miércoles, 6 de diciembre de 2017

EL BANQUETE DEL AMOR


"Jesús, saliendo de allí, se fue a la orilla del lago de Galilea; luego subió al monte y se sentó. Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos; los ponían a los pies de Jesús y él los sanaba. De modo que la gente estaba asombrada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos veían. Y todos alababan al Dios de Israel. 
 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas a sus casas, no sea que desfallezcan por el camino.
Sus discípulos le dijeron:
– Pero ¿cómo encontrar comida para tanta gente en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete y unos pocos peces – le contestaron.
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y los peces y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, se los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron siete canastas con los trozos sobrantes."

En la primera lectura, Isaías nos presentaba el banquete final en el monte. Aquí vemos a Jesús curando a cojos, ciegos, mancos, también en la montaña. Curarnos es la primera misión de Jesús. Devolvernos la salud. Hacernos ver, ayudarnos a caminar...
También acaba Jesús dando de comer a la multitud. Le han seguido y se han olvidado de todo. Jesús se da cuenta y pregunta a sus discípulos que pueden hacer para dar de comer a tanta gente. Ellos no saben que hacer. Pero Jesús les da la solución: compartir. Con aquellos siete panes y pocos peces se alimentó la multitud y sobró.
Todos sabemos que en el mundo hay alimentos para todos, pero están mal repartidos. Una tercera parte de la humanidad acapara lo que serviría para alimentarnos a todos. Hemos de saber compartir. Ese es el banquete del Señor que veíamos en la primera lectura. Ese es el espíritu de la Eucaristía. La unión entre todos. Unión con Jesús y unión con los hombres. Una Eucaristía de la que salimos sin el propósito real de compartir, ha sido tan solo una ceremonia, no el banquete del amor que debe ser. 


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