lunes, 3 de diciembre de 2018

NO SOY DIGNO, PERO ENTRA.


"Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
– Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
Jesús le respondió:
– Iré a sanarlo. 
– Señor – le contestó el centurión –, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
– Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos."

Es curioso que las mayores alabanzas por la Fe, Jesús se las hace a personas que no son judías. Hoy lo hace a un centurión romano. Nosotros nos creemos los "únicos" y olvidamos que para Jesús TODOS están llamados al Reino y quizá, algunos, sin saberlo están mucho más cerca que nosotros.
Si queremos que Jesús entre en nuestro corazón hemos de considerarnos indignos. Él ama a los humildes y a los sencillos. No somos dignos, pero Él entra en nuestro corazón.


1 comentario:

  1. – Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre.

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