jueves, 23 de enero de 2020

EL ANACORETA Y LA META


Se acercó un día el discípulo al Anacoreta y le preguntó:
- Maestro. ¿Cuándo podré considerarme un buen anacoreta?
El anciano cerró el libro que tenía entre las manos. Sonrió y preguntó a su vez:
- ¿Cuándo el viento puede decir que ha llegado a su meta? Y ¿acaso existe un lugar en el que la luz pueda decir que ha llegado a su fin? ¿Tienen límite tus pensamientos? ¿Puedes encerrar en una jarra tus sentimientos?
Negó con la cabeza el discípulo. Se levantó el Anacoreta y se dirigió al borde del barranco a cuyos pies se extendía el desierto, y, mirando al horizonte añadió:
- Aquellos que creen haber llegado, simplemente han errado el camino. La vida del anacoreta es una constante búsqueda de Dios. El anacoreta que vive como si lo hubiera encontrado, no es un verdadero anacoreta. Nadie comprende mejor a un ateo que un verdadero anacoreta, porque él también vive en el silencio de Dios  y lo está buscando.
- Entonces - dijo en un susurro el joven - ¿por qué buscamos si no podemos encontrar?
El Anacoreta se giró hacia el discípulo. Le puso ambas manos sobre los hombros y mirándolo con aquellos ojos profundos llenos de paz, dijo:
- Nosotros no podemos encontrar a Dios. Pero sí podemos ser encontrados por Él. La vida del Anacoreta consiste en despojarse de todos los obstáculos que impiden que Dios llegue a nosotros y nos recoja entre sus brazos.
Y volviéndose a sentar, abrió otra vez el libro y prosiguió serenamente su lectura.


2 comentarios:

  1. Nosotros no podemos encontrar a Dios. Pero sí podemos ser encontrados por Él. La vida del Anacoreta consiste en despojarse de todos los obstáculos que impiden que Dios llegue a nosotros y nos recoja entre sus brazos.
    Y volviéndose a sentar, abrió otra vez el libro y prosiguió serenamente su lectura.

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  2. Precioso....
    Señor, yo sigo amándote cada día más y más!!!!!, pero te pido que aumentes mi fe , porque a veces parece que me falle.

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