martes, 6 de mayo de 2025

EL PAN DE VIDA

 


– ¿Y qué señal puedes darnos – le preguntaron – para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Dios les dio a comer pan del cielo.’
Jesús les contestó:
– Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.
Ellos le pidieron:
– Señor, danos siempre ese pan.
Y Jesús les dijo:
– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.
(Jn 6,30-35)

Jesús es el pan de vida. Un pan que nos da Dios, un pan que se entrega a todos. Un pan que nos une a su alrededor. Un pan que es Amor. La Eucaristia implica reunirnos junto a ella, partirla y repartirla. Es un pan que se recibe para unirnos y para entregarlo a los demás. Es ese Amor que nos une y ese Amor que debemos dar a todos.

"Todos los signos son ambiguos. Creer es una decisión de la persona, una opción. Por supuesto, tiene una dimensión de riesgo. Ahí está la clave de la pregunta que le hacen a Jesús: ¿Qué signo haces tú para que veamos y creamos en ti?
Es decir que el signo de la multiplicación de los panes y los peces, de dar de comer a aquellos cinco mil sin contar a las mujeres ni a los niños, no era signo suficiente para creer en Jesús. Seguro que se podría encontrar alguna explicación. Y al final, como se dice en otro lugar del Evangelio, igual es que Jesús no hace los milagros por el poder de Dios sino por el poder del demonio (cfr. Mt. 12,24). Hay que repetirlo y tenerlo claro: todos los signos son ambiguos. Creer es una decisión personal, una opción. Tiene mucho de salto en el vacío. Pero los que no creen deben saber que ellos también están dando un salto en el vacío. También está haciendo una opción.
Podemos creer como fruto de la tradición, del ambiente social. Es lo que nos enseñaron nuestros padres. Los judíos estaban convencidos de que era Dios mismo el que les había dado de comer en el desierto. Aquel maná era signo de la presencia de Dios alimentando a su pueblo. Pero aquel pan sirvió para atravesar el desierto y llegar a la Tierra Prometida. No fue el pan definitivo. Y la Tierra Prometida tampoco fue lo que se prometió. Quedaba todavía mucho camino.
Ahora Jesús promete un pan verdadero, un pan que da la vida al mundo. Va más allá. Dice que “yo soy el pan de vida”. Con ese pan se termina el hambre y la sed para siempre. Y aquí es donde entra la fe, donde se hace necesaria. Aquí la Eucaristía va mucho más allá de ser un rito, una obligación de los domingos, para convertirse en el lugar donde la comunidad, los creyentes se encuentran en torno al altar y Jesús mismo se hace palabra de vida y pan de vida. Esa pan que crea fraternidad, que no nos hunde en la intimidad de mi yo y Dios, sino que me hace encontrar a los hermanos y compartir la vida que se nos da en ella. Ahí está la fe que nos ayuda a ver mucho más allá de las velas, los cantos y los ritos. Y ahí encontramos la vida y la esperanza."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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