
Y esto es esencial, porque este mundo que nos odia, porque odia a Cristo, en el fondo de su ser lo anhela y lo necesita, lo llama, nos llama a nosotros para que le transmitamos el Evangelio de la salvación, como el macedonio del sueño de Pablo. Ser fuertes en amor frente al odio del mundo nos habilita para la misión y prolonga en nosotros la presencia de Cristo."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 23 de mayo de 2025

LA CIMA DEL AMOR



 Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es, pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros.
(Jn 15,12-17)

La cima del amor es amarnos unos a otros como Jesús nos ama. Entregándonos totalmente. Dando incluso la vida por los demás. Un amor gratuito, como es el amor de Dios hacia nosotros. Este es el verdadero amor. Un amor que no pide respuesta ni beneficio. Un amor que no se da a cambio de nada.

"Encontramos en los Evangelios tres (incluso, cuatro) niveles del amor. En la respuesta de Jesús al fariseo que le pregunta por el mandamiento principal (cf. Mc 12,28-31), en la parte referida al segundo, semejante al primero, Jesús ya da dos respuestas: amar al prójimo como a sí mismo. Luego hay que amarse a sí mismo: procurar el propio bien es también un deber. Atender a nuestras necesidades físicas, psicológicas, intelectuales, espirituales nos da la medida del amor a los demás, que tienen necesidades similares, por no decir idénticas. El amor de sí no es egoísmo si está abierto a esas necesidades ajenas, que podemos remediar en la medida de nuestras posibilidades, en una actitud altruista, oblativa y generosa. Y esto, que es evidente en el caso de los más cercanos, se amplía a todos los seres humanos, porque por el primer mandamiento, por el que debemos amar al Señor Dios por encima de todo, descubrimos que Él es nuestro Padre y el Padre de todos, por lo que todos somos hermanos, todos nos hemos convertido en verdaderos prójimos, miembros de la misma familia. Por eso, en el evangelio de Lucas, Jesús completa la respuesta al fariseo con la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 29-37).
Esta parábola nos conduce a un grado superior del amor: amar al prójimo como amamos a Cristo, sirviéndolo en sus pequeños hermanos (cf. Mt 25, 31-46); este amor, ya cristiano, está, por cierto, abierto a todos, pues los hay que aman a Cristo sin saberlo.
Pero la cima del amor es la que Jesús nos revela hoy: amarnos unos a otros como Él nos ha amado. Es un amor incondicional, que se da sin reservas y se entrega hasta dar totalmente la propia vida, como Jesús en la Cruz. Este amor es la plenitud del amor de Dios, del amor trinitario, el que se da entre el Padre y el Hijo, que Cristo ha traído al mundo, y que nos libera de toda esclavitud, nos da la verdadera libertad y nos hace amigos de Jesús. Solo practicando la amistad con él, el trato frecuente, la escucha de la Palabra, la oración, la participación en el banquete eucarístico, podemos avanzar en este amor, al que, por nuestras muchas limitaciones nos resistimos tanto. Pero es un amor posible, porque no es un ideal, un deseo lejano o utópico, sino el amor concreto con el que él nos ha amado primero.
Es un amor posible, como vemos en la primera lectura, por la presencia del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, que crea comunidad, supera conflictos y ayuda a mantener la unidad en las diferencias.
/José M. Vegas cmfCiudad Redonda)

jueves, 22 de mayo de 2025

EL AMOR DE JESÚS ES ALEGRÍA

 


Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa.
(Jn 15,9-11)

El mandamiento de Jesús, amarnos unos a otros como Él nos amó, no es solamente un mandamiento, sino fuente de alegría. Si verdaderamente nos amáramos todos los hombres con entrega y generosidad, no existirían las guerras, los crímenes, las desavenencias, los problemas que tenemos los humanos entre nosotros. 

"Puede la psicología desvelar la verdadera naturaleza del amor? Por muy útiles que puedan resultar la psicología, la antropología o las ciencias sociales para ilustrar las condiciones y los efectos benéficos del amor, ninguna de esas ciencias puede desentrañar lo que es, en realidad, un misterio. La verdadera clave de comprensión del amor es teológica. Solo mirando a Dios podemos atisbar la verdad de este misterio, en el que estriba el sentido de nuestra existencia y nuestra misma salvación. Porque el amor es un absoluto, que trasciende por completo los parámetros del espacio y del tiempo, que supera toda relatividad y se eleva por encima de todo límite. En pocas palabras, apenas en una frase, Jesús hoy nos ofrece todo un tratado sobre el amor: es la relación del Dios Padre con el Dios Hijo, la total donación que el Padre hace de sí y por la que el Hijo es lo que es. La relación intratrinitaria es una unidad y armonía perfecta que, sin embargo, no niega ni anula las diferencias (de las personas divinas), sino que las afirma como tales. Y eso es, en esencia, el amor: la unidad que afirma las diferencias.
Y ese amor en que consiste Dios se difunde y trasmite. Dios quiere compartir su ser y su esencia y lo hace creando y salvando. La creación es un acto de amor, y la salvación en Cristo es un amor redoblado, que no solo crea, sino que recrea y restablece lo que estaba perdido y condenado a muerte por el pecado. Acoger a Cristo es acoger el amor de Dios y transmitirlo, precisamente amando. El mandamiento que hay que guardar, si es que amamos a Cristo, es un envío (un mandado): hacernos heraldos de ese amor trinitario que hemos experimentado en Cristo.
Y si Dios ha tenido que esforzarse –por decirlo humanamente– para darnos su amor, como lo vemos en la Cruz de Jesucristo, es claro que nosotros no podemos reducir el amor a un pálido sentimiento romántico de simpatía, sino que tenemos que esforzarnos también en una entrega generosa y, en ocasiones, difícil. Porque el amor, la sustancia de Dios, tiene que actuar especialmente en las situaciones de conflicto, que con tanta frecuencia usamos como excusa para la agresión y la división. Vemos la utilidad del amor en la asamblea de Jerusalén. Sensibilidades distintas y, en parte, enfrentadas, se esfuerzan por encontrarse para salvar la unidad sin renunciar a las legítimas diferencias, con el objetivo de que la salvación en Cristo, la revelación del amor de Dios, alcance a todos, sin distinciones, superando toda frontera."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 21 de mayo de 2025

UNIDOS A JESÚS

 

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos
(Jn 15,1-8)

Jesús nos pide que estemos unidos a Él. Él es la Vid, nosotros los sarmientos y el Padre el viñador. Creemos ser discípulos de Jesús, porque a veces rezamos, vamos a misa, creemos unos dogmas...Seguir a Jesús es estar siempre unidos a Él, ser sus sarmientos, actuar como Él lo haría. Amar siempre. Y dejarnos cultivar por el Padre. Somos sus discípulos siempre, no a ratos. Si no, no nos extrañemos de no dar frutos.

"Sin esa voluntad de unirse a la vid verdadera que es Cristo, el progresismo se convierte en un mero gusto por la novedad y la moda del momento; y el conservadurismo se reduce a una cerrazón sectaria incapaz de trasmitir la luz: unos y otros se convierten en ramas secas y estériles. Pero, unidos a la vid, reciben unos y otros la savia que les permite ser fieles al depósito de la fe y que hay que conservar; y se abren sin miedo al mundo, al que deben anunciar la vida nueva del Resucitado. Y así, unidos a la única vid verdadera, unos y otros se descubren como hermanos, comparten sus respectivos dones, y dan fruto abundante para sí y para todo el mundo."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

martes, 20 de mayo de 2025

LA PAZ DEL AMOR

 


Os dejo la paz. Mi paz os doy, pero no como la dan los que son del mundo. No os angustiéis ni tengáis miedo. Ya me oísteis decir que me voy, y que vendré para estar otra vez con vosotros. Si de veras me amaseis os habríais alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que yo. Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el que manda en este mundo. Él no tiene ningún poder sobre mí, pero así ha de ser, para que el mundo sepa que yo amo al Padre y que hago lo que él me ha encargado.

Los romanos decían: "si quieres la paz, prepara la guerra". Hoy seguimos pensando lo mismo. Ante las crueles guerras de Ukrania y Gaza (y muchas otras de las que no se habla), la solución que nos proponen es rearmarnos, gastar más en armamento. 
La verdadera Paz nos la da Jesús. Es la Paz del Amor, de la entrega. 

"La expresión clásica es “opus iustitiae pax”: la paz es la obra de la justicia. Pío XII la adoptó como lema de su pontificado. La expresión es muy afortunada: una paz, es decir, una ausencia de violencia, que no está fundada en la justicia, es en realidad una apariencia de paz, basada en el miedo, la violencia, o es sencillamente la paz de los cementerios.
Pero todos sabemos lo frágil que es la justicia humana. Con mucha frecuencia son los encargados de impartir justicia los que cometen atropellos, como los ancianos del libro de Daniel, que condenaron a Susana, o los que juzgaron a Jesús en un juicio lleno de mentiras. Naturalmente, hay también buenos jueces, pero es una triste verdad que con demasiada frecuencia se impone la apariencia de justicia de los más fuertes, no importa del signo que sean.
Jesús nos da una paz verdadera, que tiene raíces mucho más profundas que las de la justicia (son, en realidad, la raíces de la verdadera justicia). No está basada en la fuerza, sino en una aparente debilidad. Y es que Jesús nos da su paz justo antes de entregar su vida en la cruz. Es una paz que se basa en el amor, y que se muestra más fuerte que la muerte. Por eso, Jesús exhorta a sus discípulos (a todos nosotros) a no temer, a afrontar con la paz que nos ha dado las dificultades de la vida, también las que proceden del compromiso por la extensión del evangélico, del testimonio de fe. 
(...) Vivimos tiempos de turbación y confrontación (y ¿cuáles no lo son?). Y esto nos tienta a impartir justicia, la que a nosotros así nos parece, levantando la espada. Pero Jesús que nos da su paz nos enseña otro camino: el camino de la entrega por amor, hasta el final; y, siguiendo el ejemplo de Pablo, el camino de un testimonio de fe que no se arredra ni se arruga ante las dificultades."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 19 de mayo de 2025

EL ESPÍRITU NOS ENSEÑARÁ

 


El que recibe mis mandamientos y los obedece, demuestra que me ama. Y mi Padre amará al que me ama, y yo también le amaré y me mostraré a él.
Judas (no el Iscariote) le preguntó:
– Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo?
Jesús le contestó:
– El que me ama hace caso a mi palabra; y mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él. El que no me ama no hace caso a mis palabras. Las palabras que estáis escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado.
Os he dicho todo esto mientras permanezco con vosotros; pero el Espíritu Santo, el defensor que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho.
(Jn 14, 21-26)

"Las diversas presencias del Resucitado que hemos venido contemplando en estas semanas (la comunidad, la Eucaristía, los pastores) se sustancian finalmente en el mandamiento del amor. La Iglesia es una comunidad eucarística guiada por el Buen Pastor, pero esto no puede significar otra cosa, que es una comunidad que tiene el amor como eje de su existencia. Sin ese amor la comunidad se convierte en una secta, la eucaristía, en un rito vacío, y la guía de los pastores, en una estructura de poder. En cambio, cuando el amor es la ley fundamental de esta comunidad, en ella se puede percibir la presencia real del Resucitado: la comunidad es verdadero cuerpo de Cristo, la Eucaristía el banquete del amor en el que participamos realmente en el misterio pascual y, en los pastores, es el único pastor, Cristo, el que guía a su Iglesia por medio de su Espíritu.
Nos disponemos en esta semana a profundizar en el mandamiento del amor, a examinarnos sobre él. Ya hoy Jesús nos da preciosas indicaciones sobre su verdadera naturaleza. No es el amor, como se suele pensar, un mero sentimiento subjetivo, pasajero y espontáneo, como la simpatía. El verdadero amor, que brota del libre centro personal, es cosa de la voluntad: se trata de plegar la propia voluntad a la voluntad de Dios, manifestada en Cristo (sus mandamientos, sus palabras). Respondiendo al amor de Dios con un amor así, se produce una unión profunda con Cristo y por Cristo, con el Padre. Cuando el amor se traduce en un modo de vida que pone en práctica la Palabra de Jesús, este se nos revela, nos habilita para verlo cada vez con más claridad, y nos vamos convirtiendo siempre más en lugar de morada de Dios, en templos del Espíritu Santo.
Que esta revelación se dé sólo a los que aman a Dios y aceptan sus mandamientos no quiere decir que debamos cerrarnos sobre nosotros mismos con orgullo sectario. Al contrario, esa revelación nos descubre el rostro de Cristo en todos, también en los que todavía no pertenecen a la Iglesia, y especialmente en los que sufren. El Espíritu de Jesús, el Espíritu del amor nos lleva a salir de nosotros mismos en misión, y a hacer el bien a todos sin distinción, como Bernabé y Pablo en Listra. Cuando amamos con el amor de Cristo no actúa en nosotros nuestro propio poder, sino el poder creador de Dios que hizo el cielo y la tierra y que resucitó a Cristo de entre los muertos."
(José M. Vegas cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 18 de mayo de 2025

LA SEÑAL ES EL AMOR



Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Falta un día para su muerte, para su entrega total, y Jesús vuelve a darles su mandamiento: el del Amor. Pero todavía con más fuerza. No amar a los otros como a nosotros mismos, sino como nos ama Jesús. Nos dice que la verdadera forma de amar, es entregar nuestra vida por los demás. La entrega total.

(...) El Evangelio de Juan nos presenta la seña de identidad de los cristianos: el amor. En el marco de la despedida de sus Discípulos, les hace entrega de su testamento vital. A Jesús le cuesta despedirse (porque como hombre apreciaba a sus amigos) y, en medio del pesar, ofrece a sus Apóstoles la mejor de sus enseñanzas. Cristo quiere que esas palabras que les ha transmitido se hagan carne, las hagan vida, la escriban en sus entrañas, las guarden en la mente y las conserven en el corazón. Vivid amando y amándoos. Es lo que les pidió en sus últimas horas.
Al final, va a resultar que lo que nos pide el Señor no es tanto; es fácil de aprender y de recordar. “Amad como Yo os he amado”. Porque si amas, serás testigo del amor, podrás ser generoso y compasivo, hermano de tus hermanos y buen hijo del Padre que es “Abba”, que es amor.
Que sea fácil de recordar no significa que sea tan fácil de cumplir. Amar “como Yo os he amado”. Mientras haya personas en el mundo, habrá deseo de amarse los unos a otros. Mucho antes de la encarnación de Cristo, ya se habían escrito muchos textos y se habían dicho muchas palabras sobre el amor. ¿Por qué sus palabras: «amaos los unos a otros como yo os he amado» (Jn 15, 12) no están destinadas a perderse entre miles de poemas geniales, libros venerables y canciones hermosas? Porque Él nos llama a amar como Él ama. Y Él nos ama como el Padre lo ama a Él. (Cf. Jn 15, 9). Y predicó con el ejemplo, amando hasta dar su propia vida por amor. Amar a los demás como nos ama Jesús no es una cuestión de «quiero o no quiero», es un mandamiento, una ley dada por Dios mismo.
Y no se puede decir que no queramos hacerlo. Desde la infancia soñamos con formar una familia y tener hijos, encontrar un trabajo que nos guste, estar rodeados de amigos, y todo ello para amar. Somos profundamente infelices si no tenemos a nadie a quien amar. Pero ¿queremos amar como Cristo? Y ahí es donde empiezan los problemas, porque Él también ama a quienes, desde nuestro punto de vista, no son dignos de amor, acerca a sí a todos aquellos a quienes nosotros hemos relegado al margen; ve lo que nosotros nos negamos a ver; por ejemplo, que quienes viven, creen y actúan de manera diferente a nosotros también son personas. Incluso sucede que entre Él y nosotros se intercalan de repente los Mandamientos del Decálogo, y nosotros concebimos ardides virtuosos para eludirlos o declarar que no son para todos, que se refieren a otra cosa y que en el siglo XXI no es seguro que sigan vigentes: una fe a la carta.
Amar a Dios supone aceptar también esos Mandamientos.
Surge otra pregunta: ¿está al alcance de una persona común el amor de Cristo? ¿Tiene sentido hablar de ello con aquéllos que en pocas horas lo dejarán solo (cf. Jn 16, 32), con Pedro, que se acobardará y lo negará? «Os he llamado amigos…» (Jn 15, 25). ¿Y a Judas también? ¿Incluso en el momento de la traición, cuando se acerca con su beso? El amor de Jesús nos lleva a menudo a una dimensión espiritual que está más allá de nuestra comprensión humana. Pero Jesús lo dice muy claro: «Os he llamado amigos, porque os he dicho todo lo que he oído de mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros» (Jn 15, 15-16). Y si nos eligió, significa que creyó en nosotros. Creyó que en nuestro difícil y arduo camino hacia el amor podemos siempre apoyarnos y confiar en Él.
Esta semana hemos celebrado la fiesta del apóstol Matías. Podemos pensar que él tuvo que amar por dos: por sí mismo y por Judas, que había renunciado al amor. Quizás nosotros también estamos llamados a sustituir a alguien que ha dicho «no». Y esta vocación es el amor supremo de Dios por el mundo. Hace muy poco nos despedimos del papa Francisco. Y ahora, en su lugar, hay un Papa nuevo, León XIV, y lo primero que ha hecho ha sido transmitir las palabras de Jesús resucitado: «¡La paz sea con vosotros!» La cadena de transmisión del amor no se ha roto, el camino continúa. El Hijo es el amor del Padre, y nosotros somos el amor del Hijo en este nuestro camino terrenal. Y si alguien rechaza este amor, «que otro reciba su dignidad» (Hechos 1, 20).
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 17 de mayo de 2025

EL PADRE Y EL HIJO

 

Si me conocéis, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora ya le conocéis y le estáis viendo.
Felipe le dijo entonces:
– Señor, déjanos ver al Padre y con eso nos basta.
Jesús le contestó:
– Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y todavía no me conoces? El que me ve a mí ve al Padre: ¿por qué me pides que os deje ver al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las cosas que yo os digo no las digo por mi propia cuenta. El Padre, que vive en mí, es el que hace su propia obra. Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí; si no, creed al menos por las propias obras. Os aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre yo lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. Yo haré cualquier cosa que me pidáis en mi nombre.
(Jn 14,7-14)

Jesús es la presencia de Dios en el mundo. Verlo a Él es ver a Dios. Por eso, si somos capaces de Amar, estamos viendo a Dios en todo y en todos y lo estamos Amando. Si creemos en el Padre y en Jesús, también nosotros realizaremos sus obras. Haremos a Dios presente en el mundo.

"“Respondían con insultos a las palabras de Pablo”, leemos en la secuencia de los Hechos de los Apóstoles de hoy. ¿Se amedrentaron Pablo y Bernabé por ese contratiempo? No. Sin contemplaciones siguieron anunciando a tiempo y destiempo la Palabra hasta que los expulsaron del territorio y se fueron a Iconio donde quedaron llenos de alegría y Espíritu Santo.
¡Vaya una fuerza y vitalidad la de estos discípulos! Está claro que la fuerza de la Resurrección de Cristo está con ellos y que la Palabra está muy viva en su corazón. Esta Palabra de vida eterna no sólo se escucha, sino que se lleva a la práctica. Entra por tus oídos y quiere llegar a tu corazón para poner en marcha tu voluntad y tus afectos.
Tuvieron la experiencia que hoy nos anuncia Jesús en el Evangelio: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre.” […] “El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”. Es lo que hicieron Pablo y Bernabé y otros muchos hombres y mujeres que han vividos llenos del Espíritu Santo para anunciar la Palabra de Dios.
Para este día te propongo que ores recordando las PALABRAS de Jesús que ya están en tu corazón grabadas a fuego, aquellas que te has atrevido a poner en práctica. Hazlo despacio, no es un ejercicio de memoria, sino de mirar a tu interior con paz y sinceridad de la mano de Jesús, nunca solo. Y si adviertes que tu corazón es pobre en Palabras, pídele a Él que lo haga receptivo, como el de María que supo muy bien acoger la Palabra y la hizo Carne, vida. Que Ella sea tu guía en la oración de hoy."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)