¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece? Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; cantamos canciones tristes y no llorasteis.’ Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís que es un glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran los impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.
(Lc 7,31-35)
A veces hacemos todo lo posible para no comprometernos. Buscamos excusas para no seguir a Jesús. Como los niños, hacemos lo contrario de lo que toca. No seguimos a unos porque decimos que son "preconciliares". Tampoco seguimos a otros porque decimos que son demasiado avanzados. El resultado es que no nos movemos de nuestras rutinas y convertimos el seguimiento de Jesús en cuatro actos rutinarios hechos sin amor.
Nos falta compromiso. Cambiar nuestra vida. Avanzar para cambiar el mundo acercándolo a los valores del Evangelio. Intentar seguir de veras a Jesús, entregándonos y amando a todos.
"Este es uno de los relatos evangélicos que hacen sonreír por la carga de ironía y humor que resultan un atractivo más de Jesús. El más hermoso de los hombres, el más sabio, el más exigente, el más cariñoso y el más bienhumorado.
Lucas pone en boca del Señor una especie de asombro algo teatral ante la gente que, o no sabe lo que quiere o que rechaza por principio cualquier autoridad que venga a proponer algo incómodo o nuevo. Y así, reprochan primero a Juan el Bautista su austeridad y reprochan a Jesús todo lo contrario. Ni la conducta de Juan, ni la de Jesús son aceptables para ellos. Los ayunos de Juan crean la sospecha de una acción demoníaca, el aprecio de Jesús por la buena mesa lo hace asemejarse a publicanos y pecadores. Las curaciones, el mensaje de liberación, su bondad en el trato… nada les convence. De entrada, parecen decir: hagas lo que hagas no te aceptamos.
Es evidente que al hablar de esa generación que se opone a Juan primero y luego a Jesús hay una referencia a los doctores de la ley, escribas y fariseos, aferrados a sus criterios y seguridades, que rechazan, por principio, toda novedad que, de alguna manera, venga a sacarles de sus casillas.
En otros momentos Jesús alabó la fe de los sencillos y pequeños a quienes Dios se ha revelado. Ahora dice de ellos que son hijos de la Sabiduría y le han dado la razón. Es decir se han puesto de su parte.
Que seamos humildes y sencillos es la condición para llegar a recibir la luz. Pidamos a nuestro Señor Jesucristo un limpio corazón capaz de abrirse a la salvación que viene de El. Que nos haga hijos de la sabiduría."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

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