Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’s Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí.
No es que alguien haya visto al Padre. El único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien creeu tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.
(Jn 6,44-51)
El pan que nos promete Jesús nos da la vida para siempre. Este pan es Él mismo. Un pan que debemos compartir, no guardarlo para nosotros solos. Una Vida que es el Reino en este mundo. Una Vida que es Amor y Fraternidad. Este Pan de Vida nos une a todos, con Dios Trnidad y con toda la humanidad. El día que vivamos la Eucaristía así, el Reino ya estará aquí, entre nosotros.
"No hay cosa más necesaria y urgente para la persona que el alimento. Sin él no hay vida. Sin él no hay futuro. El pan de que se habla en el Evangelio en el mundo de Jesús y en muchas otras culturas y tiempos ha sido y es el alimento básico. El pan se convierte así en el símbolo no solo del alimento sino de la misma vida. Sin pan no hay vida – en otras culturas tendríamos que hablar del arroz, por ejemplo –.
Cuando Jesús dice “Yo soy el pan de la vida” y repite que “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre” está poniendo en relación el pan, el alimento, con la vida. Pero es un pan diferente porque así como el pan normal hay que comerlo todos los días, el pan de que habla Jesús da la vida para siempre.
Sin duda que lo que dice Jesús de sí mismo y del pan tiene que ver con la Eucaristía que celebramos tantas veces. Pero va mucho más allá. Encontrarse con Jesús supone encontrarse con el que nos da la verdadera vida. Alimentarnos de él, de su palabra, de su vida, nos lleva a vivir de tal manera que nuestra vida cobra un sentido y se abre también a un futuro nuevo.
Pero no podemos separar estas palabras de Jesús de su mensaje sobre el Reino. En la celebración de la Eucaristía se hace visible esta dimensión del Reino, de la fraternidad a que estamos llamados como hijos e hijas de Dios. Comulgar con Jesús nos lleva a una relación íntima y personal con él. Pero no es una relación cerrada sino abierta a la fraternidad. Porque en Jesús la vida se encuentra en el Reino y éste es fraternidad y justicia. Una fraternidad abierta a toda la humanidad. Una fraternidad que se tiene necesariamente que concretar en acciones de vida concretas. Y sin esa fraternidad, sin esa comunión con los hermanos, no hay comunión posible con Jesús. La relación con Jesús pasa necesariamente por la relación con los hermanos. Sólo así el pan de la Eucaristía se convierte en pan de vida y esperanza para nosotros y para el mundo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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