sábado, 20 de marzo de 2021

JESÚS DE LOS SENCILLOS

 


En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.

La gente sencilla entiende a Jesús. Los sacerdotes y fariseos, no. A Jesús debemos acercarnos con el corazón y no escudarnos en nuestros conocimientos y estudios. Tampoco en la ley. Es el amor el que nos lleva a Jesús.
"El evangelio evidencia la distancia entre los líderes judíos y el pueblo piadoso. Las autoridades tienen la responsabilidad de velar por el bien del pueblo, que está normado, es decir, la forma de procurarlo es ajustándose a lo estipulado en la Ley, a la que Jesús de Nazaret debe apegarse. El conocimiento de la ley, en los términos de los fariseos, es lo que impide caer engañado por los falsos profetas. Solo que no están dispuestos a escuchar al indiciado, y así socavan el orden legal; se autoengañan.
Lo que da fuerza a la autoridad es el ejercicio de la ley. El conocimiento de ella lleva al reconocimiento de su espíritu, que siempre alentará el bien común. Ante una novedad no prevista en la legislación, una autoridad debe recurrir al reconocimiento del espíritu de la ley y no solo a su letra, en busca de promover la justicia. El discípulo de Cristo está llamado a abandonar los estereotipos para abrazar la novedad que representa el Evangelio. ¿Qué novedad del Evangelio no queremos escuchar?" (Koinonía)

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