sábado, 18 de marzo de 2017

UN PADRE MISERICORDIOSO


"Todos los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les contó esta parábola:
- Un hombre tenía dos hijos.  El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada.  Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad.  Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.  Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti,  y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’  Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos.  El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’  Pero el padre ordenó a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies.  Traed el becerro cebado y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta,  porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a hacer fiesta.
Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile.  Llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba,  y el criado le contestó: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese.  Él respondió a su padre: ‘Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado.
El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo.  Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado."

Hoy leemos la tercera parábola de esta semana. Son parábolas tan conocidas, que corremos el riesgo de pasar superficialmente sobre ellas.
Esta parábola es muy importante. Nos presenta a Dios, como un Padre misericordioso, no como un juez implacable, como a veces lo consideramos. Un Padre que sale al encuentro del hijo perdido que llega y del hijo mayor que no quiere participar de la alegría del perdón.
El hijo pequeño vuelve, más que por arrepentimiento, por hambre. Pero para el Padre, lo importante es que ha regresado, que está en casa.
El hijo mayor no sabe perdonar y además es envidioso. No comprende el perdón del Padre al mal hijo.
¡Ojo! Los que nos consideramos cristianos "de toda la vida". No sea que llevemos todo el tiempo viviendo en la casa del Padre como empleados y no como hijos. Todos debemos saber acoger y tener los brazos abiertos al que regresa.
Dios es el amor hecho misericordia.



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