lunes, 3 de septiembre de 2018

A LA LUZ DE LA PALABRA


"Jesús fue a Nazaret, al pueblo donde se había criado. Un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito: 
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado
para llevar la buena noticia a los pobres;
me ha enviado a anunciar libertad a los presos
y a dar vista a los ciegos;
a poner en libertad a los oprimidos; 
 a anunciar el año favorable del Señor.” 
Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes le miraban atentamente. Él comenzó a hablar, diciendo:
– Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 
Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de la belleza de su palabra. Se preguntaban:
– ¿No es este el hijo de José? 
Jesús les respondió:
– Seguramente me aplicaréis el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo', y me diréis: 'Lo que oímos que hiciste en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu propia tierra.'
Y siguió diciendo:
– Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente había muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era de Siria. 
Al oir esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús. Lo llevaron a lo alto del monte sobre el que se alzaba el pueblo, para arrojarle abajo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue."

Jesús predica en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y estos lo rechazan. Jesús les anuncia el camino del Reino, que es el de la misericordia, la entrega a los pobres, la libertad, la luz que nos hace VER...Y les dice que esas palabras del profeta Isaías se cumplen en Él.
Ellos quedan sorprendidos, porque saben que es el hijo del carpintero, alguien que ha crecido entre ellos. No puede ser que el Espíritu esté sobre Él y que sea el encargado de liberar a la humanidad. Pero lo que más les molesta, es que esas palabras de Isaías que ellos habían aplicado siempre al Pueblo Elegido, Él las aplica a toda la humanidad y pone como ejemplo a Naamán, un sirio, y a la viuda de Sarepta.
Cuando la predicación nos hace salir de nuestros esquemas, también nosotros podemos tener la misma reacción que los conciudadanos de Jesús: la ira y la violencia. No podemos creernos los únicos que tenemos la verdad, ni los únicos que siguen el buen camino. Dios conoce los corazones de todos. Nosotros debemos interrogarnos y cuestionarnos cada día sobre nuestra actuación. Es a la luz de la Palabra que debemos examinar nuestros actos y nuestra vida. A aquellos que nos hablan, no debemos juzgarlos por su procedencia, sino por si son fieles o no a la Palabra. 


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