viernes, 26 de marzo de 2021

EL BIEN MOLESTA

 


En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?" Los judíos le contestaron: "No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios." Jesús les replicó: "¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre."
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: "Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí.

No le creyeron. La bondad molesta a los que no la tienen. Es más fácil aferrarse a unas ideas, a unas leyes, a unos ritos, que tratar de buscar la voluntad de Dios en el día a día. Antes de atacar a alguien, miremos sus obras. Ellas nos hablarán de su bondad. Es el amor el que nos indica la bondad de una persona, no sus ideas ni sus conocimientos.
"Jesús padeció persecución religiosa a manos de los líderes y conciudadanos de su propio pueblo. Su muerte cruenta se inscribe en la página de aquellos que con su sangre sellaron la radicalidad de sus convicciones de vida, lo que en el evangelio se revela como su fidelidad a Dios. Muchos estados, a lo largo de la historia, han ahogado en sangre la verdad que denuncia sus abusos y pretensiones absolutistas. Pero el estado no ha sido el único perseguidor de fieles religiosos.
El creyente, que en la Biblia aparece bajo el nombre de justo, mantiene una coherencia de vida tal que molesta a los malvados. El odio es la reacción ante una conducta inobjetable y que se nutre de valores comunes. Solo que en lugar de acentuar lo que hay en común, se afila lo disidente hasta llevarlo a lo intolerable. Tal vez sin llegar al derramamiento de sangre, pero en muchos de nuestros medios se da una persecución por motivos religiosos, que llega a convertirse en acoso y violencia auténtica. ¿Qué síntomas de intolerancia religiosa percibimos en nuestro derredor?" (Koinonía)

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